MEMORIA DEL EXILIO
El poeta gaditano recuerda en El Escorial a la que fue su musa
La memoria del exilio fue evocada ayer por uno de sus grandes protagonistas, Rafael Alberti, que habló de su larga relación con su esposa y musa, María Teresa León. Lo hizo en el marco del curso Poesía latinoamericana, que tuvo al poeta uruguayo Mario Benedetti como el otro ponente. Paralelamente se inició el curso La otra cara del exilio: la diáspora del 39. El curso del exilio se abrió con la lectura de un texto de María Zambrano que resumía su experiencia "como una hora de amanecer trágica y de aurora, en la que las sombras de la noche comienzan a mostrar su sentido y las figuras inciertas comienzan a desvelarse ante la luz en que se congrega pasado y porvenir".
Rafael Alberti: "María Teresa era la más guapa"
Rafael Alberti recordó ayer en los cursos de verano de la universidad Complutense en El Escorial la imagen de la que fue durante muchos años su esposa y su musa, la también escritora María Teresa León, fallecida después de una larga enfermedad el pasado 14 de diciembre. Con ella -"la chica más guapa de Madrid"-, Alberti vivió la España republicana y la España de la diáspora, hasta el largo exilio que vivieron ambos en Italia y el regreso definitivo a Madrid cuando volvió la democracia.No era la primera vez que Alberti se refería en público a su larga relación con María Teresa León, pero sí la primera vez que lo, hacía de viva voz. En su serie La arboleda perdida, que publica quincenalmente en EL PAÍS, ya le ha rendido varios homenajes, el más emotivo de los cuales fue referido justamente al día del entierro de la mujer que fue su compañera.
"Es la primera vez", dijo Alberti, "que se me presenta como viudo de María Teresa León en una conferencia. Pero yo, en realidad, soy el viudo de María Teresa León, que murió con 83 años, me parece, y yo tengo 86, camino de los 87.
"Quiero decir, primero, como primeras palabras, que María Teresa León era una muchacha maravillosa, quizá, si presumo de machista, la chica más guapa de Madrid. No se podía andar con ella por la calle porque la calle se paraba y había tipos que decían piropos no finos, otros groseras, y yo tenía que ir siempre de guardia".
Pequeña crónica de escándalo
"Cuando conocí a María Teresa León estaba casada, pero separada, y lo primero que hicimos fue marcharnos a la isla de Mallorca, y todos los periódicos dijeron: 'George Sand y Federico Chopin se acaban de marchar a las islas Baleares'. Ese Federico Chopin, esa George Sand éramos María Teresa y yo. Hicieron su pequeña crónica de escándalo. Pequeña porque entonces el escándalo en los periódicos era más pacífico que ahora, y no traían tantos líos como meten ahora. Total, unas cuantas crónicas divertidas y yo empecé a vivir con ella. Estalló la guerra".
"Estalló la guerra, y María Teresa era una mujer muy valiente, muy audaz, excesivamente. Llevaba una pistola al cinto que no disparo nunca, iba a los frentes, dirigía la Alianza de Intelectuales conmigo y con José Bergamín. Un día llegaron a incautar el edificio de la Alianza para una organización que llamaban la Contraguerra. Entonces la vi pegarle una tunda de trompadas y de bofetadas. Pensaba que la iban a. matar, pero no sacaba para nada la pistola".
"Su actuación en la guerra fue eficaz y magnífica. El Ejército del centro, sobre todo el V Regimiento, sacó unos cuantos actores jóvenes que estaban haciendo el servicio militar y se los entregó a ella para hacer las guerrillas del teatro. A la vez dirigía el teatro de la Zarzuela en Madrid. Nada menos, el mejor teatro que había en esos momentos. Trabajó en la guerra con gran pánico, porque en medio de las obras que se estaban representando había bombardeos tremendos y la gente se tenía que aguantar en el teatro. Se hicieron obras magníficas. La tragedia optimista, una obra soviética muy buena, y Los títeres de cachiporra, de Federico García Lorca, que se representaron por primera vez. Una zarzuela muy divertida que se titulaba Chapeau Margot. Pero, a la vez, María Teresa dirigía la guerrilla del teatro, y esto suponía un valor y una audacia muy grandes, porque no era broma ir a hacer el teatro en la misma trinchera. Íbamos al borde de las trincheras y salían los soldados, que siempre eran campesinos españoles, gentes del pueblo. Allí montábamos un teatrito ambulante que llevábamos en un gran camión".
"Se daban a la vez obras breves, muy preciosas, de Calderón, Lope de Vega y Tirso de Molina. Comprobamos que el humor del teatro clásico español estaba completamente vivo entre el pueblo. Las cosas que más se celebraban eran las obras de estos autores. Había un silencio extraordinario que a veces era interrumpido por la aviación, y todos los actores, toda la gente, se tiraba al suelo mientras duraba el bombardeo
"María Teresa intervino en tantas cosas en, la guerra, en el frente de Toledo, en la retirada de Talavera. En esa ocasión pasó una cosa divertida. Había una organización en Madrid que se llamaba Los sin Dios. En la retirada venía un camión con el letrero de esa gente, y los campesinos que encontrábamos por la carretera gritaban: 'Que vienen los indios, que vienen los indios".
El Prado
"Fuimos a Toledo con idea de salvar el cuadro del Conde de Orgaz, pero no nos dejaron sacar nada, quizá intuyendo la próxima llegada del general Franco. Teníamos idea de sacar el San Mauricio del Greco, y sacamos del Museo del Prado un Velázquez y dos Golias. Hicimos con ellos un tubo, como un anteojo enorme, y lo mentamos en un camión. En la mitad del camino nos sorprendió un bombardeo. Ardieron los pinares. Pero fortuitamente no fuimos alcanzados. Los llevamos al Banco de España, pero no hubo forma de bajar aquel tubo enorme, y finalmente tuvimos que dejarlos en los sótanos del Museo del Prado".
"Largo Caballero nos autorizó a María Teresa y a mí para entrar en el Museo del Prado. María Teresa y yo evacuamos el Carlos V de Tiziano y Las Meninas. Pedimos al Ejército el camión más grande que tuvieran. Alguien de las Brigadas Internacionales nos procuró uno. Salimos con él en dirección a Valencia. Antes de partir arengamos a los soldados que se hacían cargo del convoy diciéndoles: 'Llevamos las obras más colosales del arte universal. Nadie hablará de los muertos de esta guerra, pero si los cuadros se pierden será un desastre para la humanidad'. Inmediatamente, los soldados dejaron de fumar. En el momento de partir el convoy erripezó un combate de artillería y quedamos sobresaltados. Pasadas varias horas llamó Renaul diciendo que había llegado bien".
"Así se evacuaron 1.300 obras maestras, que fueron a parar a Ginebra. Antes de ser devueltas al general Franco se hizo una exposición que sería imposible repetir".
Alberti cuenta y cuenta. No pierde la sonrisa. Pretende, con aquellos recuerdos amorosos de días terribles, divertir a su auditorio. Alberti, el actor de sí mismo, el viejo maestro que siempre supo que vivir es estar vivo, siguió contando del éxodo hacia Francia, de Picasso y su generosidad, de cómo fue argentino durante 24 años, de su partida hacia Italia y de los días con María Teresa en la vía Garibaldi de Roma.
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