Ernesto Sábato: "El precio por acceder a la lucidez es muy alto y doloroso"
El escritor argentino, apartado de la literatura hace 10 años, rompe su silencio
La lucidez que todos atribuyen a Ernesto Sábato le ha llenado el recuerdo de cicatrices. Dolores que intenta ahuyentar. A sus dos pasiones confesadas, la literatura y la pintura, añade ahora el escritor otra: la ciencia matemática.Pregunta. Antes de dedicarse a la literatura vivió una experiencia profesional como investigador científico que al parecer acabó por ahogarlo y determinó su dedicación posterior. ¿Ha llegado alguna vez a sufrir el mismo hastío por el ejercicio literario?
Respuesta. Debo dividir un poco su pregunta, porque el problema es más complejo, ya que hubo simultáneamente dedicaciones opuestas, a la matemática y a la literatura. En mi adolescencia las verdaderas pasiones eran por la pintura y la literatura y nunca las abandoné, aun en mis tiempos de investigación científica. Por ejemplo, cuando en 1938 y 1939 trabajé en el laboratorio Curie yo estaba escribiendo una novela, que amenazaba con ser muy vasta, titulada La fuente muda.
P. Se parece a un verso de Antonio Machado.
R. Por supuesto, es de un poema suyo. Siempre me subyugó, como poeta y como hombre.
Fue quemada
P. Pero no está entre las novelas que conocemos.
R. No, claro que no, fue finalmente quemada, como la mayor parte de lo que he escrito o intentado escribir. En realidad, sólo publiqué muchos años más tarde un par de capítulos en la revista Sur, que dirigía Victoria Ocampo. Creo que fue por el año 1947 cuando, en París, Felisberto Hernández los leyó y me instó fervientemente a publicarlos. Hernández es uno de los escritores más originales de nuestra literatura rioplatense. Le decía que nunca abandoné en mi larga vida aquellas pasiones de mi infancia y adolescencia. Pero desde que me dediqué a las ciencias matemáticas no me sentí inclinado a publicar nada, me parecía poco serio.
P. ¿Por qué?
R. No sé, una tontería, una especie de pudor. Se me ocurría que era algo un poco impúdico.
P. Sin embargo, hay hombres como Robert Musil, uno de los más grandes escritores de lengua alemana, que hasta su muerte fue físico y escritor.
R. Sí, ya sé, conozco bien el caso, pues admiro mucho a Musil. Usted me preguntó al comienzo algo sobre la lucidez y le dije que nunca tuve la suficiente lucidez para entender lo que pasa en nuestra alma, región en la que, como sabrá, no rigen las razones de la cabeza sino las del corazón, aquellas famosas raisons du coeur de Pascal.
P. Menciona usted de nuevo un ilustre ejemplo de escritor y matemático.
R. Sí, pero dejando de lado su grandeza, advierta que él no escribió novelas. Por ahí viene lo de la pudicia. ¿Qué más púdico que una novela? ¿Un hombre serio publicando secretos abominables? No obstante, en los últimos tiempos mi abandono de la literatura no ha sido por hastío. Nada de eso, simplemente fue la grave enfermedad en mi vista.
P. A primera vista parece bastante curioso dedicarse a la pintura porque la vista no funciona bien.
R. De cualquier manera, el tamaño de los cuadros me permite lo que no me permite la pequeña letra de la lectura o la escritura.
P. Contemplado desde el exterior, un creador de su naturaleza parece, sobre todo, el producto desde el compromiso total para con la obra. Pero, ¿cuál es el precio que hay que pagar en el terreno de la privacidad por haber accedido al fin a la lucidez?
R. Es muy optimista pensar que yo he accedido a la plena lucidez. Por el contrario, cada día más que pasa siento el mundo y sobre todo la realidad del hombre -que es el objetivo de un escritor- más inexplicable, más confusa, más ambigua. En todo caso, el precio que se paga es alto, muy alto y doloroso. Al menos en mi caso.
P. Sus conversaciones con Carlos Catania, publicadas bajo el título Entre la letra y la sangre, parecen recoger en cierto modo un balance testamentario de su vida. ¿Podría resumir esa posición proyectiva, ese mensaje de su experiencia?
R. No sé, es muy arduo resumir en dos palabras lo que allí está dicho en un volumen... Sea como sea, es una tentativa de dar mis ideas sobre la condición humana, especialmente en esta época de crisis total de la humanidad, el fin de los tiempos modernos. Y, en vinculación con ese tremendo problema, los problemas del artista de esta época.
P. Su visión de esta crisis, no sólo en este libro sino, y sobre todo, en Abaddon el exterminador, es apocalíptica. Es probable que muchos consideren esto como una exageración.
R. Sí, es probable. Que esperen un poco más.
P. En la época de la pasada dictadura militar usted fue reiteradamente amenazado de muerte. Está, pues, en posición de comprender la intolerancia y el fanatismo. Me gustaría, por razones de inequívoca actualidad preguntarle por la experiencia de Salman Rushdie ¿Qué siente un escritor en esas circunstancias?
R. Horror, ¿qué puede sentir sino eso? Todavía si sólo fuese por fanatismo religioso, pero encima se le paga al futuro asesino. De cualquier manera, no debemos juzgar a toda la cultura islámica por esa clase de espantos, como no podemos juzgar al mundo cristiano por la Inquisición.
P. En la época de la dictadura argentina usted expresó valientemente su repudio y sus denuncias, pero el establecimiento de la vida parlamentaria no asegura, por sí sola, la democracia del pensamiento. ¿No cree que en la vida política argentina se dan suficientes condiciones para que el intelectual siga alerta en sus posiciones críticas?
