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La conversión argentina

Estamos presenciando el despuntar de una nueva Argentina. Tanto en la escena internacional como en los estilos nacionales se ha entrado en una conversión de 180 grados. Críticos independientes dicen que se está haciendo lo que debió hacerse hace 40 años. O que, por fin, se ha escuchado el somatén del llamamiento de José Ortega y Gasset, quien vivió en Buenos Aires y tiene una calle con su nombre, cuando les dijo: "Argentinos, a las cosas".Pese a los antecedentes de arraigado nacionalismo aislacionista que resistió a todas las iniciativas de congregación interamericana, y pese a los indicadores de frialdad con el mundo aliado y occidental, en la 11 Guerra Mundial, que por poco compromete la inclusión del país como miembro fundador de la ONU, pese también a su invención de la tercera posición, la Argentina, en los últimos dos años, ha logrado insertarse rotundamente en el mundo de Occidente, entrar en franca y decidida cooperación con Estados Unidos, así como con la Comunidad Europea, enviar naves al Golfo Pérsico y adoptar nuevas actitudes en debates y votaciones de la ONU.

Del viejo aislacionismo no queda ni el resfrío con Inglaterra, posterior a la guerra de las Malvinas, pues el Gobierno del presidente Carlos S. Menem ha logrado restablecer relaciones y hacerlas cordiales, sin declinar posiciones en cuento a la soberanía en el archipiélago, cuestión que se mantiene, por ahora, bajo un paraguas mientras unos y otros actores se empeñan en renovar antiguos vínculos y reavivar el comercio.

Pero es en el panorama latinoamericano donde han avanzado las cosas en pos del ideal integracionista continental, del cual Argentina se ha hecho adalid, pero comenzando, en aras del realismo pragmático, por una estrecha relación entre los países de la Cuenca del Plata. En marzo de este año firmaron los presidentes de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, la creación del Mercosur, un paso positivo en la integración latinoamericana, tendiente a la generalizada liberación de aranceles para la libre circulación de bienes y servicios con una política comercial común, un movimiento de 5.500 millones de dólares por mes y un producto bruto conjunto similar al de España, en beneficio de una población de 200 millones de personas que se estima serán 225 en el año 2000. Esto es tanto más importante cuanto que entre esos países se han sucedido varias guerras y existía hasta hace pocos decenios una franca rivalidad, sobre todo entre Argentina y Brasil, y, además, queda en la historia la huella de la inaudita guerra de la Triple Alianza que ensangrentó por cinco años, entre 1865 y 1870, a esos mismos países.

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En más anchas perspectivas, Argentina ha actuado a fondo para lograr la ampliación del Grupo de Río, hoy con 13 países claramente democráticos que, además de México, los andinos y los del sur, incluye a Costa Rica y Jamaica. El grupo, junto a Sela y Aladi, aviva con empeño la marcha integracionista con sentido concreto, más allá de la etapa declamatoria que preparó el terreno.

Prosiguen, además, las tratativas con Chile y Bolivia, con miras a avanzar en su incorporación, ya que el Mercosur "queda abierto para el ingreso de cualquier país o grupo de países de la región". Hace poco, parlamentarios de seis países suramericanos acordaron, en Santiago de Chile, crear un parlamento subregional del Cono Sur para impulsar la integración. Argentina, Paraguay y Bolivia convinieron en un plan conjunto de labor contra el narcotráfico. A su vez, Argentina firmó con Bolivia la instalación de un Consejo Permanente Boliviano-Argentino de Relaciones Internacionales. Bolivia, que también es miembro del Grupo Andino, actuaría como bisagra entre los andinos y los del sur.

También es de 180 grados el giro dado por la Argentina en el frente económico. A la era del estatismo à outrance ha sucedido un régimen de privatización total y audaz en una línea liberal de sentido social. El drástico plan económico ha establecido la libre convertibilidad ante las monedas extranjeras que, en el marco del mercado libre, apunta hacia un austral estable. La ley obliga al Banco Central a mantener reservas de oro y divisas de libre convertibilidad, igual a la base monetaria circulante, con miras a un equilibrio fiscal considerado indispensable.

Los primeros capitales extranjeros a acudir por el camino de las privatizaciones han sido los de España en el campo de las telecomunicaciones y de las Aerolíneas Argentinas. Lo de Aerolíneas ha significado la cancelación de 2.000 millones de dólares de deuda externa y 260 millones de dólares en efectivo. Así también las privatizaciones completadas en la red de telecomunicaciones han permitido cancelar 5.000 millones de dólares de deuda externa, al tiempo que se han obtenido 220 millones de dólares en pagos y se espera vender acciones al público por 350 millones, sobre todo en el interior del país.

El plan contempla un agresivo programa de nuevas privatizaciones en los campos de energía, los servicios sanitarios y ferrocarriles. En todo ello se busca recuperar deuda externa e interna y reducir los gastos del Estado. Por ejemplo, para la concesión de distribución y comercialización de energía, Servicios Eléctricos del Gran Buenos Aires estudia ofertas de consultores de empresas de Alemania, Canadá, España y Suiza. Las respectivas listas de bancos garantes se examinan y aprueban por el Banco Mundial.

