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EL ESTE Y EL OESTE SE ACERCAN

La OTAN supera su querella sobre armas nucleares

Los líderes de la OTAN superaron ayer sus divergencias sobre el porvenir de las armas nucleares en Europa, y el compromiso alcanzado convirtió su novena cumbre en un "triunfo", según palabras de su secretario general, el alemán occidental Manfred Woerner, compartidas por los 16 jefes de Estado o de Gobierno que acudieron a la reunión. Unida como en los viejos tiempos, la OTAN se propone ahora, en la declaración con la que concluyó la cumbre, "superar la dolorosa división de Europa", intentando, por ejemplo, "desempeñar un papel constructivo".

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, Tal papel constructivo se traduce en la ayuda a varios países socialistas para que lleven a cabo las reformas emprendidas por varios países de ellos.La víspera de su encuentro en Bruselas, los aliados estaban aún profundamente divididos en dos bandos, encabezados por la RFA y Estados Unidos, que se enfrentaban sobre la oportunidad de modernizar y negociar con la Unión Soviética la reducción o la eliminación de los misiles nucleares de corto alcance que posee la OTAN en el Viejo Continente.

Pero la crisis no llegó a estallar gracias, en parte, a la ambiciosa propuesta sobre desarme convencional formulada por el presidente norteamericano, George Bush, que, según comentó la primera ministra británica, Margaret Thatcher, "transformó" el ambiente de la cumbre. "La iniciativa de Bush nos ha ayudado mucho", insistió Woerner.

Ni vencedores ni vencidos

A media mañana del lunes, los 16 líderes crearon un grupo de trabajo compuesto por altos funcionarios para intentar llegar a un compromiso; a media tarde, la discusión fue retomada por los ministros de Asuntos Exteriores, que en la madrugada de ayer alcanzaron un acuerdo. La dama de hierro fue, entre los jefes de Estado y de Gobierno, la última en dar su brazo a torcer, aprobándolo sólo a las siete de la mañana. "No hay ganador ni vencedor", dijo Bush refiriéndose al acuerdo entre aliados.

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La vía quedaba así despejada para la aprobación del llamado concepto global, que a lo largo de sus 16 páginas pone al día la doctrina de seguridad de la Alianza, una tarea que no se había llevado a cabo desde hace 22 años. Fruto del prolongado tira y afloja nocturno, el capítulo de este documento dedicado a las fuerzas nucleares tácticas subraya que "en las actuales circunstancias, y en la medida de lo previsible", los misiles terrestres "son necesarios en Europa". Al suscribir esta frase, el canciller alemán, Helinut Kohl, descarta, en teoría, que puedan ser eliminados los únicos misiles nucleares basados en tierra que aún posee la OTAN, pero a cambio George Bush acepta entablar negociaciones para conseguir una reducción parcial" de esas armas atómicas que sólo poseen ambas superpotencias.

Para sentarse a discutir con la URSS la disminución de esos cohetes cortos, con un alcance inferior a los 500 kilómetros, EE UU, respaldado por la Alianza, pone dos condiciones en el documento. La primera, que Mijail Gorbachov se ha mostrado de antemano dispuesto a cumplir, es que Moscú rebaje unilateralmente el número de sus misiles para que cuando se inicie la negociación su superioridad frente a la OTAN no sea tan aplastante como la actual (de 1 a 16).

Las conversaciones sobre la reducción sólo empezarán además, y éste es el segundo requisito exigido a la URSS, cuando haya terminado y se esté poniendo en práctica el acuerdo alcanzado en la negociación que se desarrolla actualmente en Viena entre ambos bloques sobre el desarme convencional en Europa. Para Gorbachov, la discusión en el foro vienés puede durar aún cinco o seis años, pero Bush pretende acabarla en seis meses.

El plazo pactado para la apertura de las conversaciones sobre misiles supone una concesión de Kohl, que deseaba que Washington y Moscú iniciasen cuanto antes la negociación, pero a cambio Bush también ha cedido al mostrarse dispuesto a aplazar tres años, hasta 1992, la toma de una decisión sobre la introducción y despliegue en el Viejo Continente de un sustituto del actual misil Lance, que quedará obsoleto a mediados de la próxima década.

Tanto Bush como Thatcher descartaron, en sucesivas conferencias de prensa, que el acuerdo entre aliados pueda algún día acarrear el desmantelamiento de todos los misiles nucleares de Europa. "No habrá una tercera opción cero", repitió machaconamente el presidente, y su más fiel aliada europea, la primera ministra, le secundó ante la Prensa minutos después.

Satisfecho porque "nuestros socios han comprendido bien nuestra situación particular", Kohl eludió, en cambio, una pregunta sobre si el compromiso entre aliados impide definitivamente la supresión de los últimos misiles nucleares terrestres, contestando que "éste es un tema filosófico en el que me niego a entrar".

Un partido de su coalición, el liberal, acaba prácticamente de pronunciarse por la desnuclearización de Europa, que también parece seducir a la opinión pública alemana.

La explicación de las interpretaciones discrepantes de Kohl y Bush fue proporcionada por Felipe González, que, tras señalar que "en el orden del día no está la triple cero", reconoció, no obstante, que "tampoco se ha caído en la tentación de cerrar para siempre la puerta a la eliminación total" de los misiles nucleares basados en tierra.

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