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Samuel Fuller: "No hay que hablar de películas, sino hacerlas"

Andrés Fernández Rubio

Samuel Fuller, de 77 años, y ya un clásico de la dirección cinematográfica, utiliza un lenguaje muy directo para decir que "no hay que hablar de películas, sino hacerlas". El director de Yuma y de Perro blanco ha presentado en San Sebastián, fuera de concurso, Calle sin retorno, una historia sobre disturbios raciales que en muchos momentos demuestra que el cineasta sigue teniendo el pulso firme.

Conversador infatigable, Fuller dio una conferencia de prensa en la que respondió a dos preguntas en 80 minutos. Previamente, contó a este periódico sus proyectos recientes.Autor no demasiado prolífico, en los últimos tiempos parece trabajar sin descanso, y a Calle sin retorno ha seguido otra película, Tinikling, rodada en Filipinas, y que cuenta la historia de los dos últimos días de la lucha de Corazón Aquino contra Ferdinand Marcos. El título hace referencia a dos barras que se juntan y se separan mientras, en medio, una persona salta con el fin de que sus piernas no queden atrapadas entre ellas. También ha terminado un trabajo para televisión, de 48 minutos, filmado basándose en una historia de Patricia Highsmith. En sólo 12 minutos rodó un complicado guión con 8.000 gallinas, que son forzadas artificialmente por un granjero sin escrúpulos a poner huevos y más huevos, y que para vengarse acaban contangiando su neurastenia animal a la protagonista, interpretada por la actriz catalana Assumpta Serna.

"Hay tres cualidades que son absolutamente necesarias para que una actriz sea digna de ese nombre", dice. "Ha de tener corazón, ternura y furia. Serna cumple los requisitos al cien por cien".

En sus contadas y complicadas respuestas, llenas de giros, anécdotas al margen, gestos, muecas, y una gran capacidad para hacer visible lo que cuenta, Fuller insiste en que no existe la realidad sino los puntos de vista, por lo que cuando le dicen que sus películas son realistas "empiezo a preocuparme".

El cineasta cree que "es absolutamente imposible plasmar el realismo en la pantalla. Para ello se les tendrían que cortar de verdad la cabeza a los actores". Para el director, el cine y la vida son convención, epidermis a cuya profundidad sólo se puede acercar uno de manera difusa. "No me gustan las críticas que hacen aproximaciones psicológicas e intelectuales de las películas. Lo que me importa es la acción".

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