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Cal y arena para el jazz y las nuevas músicas

El jazz y las nuevas músicas hicieron diversas apariciones en la Expo sevillana durante estos seis meses de aglomeraciones y colas. Unas veces fue de forma tímida y semiclandestina en alguno, de los pabellones que programaban música; otras, con toda la pompa y boato de los conciertos ampliamente publicitados. En los pabellones, en realidad, nunca llegaron a adquirir una entidad especial, porque todos ellos preferían primar el baile o las demostraciones regionales antes que otros estilos musicales menos disipados. Hubo sorpresas en algún pabellón -la actuación, por ejemplo, de Embryo, amparados bajo bandera comunitaria, o los encuentros de música contemporánea presentados por el sorprendente y reconfortante pabellón suizo-, pero en la mayoría de los casos -incontrolables, por otra parte, si no se residía en permanencia en el recinto ferial o se disponía de privilegiadas fuentes de información- la experiencia no pasó de anécdota y no quedará en la lista de acontecimientos a recordar. En menos ocasiones entraron por la puerta grande. Así sucedió, aunque con resultados bastante dispares, con las tres jornadas de jazz o con la semana de nueva música.

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Con mayúsculas

El jazz con mayúsculas hizo acto de presencia, pero los resultados no merecerían tratarse con mayúsculas porque el exceso de pretensiones estuvo a punto de acabar con el invento. Un acontecimiento faraónico como la Expo no podía vivir unas jornadas jazzísticas normales, así que se escogió el más amplio local del recinto y se montaron tres gigantescos y maratonianos homenajes a músicos fundamentales en la historia de esta música: Charlie Parker, John Coltrane y Miles Davis. Entre cuatro y seis horas de música por noche, con un desfile de nombres que podría llenar una programación regular durante una temporada.

Conciertos excesivamente largos y agotadores incluso para los seguidores más incondicionales, en los que, por contra, los músicos casi no tenían tiempo de calentarse. Este punto fue dramático en la sesión dedicada a Parker, por la que desfiló, sin orden ni concierto, media enciclopedia del jazz, dejando siempre la miel en la boca.

Con menos pretensiones y conciertos más pensados y concretos, la misma inversión de esfuerzo y dinero podría haber alcanzado altas cotas. de interés, porque una buena parte de los nombres más importantes estuvieron presentes en los conciertos realizados durante la Expo en Sevilla, aunque no se notase.

El gigantesco auditorio no llegó a llenarse, pero tampoco podía esperarse más, en especial cuando las dificultades para comprar las entradas sólo entorpecían el interés de los aficionados.

A pesar de todo, actuaciones como las ofrecidas por Pharoah Sanders,. Winton Marsalis o Herbie Hancock merecen un recuerdo.

Las nuevas músicas (por poner algún nombre a un estilo que se caracteriza por su dificultad de clasificación) tuvieron más suerte, tal vez porque la responsabilidad compartida con la universidad y su experiencia en este campo se dejaron, notar. La semana se presentó sin ínfulas de grandeza y los resultados fueron realmente Satisfactorios, tanto en el aspecto artístico como en las cifras (sorprendentes) de asistencia. La sola presencia de Karl-heinz Stockhausen en la Maestranza ya hubiera servido para justificar esta semana, pero otros nombres perfectamente seleccionados y dosificados completaron un programa cargado de interés. A recordar Piano Circus o la London Jazz Compossers Orchestra.

En este caso, el hecho de que una parte de los conciertos se celebrasen fuera de la Expo, en locales más adecuados y sin el problema añadido de la compra de entradas, ayudó a conseguir el mencionado éxito.

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