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Exposiciones desiguales y con poco público

Salvo la antológica montada en la cartuja de Santa María de las Cuevas en torno al año 1492, las exposiciones dispersas en los pabellones han sido muy desiguales. Sólo dos piezas originales había en el de Grecia, y del ajuar del señor de Sipán -exhibido en el de Perú- sólo se ha expuesto 19 piezas originales de las 600 halladas en 1987. Los pabellones de España, Portugal, la Santa Sede, Ecuador, Nigeria o, Bélgica -por citar países de latitudes y recursos distantes- ofrecían panorámicas más completas, sobre todo compuestas mayor¡tariamente por piezas originales.Apenas designada Sevilla como sede de la Exposición, una corriente de opinión pidió que fuera la propia ciudad el recinto expositivo: se trataba de aprovechar las inversiones para resanar los problemas urbanos, restaurar los muchos monumentos de primer orden en pésimo estado de conservación y rehabilitar los también muchos espacios nobles sin uso y en estado de abandono. Se decidió crear el recinto de la isla de la Cartuja -hay que decir que la Expo ha pasado por la ciudad histórica como los americanos de Bienvenido, Mr. Marshall-, y fue el pabellón de Sevilla el que recogió la idea, optando por la dispersión en diversas sedes de la ciudad: catedral, basílica de la Macarena, estación de la plaza de Armas, conventos de San Clemente y Santa Inés.

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Su vida interior ha sido agitada (destitución de su comisario, Jesús Aguirre, apenas se produjo el relevo del PSOE por la coalición PA-PP en el Ayuntamiento y posterior nombramiento de Ignacio Montaño), y su acción exterior, desigual. La falta de información ha hecho que excelentes exposiciones se hayan quedado vacías: las pri , sas originadas por el relevo se han notado. La catedral -con la exposición Magna Hispalense y un magnífico cielo de conciertos- ha sido la estrella absoluta.

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