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'Innisfree', el filme más sugerente del Festival de Cine de Barcelona

Situación curiosa la que se planteó ayer en el Festival de Cine de Barcelona. Mientras Innisfree, de José Luís Guerín, único largometraje catalán programado, se exhibía al público en la sección competitiva, el productor del filme" Paco Poch, confirmaba su estreno comercial para hoy mismo, antes por tanto de saberse el veredicto del jurado que concede el jugoso Premio Europa. La segunda propuesta de ayer en lo que a la selección oficial se refiere fue una modesta película italiana, Le cinque rose di Jennifer. La noche del jueves, un pletórico Raúl Ruiz, con su The golden boat, dejaba en evidencia al festival en uno de los pocos puntos negros que su desarrollo hasta hoy ha mostrado: los pases únicos.El ejemplar filme de Guerín es una propuesta arriesgada, que mezcla documental con breves momentos de ficción y que, según su propio realizador (véase EL PAÍS de ayer) se pretende completamente ajeno a la estétiea e intenciones del documental más al uso, el televisivo. En todo caso, este homenaje apasionada a Irlanda y al cine en la persona de John Ford y su El hombre tranquilo ha mostrado mucha más ambición y solidez que cualquierotro de los filmes vistos hasta, hoy en concurso.

De Le cinque rose di Jennifer, un modesto filme rodado en Nápoles por Tominasso Sherman, poco hay que decir. Se pretende una reflexión sobre las formas de la representación y se queda a medio camino entre comedia y drama homosexual arrastrado y penoso. Las pocas ideas convincentes que despuntan en la película se estrellan contra la falta de oficio de su máximo responsable, a pesar de los esfuerzos de un estimable elenco de actores.

Apátrida genial

Todo lo contrario de lo que le ocurre a ese apátrida genial que es el chileno Raúl Ruiz. Tras muchos años de rodar portentosos -y en España desconocidosfilmes cuyo denominador común es una desbordada imaginación y un arrollador sentido del humor y de hacerlo, además, en Francia y con el respaldo inequívoco de la crítica, se fue a EE UU para hacer una producción barata que rodó en 12 días a partir de un guión escrito en 48 horas.Como muchos de sus filmes anteriores, éste es también una inmensa broma a costa de los estereotipos del cine comercial USA, empezando por un impagable asesino que, no contento sólo con eliminar tajantemente a sus víctimas, llora desesperadamente por el amor de una mujer a la que brinda serenatas al son de una canción mexicana, La barca de oro del título. La ma.siva afluencía de público dejó pequeña la lala del Principal en que se exhibió el filme, y puso el dedo en la llaga de uno de los problemas que plantea la programación del festival este año: la no repetición de películas que como la de Ruiz o el programa de cortometrajes de David Lyneh han hecho imposible su conocimiento por parte de un amplio sector de espectadores que se quedó sin entrada.

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