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PERIFÉRICOS

Juaristi: "La neutralidad es imposible en Euskadi"

El autor de 'El linaje de Aitor' opina sobre la especial situación del intelectual en el País Vasco

Andrés Fernández Rubio

En el País Vasco la politización extrema de las actitudes intelectuales somete a los escritores a constricciones. Así lo cree Jon Juaristi, filólogo y poeta, que ha publicado tanto en euskera como en castellano y cuyo rigor analítico queda patente en obras como El linaje de Aitor, que estudia la tradición y los mitos del nacionalismo vasco. Para Juaristi, instalarse en Euskadi en una ambigüedad ideológica es muy dificil, y la neutralidad, casi imposible. Sólo dos posturas cristalizan: la conformista con respecto a las imposiciones políticas del medio o la disidente. Juaristi ha optado por ésta, lo que le ha acarreado amenazas de los sectores más radicales del nacionalismo.

Juaristi tiene una forma de hablar reposada, precisa y fluida, en contraste con la pulsión nerviosa que le induce a encender casi sin pausa unos delgados cigarrillos que fuma sin control. Cuando deja de hablar y de fumar, sus rasgos se marcan y dan paso a una expresión sobria, pero flexible. De 38 años, convive con dos facetas intelectuales: filólogo y profesor de literatura española en la Universidad del País Vasco, ensayista (autor de obras como El linaje de Aitor, La tradición romántica, Literatura vasca o Arte en el País Vasco) y poeta, con tres títulos publicados: Diario del poeta recién cansado, Suma de varia intención y Arte de marear. Su perspectiva de la vida cultural y política en Euskadi -ambas, sumamente interrelacionadas- intenta equilibrar la acritud con el optimismo.En opinión de Juaristi, las imposiciones políticas del medio tienen en Euskadi un efecto perturbador que impide el desapasionamiento. Incluso la inhibición implica una toma de partido: "Implica plegarse a lo que es una mentalidad social dominante, que hoy por hoy es la nacionalista. Existen todavía una serie de dogmas intocables, y la abstención de juicio acerca de ellos implica, de alguna manera, suscribirlos".

Para Juaristi ha habido figuras dialogantes y transigentes dentro del nacionalismo; entre ellas, Luis Michelena, el creador de la moderna filología vasca. "En el otro extremo está esa intelectualidad filoetarra, claramente inquisitorial, que está haciendo continuas llamadas hasta a la eliminación de los disidentes".

Peligro no teórico

Una palabra casi en desuso, antifascista, cobra sentido en el País Vasco, según Juaristi, "porque no sólo hay un peligro teórico de totalitarismo, sino que un movimiento fascista con organización armada propia actúa dentro de la sociedad vasca". "Creo que ante esa situación", añade, "la postura antifascista sigue siendo un imperativo ético, por encima del miedo o del peligro físico que se pueda correr. La disidencia es algo más extendido en el País Vasco de lo que pueda pensarse desde fuera, y no es lo más importante el miedo que puedan provocar actitudes amenazadoras, la chulería antidemocrática del abertzalismo radical... Lo curioso es que el sector disidente de los intelectuales vascos está formado por antifranquistas que conocieron entonces la cárcel, mientras que de la chusma que atiborra las sedes de Herri Batasuna muy pocos demostraron contra la dictadura ese heroísmo tan fácil que demuestran ahora".La formulación simbólica de la vasquidad, o de lo que podría entenderse por ser vasco, es analizada históricamente en El linaje de Aitor, ensayo subtitulado muy significativamente La invención de la tradición vasca. Es dificil establecer límites cronológicos, pero Juaristi se detiene en un mito romántico: el de la existencia de una comunidad que ha atravesado incólume toda la historia, arraigada en su tierra (e identificada con una lengua privativa), y que resiste a los intentos de asimilación. "Éste sería el mito fundamental", dice, "que es muy semejante al de todos los nacionalismos radicales que en el mundo han sido. Nacionalismo como oposición a cualquier idea de una razón universal".

En el desprendimiento de ese 1astre de romanticismo cochambroso" que ha ido acumulando ve Juaristi la salida democrática del nacionalismo vasco institucional. "Lo que me temo es que, cuando se desprenda de él, pocas señas de identidad le quedarán; será otra cosa muy distinta, seguro que más enriquecedora que esta especie de empecinamiento en los fantasmas de una identidad inmutable. Creo que, en sectores amplios del nacionalismo democrático, esta actitud de revisión va calando. Esa recuperación del sentido democrático es lo más positivo de los últimos años". Juaristi señala que muchos de estos cambios de actitud se deben a consideraciones pragmáticas más que éticas. La principal sería "el peligro de disolución y de ruina de la sociedad si el fenómeno terrorista persiste".

Desde su punto de vista, la independencia ha sido un argumento retórico que el nacionalismo, que no la desea, ha utilizado como fórmula de chantaje a fin de obtener un lugar privilegiado en España. En este sentido, el extremo radicalismo de ETA sería un reflejo coyuntural de un problema más serio: el de la persistencia de actitudes que pueden considerarse de larga duración histórica. "El fenómeno de la intolerancia y del ensimismamiento", dice Juaristi, "va más allá de la historia de ETA y del propio nacionalismo: se remonta al antiguo régimen, a las guerras carlistas. Creo que, a pesar de una eventual desaparición de ETA, estas actitudes pueden persistir y adoptar formas distintas".

Problemas del 'euskera'

La lengua literaria de Juaristi es el castellano, aunque ha escrito en euskera y piensa seguir haciéndolo. "Me interesa sobre todo desde un punto de vista filológico", dice. Y desde esta perspectiva cree que el problema del euskera "es una fragmentación dialectal intensísima, la ausencia durante siglos de una norma escrita y el hecho de que la solución normalizadora se ha planteado de forma un poco atolondrada y asistemática, impuesta con bastante dogmatismo".El año pasado se publicaron unos 300 títulos en euskera, informa Juaristi, para quien la mayor parte de los editados en los últimos años no presenta una calidad literaria apreciable. "Los buenos escritores en euskera se pueden contar con los dedos de la mano. Sí estimo que hay algunos buenos narradores, menos buenos poetas, aunque algunos podrían traducirse sin desdoro a cualquier otra lengua. Lo curioso es que los mejores escritores son los que tienen una actitud más laxa ante la normalización lingüística, los de posturas menos rígidas y dogmáticas".

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