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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La verificación de Esquipulas 2

EL PROBLEMA de la paz en Centroamérica se halla actualmente en un momento crucial. La visita del presidente Daniel Ortega a España, y después a Italia, está directamente relacionada con dos hechos fundamentales: por un lado, la aplicación de las decisiones de los presidentes centroamericanos, en su reciente reunión de San José, para acelerar el ritmo del plan de Esquipulas 2 y, por otro lado, con la decisión del presidente Reagan de pedir al Congreso una ayuda militar para la contra, en violación de lo que han pedido los presidentes de Centroamérica en el comunicado que aprobaron en la capital de Costa Rica.El viaje de Daniel Ortega a Europa, con la acogida que ha tenido en Madrid y con la recepción por el Papa a finales de esta semana, demuestra que en Europa se han apreciado de modo positivo las medidas tomadas por el Gobierno sandinista para avanzar hacia un alto el fuego y hacia una evolución democrática y pluralista en la situación interior de Nicaragua. Los intentos de desvirtuar estas medidas, calificándolas de "gestos" o de "simples palabras" sólo pueden responder a la ignorancia de la realidad o a la mala fe. El Gobierno español ha sabido adoptar ante ellas una actitud objetiva. Tampoco el Vaticano, a todas luces, se ha dejado llevar por esa propaganda, agitada principalmente por Estados Unidos. La decisión del Papa de recibir a Daniel Ortega, precisarriente en estos momentos, es muy significativa. No cabe duda que en ella ha influido la actitud del Gobierno sandinista de colocar al cardenal Obando en el puesto decisivo de presidente de la Comisión de Reconciliación Nacional y de negociador con la contra, decisión que refleja una indudable voluntad de apertura, e incluso de avanzar hacia soluciones susceptibles de ser aceptadas por los adversarios del sandinismo. En otras épocas, Ronald Reagan aprovechó en su propaganda contra Nicaragua la situación tensa entre Managua y el Vaticano.

Sería útil que ahora fuese capaz de valorar el sentido de la actitud vaticana.

Daniel Ortega ha pedido principalmente a España su participación en los sistemas de verificación y control de la aplicación de los acuerdos de Esquipulas 2, concretados en la última reunión en San José de los presidentes centroamericanos. El problema de la verificación y el control es decisivo en cualquier solución internacional, o regional, de conflictos que afectan a un alto el fuego o a la aplicación de normas democráticas en la vida de un país. En el caso del plan de Esquipulas 2, el órgano de verificación y control previsto estaba formado por los representantes de los países de Contadora y del Grupo de Apoyo, y, asimismo, de los secretarios generales de la ONU y de la OEA. No cabe duda que esta composición le otorgaba una alta autoridad. Sin embargo, los presidentes de El Salvador y Honduras, muy influidos por Washington, lograron que su informe presentado en San José fuese considerado como excesivamente favorable a la posición de Nicaragua. Se trata, pues, de encontrar ahora la forma de ampliar y de respaldar los órganos de verificación y control con representantes de otros países. Canadá puede ser, en ese orden, una ayuda importante. Pero parece lógico el deseo de que el ámbito de esa verificación no se limite al continente americano, sino que pueda incluir representaciones europeas.

No cabe olvidar que Daniel Ortega sabe que al pedir la participación española, y europea, en esa verificación, corre deterniinados riesgos. Esa presencia, en la hipótesis de que el Gobierno sandinista no cumpliese sus compromisos, informaría de ello a la opinión mundial. Pero, a la vez, esa participación española, y en lo posible europea, dará un testimonio seguro si Nicaragua cumple sus compromisos en orden a un cese de hostilidades y en orden a la democratización del país.

Salvo la minoría reaccionaria que, representada por AP, se encierra en prejuicios maniqueos, la opinión pública española apoya en esta cuestión fundamental la actitud del Gobierno presidido por Felipe González, favorable a una aportación española a la verificación de las medidas necesarias para que avance la causa de la paz en esa región del mundo, tan cercana a España por tantos motivos.

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