El filántropo feroz
Puntual como la crecida del Nilo, todos los años corre la especie de que si un escritor no es de izquierdas no gana el Nobel. Se ignora la fuente de esa idea, pero como todas las ideas recibidas -es decir, los prejuicios- manifiesta resistencia a prueba de bombas. Y de datos. Porque, con asomarse a la lista de los Nobel de Literatura de esta década quien se interese en estas cosas puede constatar que únicamente el llamado Gabriel García Márquez, que obtuvo el galardón en 1982, es izquierdista convicto y confeso. En 1986 el premio le cayó a un nigeriano desde luego no colonialista, Wole Soyinka; a partir de ahí la Academia Sueca se ha decantado siempre po gente de orden: Joseph Brodsky Naguib Mahfuz, Camilo José Cela, y ahora Octavio Paz. UltraPaz -literariamente un exquisito, humanistamente un espíritu rico- es en lo político un evidente ultra de eso que ahora se llama liberalismo, y que hace sólo uno años podía sin peligro de excomunión ser definido como neocapitalismo. Como Vargas Llosa, como una serie de intelectuales iberoamericanos, Octavio Paz basa su discurso político, más que en una explicitación programática de los supuestos milagros del liberalismo, en un constante ataque contra el régimen cubano; su vida y obra abunda en frases de este tenor: "El más activo y efectivo agente de la expansión totalitaria rusa en Latinoamérica es el régimen de Fidel Castro" * Tampoco los sandinistas se han ido de balde.El estatalismo de origen estalinista, siempre fementido en abstracto, siempre comparado en abstracto con las virtudes abstractas de La Democracia, ha sido la bestia negra de la especie de intelectuales a la que Paz pertenece: nunca caen en el funesto error de analizar en concreto qué circunstancias hacen posibles esos estatalismos, en cuyo surgimiento y consolidación no cabe decir que el bloqueo y la animadversión incansable de Occidente y La Democracia sean inocentes.Paz es de los que no desaprovechan congreso, mesa redonda, entrevista o suelto de prensa a la hora de ejercitar ese discurso intolerante en nombre de la tolerancia. El actual pensamiento justificador de Occidente se nutre de muchos talentos que, hace años, no justificaban lo mismo que justifican ahora. La ira de los conversos resulta terrible, porque sigue tratándose de creyentes. La posición política de Paz es áulica, aquiescente con el poder. Por tanto, queda ilustre y premiable. No en vano el lauro ciñe las sienes de quienes en la Historia se las arreglaron siempre para acabar diciendo, con la valentía que proporciona estar en el lado de los buenos: "Prefiero la injusticia al desorden", "No es esto, no es esto", "La revolución es la socialización de la miseria"...Lo peor para esa filantropía feroz es cuando las cosas se ponen concretas. La reciente polémica entre Vargas Y Paz en México -en unas jornadas de intelectuales en las cuales el hoy premio Nobel aparecía como factotum- sobre el poder omnímodo del Partido Revolucionario Institucional representa un buen ejemplo de los peligros de descender de las abstractas loas a La Democracia.
Evangelista
Una de las primeras películas del brasileño Glauber Rocha, Terra em transe, pinta sugerentemente -a través de la figura de un universitario embriagado por el caudillismo populista de Getúlio Vargas- el delirio de muchos intelectuales del Tercer Mundo y de Iberoamérica, mordidos por la angustia de curar el cáncer de sus sociedades. Getúllo y los suyos se veían a sí mismos como Mesías. Mario Vargas Llosa prefiere considerarse personalmente como Instrumento. Octavio Paz, más fiel a las abstracciones, se ha erigido en Evangelista.
El problema estriba en que no basta con imponer en las ideas la Buena Nueva; no basta con silenciar a quienes duden de que sea tan nueva y tan buena. El problema es que esa filantropía lleva aplicándose la tira de tiempo, y los resultados se aprecian todos los días, desde Guadalajara (que está en un llano) a Bagdad (que está en un palmeral).
Babelia
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