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EL CONFLICTO DE ORIENTE PRÓXIMO

Buitrago nunca se sintió un rehén en Bagdad

Mientras la delegación que consiguió la liberación de los rehenes celebraba una rueda de prensa, en los pasillos del aeropuerto de Madrid los españoles que vivieron la larga odisea en Irak recibían los abrazos y besos de familiares, y amigos. Juan José Buitrago, el diplomático español que fue capturado por los iraquíes en Kuwait y trasladado a Bagdad, manifestó a este diario que nunca se había sentido un rehén: "Siempre me he sentido un funcionario del Estado que cumplía con su deber". Reconoció que los iraquíes le habían tratado correctamente y que habían respetado su condición de diplomático. "Cuando el domingo nos dijeron que estábamos libres, casi no me lo creía", declaró.Buitrago quitó importancia a las tensiones registradas entre los 15 huéspedes de Sadam, que calificó de "fruto de las circunstancias de estar tanto tiempo retenidos". El último diplomático que abandonó la misión española en Kuwait declaró que le parecía muy bien el trabajo de la comisión no gubernamental que ha conseguido la liberación de 15 españoles y que tanto los liberados como todos los españoles "deberían estar contentos por el éxito".

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El diplomático español piensa irse a descansar unos dias para incorporarse posteriormente al Ministerio de Asuntos Exteriores, que decidirá su destino. Los dos representantes de este ministerio, el director general de Asuntos Consulares, Herminio Morales, y el subdirector general de África, Juan José Urtasun, que acudieron al aeropuerto a dar la bienvenida a los recién llegados, permanecieron en un discreto segundo plano.

Pisotones y codazos

Las dos salas de la terminal del aeropuerto de Madrid-Barajas en las que se encontraban los dos centenares de periodistas y otros tantos familiares fueron el marco de desmayos de ahogo, golpes con cámaras, pisotones y codazos a discreción. Los integrantes de cada bando se distinguían fácilmente. Mientras los familiares trataban de aplaudir el éxito de una gestión cuestionada por el Gobierno, los informadores se abrían el paso a codazos.

El intento de la portavoz de Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid, Isabel Vilallonga, de entregar un ramo de flores a Cristina Almeida fue uno de los esfuerzos más costosos que recuerda la diputada. Los cinco metros que la separaban de su amiga estaban ocupados por cámaras, redactores, fotógrafos, familiares y policías creando un lioso, cuadro que para sí hubiera querido un cineasta admirador de los hermanos Marx. Otros ramos fueron literalmente descapullados en el recorrido de la sala de prensa a la sala de recibimiento.

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