'Contra el viento', primera película española a concurso

Contra el viento, primera de las dos películas españolas que compiten en la sección oficial de San Sebastián 90, es el primer largometraje del gaditano Francisco Periñán, que no sólo lo ha dirigido, sino también escrito, aunque más y mejor lo segundo que lo primero. El filme austriaco Nunca en la vida comienza muy bien, pero se va deteriorando poco a poco, y aunque al final vuelve a elevarse, ya es tarde para recuperar su interés inicial. La turca Todas las puertas estaban cerradas sería mortal si su bella protagonista no resucitara con su mirada al espectador dormido.

Francisco Periñán ha urdido en Contra el viento una buena y dura historia de amor. Sin embargo, en su desarrollo escrito posterior quedan sueltos algunos hilos, que más tarde, a la hora de su conversión en imágenes, el director no puede o no sabe rectificar del todo. De otra manera, el buen relato que Periñán maneja da lugar a un guión bien ordenado, pero con tendencia a ofrecer exceso de información verbal respecto de cosas que necesitan por fuerza ser vistas y que, sin embargo, en la pantalla no se ven o se ven de manera insuficiente. Es un cuento complejo y difícil. La historia del amor incestuoso entre dos hermanos -Emma Suárez y Antonio Banderas-, que sabemos que son hermanos porque así nos lo dicen y no porque les veamos en algún rasgo, algún signo o algún comportamiento, ejercer como tales hermanos. Podían ser igualmente primos, ex novios o colegas de pandilla si así nos lo dijeran. No hay en la película ninguna imagen lo suficientemente poderosa, ninguna situación de la que se deduzca inequívocamente que cuando esta pareja hace el amor está violando el tabú ancestral de la cosanguinidad. De ahí que el hipotético incesto no esté en realidad representado, sino sólo enunciado. Y esto en cine no basta. Parece responsable evidente de esta carencia, más que Periñán guionista Periñán director. El talento interpretativo de Emina Suárez y Antonio Banderas está más que probado, y en Contra el viento ambos ofrecen algunos destellos de su fuerza. Pero sus interpretaciones están llenas de altibajos y es sabido que el mantenimiento del continuo interpretativo depende, más que del actor en cuanto tal, de la dirección del actor.Tierra movedizaEs ésta la que, a nuestro juicio, falla en el filme, y no los actores, a quienes se les ve con frecuencia flotar, buscar inútilmente tierra firme para que sus personajes se muevan con seguridad. Si el filme no remonta el vuelo, aunque está a punto de hacerlo en varias ocasiones, no es porque sus oficiantes no tengan alas, sino porque Periñán no les proporciona una pista de despegue, defecto muy frecuente en las llamadas óperas primas.Y no sólo en ellas. El austriaco Helmut Berger -actor y director al que no hay que confundir con su colega viscontiano del mismo nombre e igual nacionalidad- ya es un iniciado e incurre en idéntico defecto en su Nunca en la vida. Y no digamos el realizador turco Memduh Um, a quien una excelente actriz llamada Asli Altan le salva de la catástrofe. Ella sola hace prácticamente todo lo que merece la pena recordar de este filme olvidable.