Un rincón reservado para uso del artista
En su residencia en Palma de Mallorca, Joan Miró se protegía en un rincón de hombre solitario. Allí no entraba nadie mientras él vivió. Aún quedan allí, en Son Boter, su estudio de animal reflexivo más que pintor; y, cuidadosamente preservadas por sus familiares y por los conservadores de la fundación mallorquina Pilar i Joan Miró, algunas de las muestras de sus inacabables ejercicios ilustrativos sobre imágenes inventadas, en algunos casos, o recordadas, en otros. Son sus grafitos los que, en la mayoría de las ocasiones, desvelan una personalidad un tanto distinta de la del Joan Miró oficialmente conocido y reconocido y representaba al hombre de carácter plácido y de palabra suave que, sin duda alguna, el artista también fue.
La exposición que se inauguró ayer en Barcelona entronca en gran parte con la imagen de ese Miró todavía anónimo, sólo conocido por quienes pudieron acercarsele y conocerle lejos de la convención que reclama la vida pública a todo artista reconocido. La selección incluye junto a los proyectos realizados otros que o no se terminaron o bien acabaron de forma distinta a la imaginada inicialmente por Miró.
Antepasada calcinada
En la exhibición se incorpora información de trabajo, anotaciones que el artista realizaba junto a los textos poéticos o al lado de sus primeros bocetos. El lenguaje mironiano es increíblemente claro e indudablemente malicioso: "Decir siempre mierda y puñetas", "limpiar los pinceles sobre el papel mismo", "ensuciar el borde"... son algunas de sus reflexiones.Uno de sus poemas, escrito en una amplia hoja destinada a ser ilustrada, de su puño y letra en francés, reza así: "Escupitajo de ametralladora sobre un vuelo de mariposas sonriendo ante el cadáver calcinado de una antepasada enterrada por una bandada de ruiseñores bailando una sardana".
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