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Un jarro de agua fría sobre la CE

Lluís Bassets

Poco dura la alegría en la casa del pobre. Apenas pudo exteriorizarse la satisfacción comunitaria por la apurada victoria obtenida por John Major en su lenta marcha hacia la ratificación de Maastricht cuando llegó el bombazo. El Reino Unido, que había cifrado buena parte de las esperanzas de su presidencia semestral de la Comunidad en la obtención de la ratificación de Maastricht por su Parlamento, no votará hasta bien entrada la primavera del año próximo.Los dos problemas con los que empezó la presidencia británica no sólo se hallan abiertos, sino que extienden sus alas sobre la primera mitad de 1993. Maastricht no estará ratificado para la fecha mágica del 1 de enero próximo, tal como se había previsto en un principio, por las dificultades británicas para hacer tragar esta píldora amarga a sus euroescépticos y por los inconvenientes planteados por Dinamarca, que pide la cuadratura del círculo, es decir, permanecer en la Comunidad con todo un rosario de cláusulas especiales, debidamente reconocidas con el rango jurídico de un Tratado.

El ministro de Asuntos Exteriores danés, Uffe Ellemann Jensen, anunció ayer en París que el segundo referéndum en Dinamarca se celebrará el próximo mes de mayo. La declaración fue realizada tras una entrevista entre el ministro danés y su homólogo francés, Roland Dumas. La decisión de Major causó ayer sorpresa en Alemania. No obstante, el titular de ministro de Asuntos Exteriores, Klaus Kinkel, afirmó que Alemania seguirá con el calendario previsto para la ratificación.

La Comisión Europea acogió ayer con silenciosa estupefacción el anuncio del aplazamiento de la votación definitiva en el Reino Unido. Ningún portavoz hizo comentario alguno, pero el aire se puede cortar en el corazón de la Comunidad, donde se observa el calendario trastocado y prácticamente paralizado hasta el verano de 1993, cuando termine otra presidencia, la danesa, no muy propicia a los entusiasmos europeístas.

La discusión de los principales asuntos pendientes en la agenda de la Comunidad quedará condicionada por el nuevo plazo fijado por Major. El debate sobre los presupuestos de 1993, que ya ha empezado a ritmo polémico en el Parlamento Europeo, se centraba en la introducción de los gastos generados por Maastricht. La presidencia británica argumentaba que no era necesario incluirlos.

La decisión de Major condiciona o incluso paraliza en muchos aspectos el debate sobre el Paquete Delors II o perspectivas financieras de la Comunidad para los años de 1993 a 1997, el inicio de las discusiones de adhesión de los cuatro países mejor situados para la nueva ampliación de la CE (Austria, Suecia, Finlandia y Suiza) y la propia ratificación por los Parlamentos nacionales de los Doce del Espacio Económico Europeo, que amplía el Mercado único a siete países más de la EFTA.

Los esperados fondos de cohesión incluidos en el Paquete Delors II, que debían suponer la aportación a los cuatro países más pobres de la Comunidad de una ayuda en infraestructuras y en medio ambiente, destinada a acompañar los esfuerzos de convergencia económica, cuentan ahora con mayores dificultades para arrancar en 1993, tal como estaba previsto.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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