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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paso a paso

EL ACUERDO conseguido para una reforma constitucional es la primera culminación positiva del diálogo entre la oposición chilena y la dictadura en 16 años de tiranía. La reforma es moderada y requerirá retoques de significación cuando se haya restablecido la democracia, pero abre las puertas a una transición política no traumática en el país andino.Al éxito de la operación ha contribuido la gradual comprensión por parte del estamento militar de las verdaderas dimensiones de su derrota en el plebiscito de octubre del año pasado. Del Pinochet que, al día siguiente del referéndum, declaraba que no pensaba cambiar "ni una coma" de la Constitución al que acaba de aceptar la reforma de 47 de sus artículos va un largo trecho al que no es ajena la presión ejercida por sus compañeros de armas.

El proceso de diálogo tuvo un segundo efecto beneficioso: hizo que los conservadores tomaran distancias respecto del dictador. Para la derecha (a excepción de un pequeño núcleo de ultras agrupados en torno a Pinochet), el acuerdo significa dejar abierta su participación en el juego político democrático futuro.

La izquierda, víctima principal de la represión, ha dado muestras de generosidad, cediendo el protagonismo al centro político. No le ha resultado fácil el sacrificado e inteligente papel de segundón; de hecho, uno de sus componentes, el partido comunista, lo ha rechazado, al igual que ha repudiado la proyectada reforma constitucional. Se equivoca, porque rechazar la transición quiere decir, para los comunistas, excluirse del juego político, con todos los peligros de marginación que ello comporta. El gran vencedor de la partida ha sido Patricio Alwyn, es decir, el representante del centro, que adquiere así el protagonismo del futuro. Alwin ha dado muestras de gran inteligencia, pero debe gran parte de su fuerza al sacrificio de sus compañeros de oposición.

Tan rosado panorama, sin embargo, no está exento de algunas amenazas. No debe olvidarse que el general Pinochet seguirá siendo durante el primer Gobierno democrático comandante en jefe del Ejército, lo cual significa una contradicción en sí misma. El peligro no es baladí, entre otras cosas porque son de temer sus reacciones en el caso de que, como en Argentina y Uruguay, se llegara a plantear el tema de las violaciones de los derechos humanos durante la dictadura. Tampoco son desdeñables las tensiones sociales creadas por un desarrollo económico innegable aunque creador de grandes desequilibros. El camino no es fácil, pero el horizonte está ahora mucho más despejado para el objetivo final: la recuperación de la democracia y la libertad por un pueblo que ha hecho de ellas virtudes nacionales.

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