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El G-7 pide a Yeltsin la retirada militar del Báltico

Un año después de que el presidente soviético Mijail Gorbachov se fuera de Londres con las manos vacías, su sucesor en Moscú -aunque dirija un Estado diferente- , Borís Yeltsin, llegaba a Múnich dispuesto a que no le sucediera lo mismo. Y los líderes de los siete países más ricos de la Tierra (G-7) no parecían tener muy claro cómo recibirle. Quieren que "salga reforzado" de la reunión, pero ni están dispuestos a aplazar el pago de la deuda de la antigua Unión Soviética ni renuncian a presionarle en otros temas. El precio político que exige el Grupo de los Siete es que Yeltsin "mande una clara señal" sobre la retirada de las tropas de la Comunidad de Estados Independientes de los tres países bálticos.

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El canciller alemán, Helmut Kohl, tuvo que poner ayer un plato más en la cena. El presidente ruso, Borís Yeltsin, adelantó un día su llegada a Múnich y su anfitrión no tuvo más remedio que añadir una novena silla a la mesa redonda del G-7, a la que hace tiempo que se sumó el presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors."Normas de cortesía", explicaban los funcionarios alemanes, que se vieron sorprendidos por el anuncio de Yeltsin, a quien todos esperaban esta mañana. Esas normas de cortesía no han impedido, sin embargo, que el Grupo de los Siete tenga algunos detalles dirigidos a parar los pies al lider ruso.

El portavoz de la presidencia francesa, Jean Musitelli, reconocía que la primera sesión de la tarde de ayer se dedicó exclusivamente a un examen de la situación en la CEI y del problema de las centrales nucleares. Se trataba, en cierto modo, de ponerse de acuerdo en cómo tratar a Yeltsin. Los representantes de Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido, Italia, Canadá y la CE se mostraron de acuerdo -tal vez recordando que el intento de golpe de Estado en la URSS siguió a la salida de Gorbachov con las manos vacías de otra reunión del G-7- en que el líder ruso "tiene que salir reforzado de Munich".

El secretario norteamericano de Estado, James Baker, era el primero en salir públicamente en defensa de Yeltsin: "Los 1.000 millones de dólares de ayudas del Fondo Monetario Internacional a Rusia abren la vía para una generosa ayuda adicional que todos apoyamos", afirmó. "Además, confío en que el Club de París actúe rápidamente para reprogramar los pagos de su deuda", añadió Baker antes de concluir que "ello debe ayudar a que Rusia continúe con su plan de privatizaciones y su nuevo programa económico".

Esto, sin embargo, no va a impedir a los siete sacar un rendimiento político. El retraso en la retirada de las tropas de la Comunidad de Estados Independientes estacionadas en los países bálticos, dijeron, "no está justificado ni es justificable". Yeltsin deberá comprometerse a dar una señal clara de sus intenciones, que podría consistir en evitar el envío de tropas de refresco a Estonia, Letonia y Lituania, y a empezar inmediatamente la reducción de los efectivos militares.

El problema de las Kuriles

En cambio, el asunto de las islas Kuriles, que la URSS ocupó en los últimos días de la II Guerra Mundial y que Japón reclama, ha pasado a ser considerado como un problema bilateral que ni siquiera ha sido citado en la declaración política.

Los siete avisarán también al líder ruso sobre los peligros sociales de una hiperinflación. El presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, aseguró que en los últimos cuatro meses la inflación en la CEI ha sido de un 650%. Pero los diversos portavoces de los países más ricos de la Tierra se han ocupado personalmente de explicar que la cumbre no tomará decisión alguna sobre la moratoria de dos años para el pago de la deuda de la antigua URSS, solicitada por Yeltsin.

"Éste no es el sitio para decidirlo", explicaba con cierta frialdad el portavoz alemán, muy en línea con lo dicho el lunes por el director ejecutivo del FMI, Michel Camdessus. Todos han coincidido en que el Gobierno de Moscú debe dirigirse al Club de París para conseguir una prórroga, como hicieron en su día los países latinoamericanos.

Insisten también los miembros del G-7 en que estas cumbres son lugares para negociar, "no para venir con imposiciones amenazas", en clara referencia las declaraciones del propio Yeltsin el pasado fin de semana sobre las presiones a que está siendo sometido por el FMI. A este respecto, los líderes del G-7 se han querido desmarcar, una vez más, de lo que consideran que no les compete. Ya en la pasada reunión de primavera del FMI, los ministros de Economía y Finanzas del Club de los Siete dejaron claro que el Fondo Monetario Internacional es quien marca las reglas del juego cuando concede sus préstamos. Y ahora se ha vuelto a repetir.

El último de los temas de la agenda del G-7 en relación a Rusia, las ayudas occidentales para garantizar la seguridad de sus centrales nucleares, ha quedado en nada. La propuesta alemana de destinar cerca de 700 millones de dólares a ese proyecto no ha encontrado el apoyo de Estados Unidos y Japón. Sólo Francia, entre los países europeos, se ha mostrado ilusionada con la petición de Kohl. Los sherpas, sin embargo, trabajaban en un nuevo borrador del proyecto que podría volver a presentarse hoy.

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