El balance anual de Mercamadrid revela cambios sustanciales en los hábitos alimenticios
La refrescante imagen de un kiwi en rodajas, omnipresente en los más insospechados anuncios publicitarios, ha acarreado efectos muy concretos en el mercado de la fruta en Madrid. A pesar de que la naranja mantiene su trono en las preferencias de los madrileños, este pequeño fruto ha multiplicado por cinco su volumen de ventas, según el último balance de Mercamadrid. Las endibias y el salmón acompañan al kiwi en su vertiginosa ascensión en la cesta de la compra, mientras que otras verduras, como guisantes y espinacas, las patatas y los prohibitivos pescados y mariscos frescos andan de una irremediable capa caída.
Las pasadas Navidades significaron la caída del besugo y el pavo como platos estrellas de las comidas y cenas más pantagruélicas del año en favor del rosado salmón -fresco o congelado-, que, preparado de múltiples formas, fue el producto más recomendado por los expertos municipales en consumo por su buena relación calidad-precio ante las subidas generalizadas de los alimentos reconocidos como típicamente navideños.Desde entonces, y continuando con un año de ascensión, este sabroso pescado ha mantenido su espectacular subida en los gustos de los madrileños. Según las cifras del último ejercicio económico de Mercamadrid, el salmón ha sido, junto con el boquerón, el pescado que más ha incrementado su venta a los minoristas -y, por tanto, a los domicilios particulares- en todo el pasado año 1989, con una subida del 71% respecto al año anterior. La diferencia de sabor, más intenso y palpable, de este pescado respecto a otras especies tradicionales es, junto con un precio razonable, la baza que ha permitido al salmón auparse varios puntos en el porcentaje de toneladas vendidas en la pescaderías de Madrid.
Productos en alza
Como el salmón, catalogado como pescado blanco a pesar de su rotundo color rosáceo, otros alimentos no demasiado populares en los gustos de los consumidores de la capital se han desmarcado este último ejercicio como productos en alza en el hasta hace poco monolítico menú de la región.
Las suaves y frescas hojas de la endibia, anunciadas con o sin salsa de queso roquefort en todos los restaurantes de moda, no han podido arrebatarle el liderazgo a la popular lechuga como materia prima de la gran mayoría de las ensaladas domésticas de la ciudad, pero el auge de esta hortaliza en los últimos meses ha sido de tal envergadura que su presencia ha pasado de ser prácticamente inexistente a formar parte de la oferta -y la demanda- de casi todas las plazas y supermercados madrileños, sea cual sea su ubicación y el poder adquisitivo de su clientela.
Peor suerte han corrido otros productos tradicionales en la dieta madrileña. La venta de patatas ha caído un 7% en el centro de distribución de Mercamadrid como consecuencia quizá de la mala prensa que arrastra el popular tubérculo entre endocrinólogos y nutrólogos, nuevos gurús de la cocina familiar. Mientras tanto, el jugoso y fresco tomate, hortaliza comodín para ensaladas, guisos, salsas e incluso postres sofisticados, mantiene su primera posición entre las hortalizas más vendidas en la capital, seguida de lejos por las lechugas -paradójicamente procedentes de huertas de las industriosas localidades de Leganés o Getafe-, pimientos, judías verdes y cebollas.
En el extremo opuesto, otras verduras típicas en los menús de los más pequeños, como los guisantes y las vitamínicas espinacas, han sufrido una seria regresión, pero no en el plato, sino en las fruterías, ya que ambos siguen siendo muy apreciados y consumidos, pero en su modalidad congelada.
Congelados
La industria alimenticia del frío, con sus indiscutibles ventajas de precio y posibilidades de larga conservación, ha conocido una gran diversificación en el mercado madrileño.
De la tradicional merluza o calamares congelados se ha pasado a una inabarcable oferta de alimentos bajo cero. Desde el lenguado, el bacalao o el pulpo y la palometa en pescados, hasta la inagotable variedad de croquetas, patatas fritas de formas caprichosas, empanadillas y toda clase de verduras y pasta preparadas para tomar tras cinco minutos de cocción o freidora, las amas de casa han sucumbido a los encantos de los ultracongelados. Para muchos de sus incondicionales, se convierten en los más frescos de los alimentos tras unos minutos de microondas.
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