En petróleo se comenzó por disponer la transformación de la gigantesca YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) en sociedad anónima y se busca su asociación con firmas privadas para la explotación de determinadas áreas. Se han vendido zonas periféricas y centrales petroleras.

Con cooperación técnica de la ONU se ha iniciado la preparación de los servicios de agua potable de Obras Sanitarias para la privatización sobre el modelo francés de la Compagnie Générale Lyonnaise. Así se transferirá por 20 años a una .empresa privada los derechos de manejo de la empresa y ya hay dos depositarios de más de 10 millones de dólares interesados en la adjudicación. Se espera una inversión de 800 millones. Se trata así de emprender en urgentes medidas para remediar las filtraciones y escapes de agua y de desagües y remozar la vieja red de servicios, ya de 75 años, que apenas logra atender las necesidades de la mitad de Buenos Aires, mientras la otra tiene fosas sépticas o letrinas.

Comparada con la empresa que provee agua y servicios en Barcelona para una población equivalente, resulta que la española funciona con un número de empleados seis veces menor que la de Argentina.

Salvo uno, se han privatizado los canales de televisión; también se han otorgado concesiones para el mantenimiento de caminos. Se ha adjudicado una línea ferroviaria Rosario-Bahía Blanca. Se han puesto en licitación 18 buques de la empresa estatal Elma.

Se estudian medidas análogas en cuanto al gas y se comenzará por licitar oleoductos y gasoductos. Se privatizarán industrias en el área de defensa en acero, petroquímica, aeronáutica, astilleros. Así también, la casa de moneda. Los puertos serán transferidos a las provincias y los bancos provinciales se privatizarán.

Por su parte, las provincias están emprendiendo en programas paralelos de privatización y ya la de Corrientes lo ha hecho con los servicios de electricidad y agua. La municipalidad de Buenos Aires ha privatizado el control de estacionamientos, el mantenimiento de calles y veredas -si bien aún no se perciben resultados en este aspecto-, la propaganda comercial en vías públicas, los complejos polideportivos, el uso de centros de abastecimiento, el jardín zoológico, las playas de estacionamiento y se estudian otros más.

La provincia de Buenos Aires ha convocado a la actividad privada para la puesta en marcha y explotación del Parque Industrial del Mercado Central, la Zona Franca Turística de La Plata, el desarrollo turístico del delta de Buenos Aires, hoteles, casinos, teatros, gasoductos, una central termoeléctrica, un ferrobús, la red telegráfica, el correo y la mensajería oficial, la red de gas natural, etcétera.

Otro giro sustancial ha sido el de las decisiones para la reactivación y el crecimiento agropecuario, que era el sector permanentemente castigado y preferido de los programas de mitad de siglo. Se ha dispuesto la eliminación de retenciones y trabas sobre productos agropecuarios y procesados; se han abierto créditos del Banco de la Nación hasta de 20.000 dólares por productor y se ha otorgado la exención de impuestos y refinanciación de pasivos del agro, así como bajas en los transportes.

En cuanto a la reforma del Estado aprobada por el Parlamento, se intenta emprender en las privatizaciones y en desmontar la proliferación burocrática de una ingente y astronómicamente costosa maquinar1a estatal que ha devorado recursos, anulado iniciativas, promovido la inflación y desequilibrado los presupuestos nacionales, amén de generar empresas estatales en bancarrota.

Varias de las empresas del Estado en trance, de privatización están realizando pruebas piloto con la venta de inmuebles disponibles con las posibilidades de pago en bonos de la deuda interna. También el Gobierno ha propuesto a los diversos acreedores del Estado participar en los procesos de privatización.

La inflación, que llegó a la hiperinflación de un 3.200% en 1989 y a un abismal volumen de déficit causado por las empresas del Estado, ha servido como mejor estimulante para los pasos dados por una Argentina que no quiere volver a vivir experiencia semejante.

Con su nueva conciencia internacional y tina búsqueda de mercados y de amigos, el gran país austral se esfuerza por hallar soluciones a viejos problemas acumulados en décadas de déficit, burocracia, inflación y caos, en un empeño denodado de conversión en su marcha por un cambio decisivo de viejos procedimientos.

Claro que a los argentinos les queda mucho por hacer para salir de su compleja situación, pese a tener el privilegio de un rico país atiborrado de recursos. Falta resolver los problemas de la educación, de la salud, de los jubilados, de un sindicalismo anacrónico, de la corrupción, del narcotráfico, de la preservación ecológica. El presidente Menem no quiere, ha dicho, un Estado bobo, indiferente ante las desigualdades sociales: "Queremos que el Estado se vuelva a ocupar de las cuestiones esenciales como salud, educación, defensa y acción social".

El panorama es difícil pero están avanzando los argentinos en la dirección acertada. Lo han percibido así personalidades mundiales que les han dado voces de aliento: el presidente Bush, lord Montgomery, Guy Sorman, Simon Peres, entre otros, así como los dirigentes del Banco Mundial, el FMI y el BID. En todo caso, es de advertir el denodado esfuerzo de: un gran país suramericano en su valeroso empeño de cambio que, por sobre viejas posiciones de cerrazón nacionalista, hoy se ha abierto al mundo y ha logrado dar bastante más que un cuarto de conversión.

Miguel Albornoz es escritor. Fue embajador de Ecuador en la ONU.

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