R. Por supuesto que debe seguir en guardia, siempre, en cada instante. La libertad no se instaura de golpe y para siempre con una simple elección: es un bien que hay que conquistar día a día, sobre todo en este mundo en que vivimos. De cualquier manera, Alfonsín pasará a la historia argentina por haber devuelto la libertad y el honor de los derechos humanos, cualesquiera que sean las vicisitudes que están ocurriendo por la tremenda crisis económica y sus consecuencias sociales. Todos nuestros países, y en particular la Argentina, viven la sangría implacable de la deuda externa. Ya se sabe que el Fondo Monetario Internacional no es una institución de beneficencia. Todo lo que el país gana con esfuerzo no alcanza ni para pagar la mitad de los intereses de esa deuda monstruosa de 60.000 millones de dólares. Esto no lo ha podido resolver Alfonsín y va a ser muy dificil que lo resuelva Menem.
Referéndum uruguayo
P. La experiencia del referéndum uruguayo, que termina, de hecho, con la revisión de la dictadura militar es un caso de superación de heridas no necesariamente cicatrizadas. ¿Cuál es su opinión?
R. Los crímenes cometidos por estas dos dictaduras fueron crímenes de lesa humanidad, con decenas de miles de secuestrados, torturados y asesinados. Se podría perdonar, como hace la Iglesia, cuando el culpable reconoce su culpa. Pero nó sólo no ha habido de parte de ellos reconocimiento de culpa sino que, por el contrario, se han enorgullecido una y otra vez de lo que hicieron, con el argumento de que así terminaron con la subversión terrorista. Pero terminaron reemplazando un terrorismo por otro peor. Y no como se hizo en Italia, mediante los tribunales públicos y dentro del respeto absoluto por los derechos de los incriminados.
P. Sus implicaciones en el terreno de lo social han hecho que su postura ideológica sea ampliamente conocida. Pero, ¿qué contradicciones hay entre el Sábato público y el privado?
R. Quiere saber si en mi casa yo torturo, por ejemplo. No, claro que no. Pero estoy lleno de imperfecciones horribles, que se pueden sospechar a través de las ficciones que he publicado.
P. Una obra de la intensidad intelectiva de la suya tenía necesariamente que detenerse en los fantasmas ancestrales del hombre, como el sexo, la religión, la muerte. Pero, ¿cuáles serían sus concreciones personales y puntuales sobre estos temas?
R. No obligo a nadie a leer mis libros, y no hago de eso una cuestión de simpatía o antipatía. Mi hermano Pepe jamás leyó un libro mío, y lo adoraba. Hasta hacía de esa actitud una especie de point d'honneur. No, no obligo a hadie a leerlos. Más aún, siempre tuve miedo de que mis dos hijos llegaran un día a leerlos, tan deshonrosos son. ¿Qué quiere que le diga ahora en dos palabras lo que en esas obras, sobre todo en las ficciones, he dicho a lo largo de centenares de páginas y no sólo con conceptos puros, como debería hacerlo aquí, sino también, y, sobre todo, con símbolos, mitos, delirios y brutalidades?
P. ¿Cuál ha sido su relación con el universo femenino?
R. Ha sido intensa y tumultuosa, qué quiere que le diga.
P. ¿Y la relación con su mujer?
R. Intensa y tumultuosa. ¿Qué quiere que le diga?
P. La historia de la literatura facilita numerosos precedentes sobre la relación del escritor con las artes plásticas. ¿Cómo se concreta en usted esta dualidad?
R. Mientras escribía, toda mi fuerza la coloqué en la literatura, tras abandonar la ciencia, y de esto ya hace casi medio siglo; al quedar mal de la vista toda esa fuerza la he puesto en la pintura.
P. ¿Cuánto hace de esto?
R. Unos 10 años, a partir de 1979, cuando me detectaron mi mal. Pero, en rigor, no puedo decir que hago eso desde hace sólo 10 años, pues durante toda mi vida estuve apasionado por la pintura, seguí sus movimientos, tuve amigos pintores casi siempre. Y, además, uno viene desde un arte con un bagaje estético que tiene validez en otro. Problemas de ritmos, de contrastes, de masas, de disonancias. También los temas vinculados a los grandes movimientos, que son legítimos, y a las modas, que son ilegítimas, propias de las artes menores como el vestido de mujeres o la decoración, pero inapropiadas y hasta funestas para las artes mayores.
P. ¿Realiza exposiciones?
R. No, hasta ahora la única vez que he expuesto ha sido en el homenaje que me hicieron en el Centro Pompidou el pasado mes de mayo. Un homenaje a toda la obra, que, por tanto, incluía la pintura.
P. ¿Conoce lo que se está haciendo en España?
R. Poco, pero lo bastante para creer que tiene grandes maestros y grandes perspectivas.
Profunda vergüenza
P. La vinculación de España a la CEE ha acarreado problemas como el de las medidas impuestas a los emigrantes latinoamericanos. Algunos intelectuales de América Latina han recordado como contrapartida la actitud fraternal que hubo hacia la inmigración de republicanos españoles. ¿Qué piensa?
R. Los españoles que vinieron a nuestros países fueron recibidos como hermanos en desgracia, sin exageración en las palabras que empleo. Para no hablar de los millones de españoles que vinieron a la Argentina y al Uruguay desde fines de siglo hasta las primeras décadas de este siglo. Pero es justo admitir que en esta emigración hacia España de latinoamericanos, y muy especialmente de argentinos, ha habido personas que huían de la tortura o la muerte, otros que buscaron en España, esta España próspera, lo que no encontraban en mi país, pero además miles y miles de aventureros sin escrúpulos, disfrazados de perseguidos políticos. Me da vergüenza esa resaca que es injusto identificar con el espíritu de los buenos argentinos.
Babelia
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