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Un novelista va al teatro

Carlos Fuentes se libera de 'Orquídeas a la luz de la luna'

Alfonso Armada

Carlos Fuentes (México, 1928) llegó a Madrid el pasado lunes. El miércoles asistió, en el teatro María Guerrero, del Centro Dramático Nacional, al estreno de su obra Orquídeas a la luz de la luna, y hoy participa en Oviedo en las deliberaciones para designar al que será premio Cervantes de 1989. Para Fuentes -un novelista que entiende el teatro como un precipicio-, ver su obra en el escenario ha supuesto una especie de liberación. "Ahora", dice, "ya puedo volver a escribir teatro". Será una comedia musical con el cantante panameño Rubén Blades.

Fuentes no ha perdido estatura, sigue siendo un tipo grande, que se agranda porque su castellano está teñido de acentos mexicanos, y es cálido hasta un punto que bordea el empalago, pero no empalaga. Apetece hablar con él, cogerle de la manga para que resista otro rato y no se deje arrebatar por ese reloj que lleva en la muñeca como todo el mundo, y que mira sin que nadie se dé cuenta.Le gustó el montaje de Orquídeas a la luz de la luna (estará en cartel 16 días). Le gustó mucho más que una versión en inglés a la que asistió en Estados Unidos, "que ponía demasiado énfasis en lo psicológico. Ayer asistí al sueño de mi obra, que es un sueño que incluye muchas pesadillas. Ayer tuve una sensación magnífica: desprenderme de la obra. Ya no me pertenece, ahora es propiedad de los actores, de los directores, del escenógrafo, del público. Me siento liberado". No sintió en ningún momento que había sido traicionado: "En cualquier caso, sólo he sido traicionado por mí misrno". Traicionado cuando reconocía su propia mano en lo que oía, y le recorría como un sudor frío cuando no le gustaba, cuando pensaba que podía haberlo hecho de otra forma. "No eran defectos del montaje, sino mis propios defectos los que veía".Jugar a seducir

A Fuentes, que no presume de sus 60 años, pero que parece capaz de seguir seduciendo sin necesidad de abrir la boca, le hubiera gustado haber sido contemporáneo de Dolores del Río y María Félix, las dos estrellas mexicanas que son evocadas por Julieta Serrano y Mar¡sa Paredes en el escenario del María Guerrero. Le hubiera gustado ser su contemporáneo para poder jugar a seducirlas. De ahí que el texto sea una especie de desquite. El teatro también sirve para eso.

"El teatro es un precipicio. Es un asunto mitad angelical y mitad diabólico. Es un arte quetiene mucho de masoquismo y autofiagelación. Porque siento que no es mi terreno, el terreno del novelista, del narrador. Pero tiene una pureza, una desnudez que me resulta muy atrayente". Orquídeas a la luz de la luna es su tercera obra, tras Todos los gatos son pardos y El tuerto es rey. Se había propuesto no volver a escribir para la escena hasta que no viera representadas sus orquídeas. Ahora ya puede decir que su próximo riesgo lo correrá con Rubén Blades en una comedia musical, y no dice más porque es supersticioso. En abril se estrena en México una ópera basada en su novela Aura.

Fuentes confiesa que todavía no sabe quién es. "Sólo la muerte resuelve ese enigma. Yo no sé quién soy. La muerte es perder el pasado, no el futuro". El escritor mexicano dice que "sí y no" se reconoce en esa síntesis que dice "novelista, premio Cervantes de Literatura, mexicano". "Si mi obra ocupa la mitad de mi vida, quién sabe qué valor tendrá cuando pase el tiempo, si será apreciada, desvalorizada, olvidada... Si entrevistáramos a Cervantes ahora, ni siquiera él podría darnos una respuesta, daría una versión parcial. Adorno dice que hay que someterse a la luz de la redención finaL Bajo esa luz, todo lo que ha pasado antes tiene un valor mínimo. Por eso es imposible responder aésa pregunta, saber en verdad quién soy"."Estoy insatisfecho conmigo mismo. Si un día me sintiese contento, dejaría de escribir", asegura el autor de La muerte de Artemio Cruz. "Escribir nace de una insatisfacción, aunque sea un goce, suaviza esa insatisfacción. Escribir no es un trabajo, es un placer, un acto natural".Ilusión vanaEl premio Cervantes 1988 advierte que aunque ambiciona muchas cosas, y una de ellas es aproximarse a sus ideales literarios, "alcanzar la perfección sería la rnuerte". "Trato de mantener siempre cierta imperfección, cierta distancia entre las palabras y las cosas. Si alguien, hipotéticamente, encontrara la perfección, qué le que' daría por hacer. La perfección es una ilusión vana. Si uno es un artista, cómo sabe cuándo la ha alcanzado. El mundo es mutante, hay siempre un algo mágico, irracional, que devuelve las cosas a su imperfección. Todos somos un poco Sísifos".

Fuentes ha tenido a veces la sensación de que podía someterse a unos cánones, " y así dar satisfacción a quienes persiguen y admiran ese canon". "Pero es precisamente a ese tipo de reglas a las que no me he querido someter. Siempre he querido subvertir cánones, aunque me rompa el hocico".

Sin embargo, el novelista acaba revelando que le cuesta nombrar lo que ambiciona. "Uno siempre está empeñado en una nueva obra. Los libros escritos pronto se hacen pasado. Pueden hacerse presente para un lector, pero no para quien los ha escrito".

En cualquier caso, la líteratura no es para Fuentes lo más importante. "Mi ambición es importante porque se mantiene sobre la tierra. Hay cosas que me importan más que la literatura, sin las cuales no entiendo la posibilidad de ser escritor: mi mujer, mis hijos, mis amigos". Y parece que no miente. Pero nunca se sabe con un escritor.

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