_
_
_
_
Tribuna:LAS SUPERPOTENCIAS DIALOGAN
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Resquemor en la 'cumbre'

La cumbre de Reikiavik ha estado precedida de algunos incidentes, tan clásicos como superficiales, tales como la guerra de los espías, que han hecho mucho ruido, y de algunos cambios de fondo imprevistos de los que no parecen haberse destacado las consecuencias que tendrán en el encuentro de los dos supergrandes.Estos cambios afectan a Europa. Por lo que respecta al momento en que se comenzó a hablar del encuentro Reagan-Gorbachov, algunas zonas estratégicas del tablero de ajedrez europeo, Alemania Federal y el Reino Unido, indican una total inversión de la tendencia política. Los que eran, y parecían ser, los baluartes de Reagan, después del congreso del SPD de Nuremberg y el del Partido Laborista de Blackpool, han dejado de serlo.

En efecto, se trataba de baluartes ideológicos y militares. ¿Quién más raaganiano que Margaret Thatcher? Su ascensión al Gobierno en 1979 significó el desmantelamiento de gran parte de las conquistas sociales y de las nacionalizaciones llevadas a cabo en el Reino Unido. Pero no sólo eso: su victoria electoral fue tal, que el Partido Laborista parecía definitivamente fuera de combate. Hoy los sondeos lo presentan como el primer partido del Reino Unido, y seguramente se alzará con la victoria en las próximas elecciones legislativas en la línea de Neil Kinnoch: parada y posterior desmantelamiento de las centrales de energía nuclear, desarme nuclear unilateral, relanzamiento de un crecimiento programado e instauración de la propiedad social. Un cuadro explícitamente antineoliberal como respuesta a los desastrosos resultados de la política de la dama de hierro, que ha creado cuatro millones de parados y que ha llevado la cotización de la libra al punto más bajo de su historia. Nos hallamos ante una recuperación de la problemática social. Kinnock ha llegado a definirse como socialista y fuertemente antirreaganiano, si es cierto, como lo es, que ha calificado de terrorista la postura de la Administración estadounidense con respecto a Nicaragua.

El congreso del SPD es menos explícito sobre el problema del desarme, pero totalmente explícito contra las opciones nucleares y contra el neoliberalismo, hasta el punto de que -como es sabido- la socialdemocracia alemana está preparando una plataforma programática, ya que considera obsoleta y merecedora de corrección la que constituyó el célebre viraje de Bad Godesberg. Es más, los análisis alemanes sobre las tendencias emergentes del crecimiento en las condiciones creadas por las nuevas tecnologías y la gran atención que se dedica a los problemas ideológicos indican que no se trata sólo de un movimiento pendular (quien está en el Gobierno siempre pierde), sino de una reelaboración de los temas del estado social en una clave nueva. Igualmente innovador parece el planteamiento de Kinnock sobre la propiedad social respecto a la línea tradicional de las nacionalizaciones.

Reequilibrio por la izquierda

Hace un año nadie hubiera apostado por estos dos desplazamientos estratégicos, que indican la tendencia alemana y británica a un reequilibrio por la izquierda, pero no sólo en el sentido de que la actual oposición socialista, seguramente en el Reino Unido, y casi seguramente en Alemania Federal, está, destinada a ganar las próximas elecciones, sino en el sentido de que ambos partidos se han radicalizado en su interior.

El SPD revisa su misma tradición de ser el ala derecha de la Internacional Socialista. El Partido Laborista, por primera vez, reivindica mayoritariamente las posturas de Bevan, que siempre fueron minoritarias.

En 12 meses la hegemonía reaganiana en Europa ha perdido dos puntos de fuerza. Naturalmente hay que contar con Francia y con la timidez del partido comunista en Italia y de los patidos socialistas de Italia y España (si bien el PSI está llevando a cabo una explícita opción antinuclear). Pero los movimientos más recientes señalan una dirección inversa a la que parecía irresistiblemente dominante desde comienzos de los años ochenta.

Si a ello se añade la nueva apariencia soviética representada por la imagen, el modo de ser y también por algunas propuestas concretas de Gorbachov, la cumbre de Reikiavik se presenta a primera vista mucho menos favorable para Reagan de lo que parecía cuando se empezó a hablar de ella, pero sobre todo ofrece como fondo que ya no está objetivamente delegada ni representada por una de las dos superpotencias. Sería muy superficial creer que el acento marcadamente autónomo del Partido Laborista y del SPD respecto a la hegemonía política e ideológica estadounidense significa un desplazamiento hacia el campo de Gorhachov. Ni el Partido Laborista ni el SPD son, ni siquiera vagamente, filocomunistas ni filosoviéticos. Lo que está emergiendo es una especificidad europea que representa un problema para ambos supergrandes, y el elemento más problemático en el cuadro de sus relaciones, el desarme unilateral británico, es un golpe para Estados Unidos, pero será un problema. para la URSS, que tendrá mayores dificultades para frenar el impulso pacifista y de apertura al Oeste en su propio país. Por lo que se refiere al SPD, es una pérdida clara del aliado atlántico más importante; pero el SPD considera la ostpolitik como una línea pacífica de intervención explícita en el equilibrio europeo, y su objetivo es un conjunto de garantías y al mismo tiempo de concesiones en política interior en los países del Pacto de Varsovia. Si Gorbachov quiere hacer política en Europa podrá hacerla, pero también se verá obligado a adoptar medidas reales, a retirar tropas y a asumir posturas antinucleares, y no limitarse a la propaganda contra el belicismo de los otros, en nombre del cual la URSS siempre justificó su propio inmovilismo.

¿Hasta qué punto tendrán en cuenta todo esto los dos supergrandes en Reikiavik? En la medida en que Europa los obligue a tomar nota de que existe no sólo como satélite del uno o del otro. No se trata de expresar esperanzas ni de exhortaciones, sino de comprender que en política sólo cuentan las relaciones de fuerza. Tal vez nadie haya medido exactamente todavía lo que en la mente de decenas de millones de personas significa la toma de conciencia del peligro nuclear después de la catástrofe de Chernobil. Sin ella, la fe ciega en la industrialización y en el crecimiento por sí mismo como algo siempre positivo y, todo lo más, corregido por el mercado, en la que se basaba la ofensiva neoliberalista no habría sufrido una caída tan brusca ni una inversión de tendencia.

Crítica a la espontaneidad

En alguna medida se está viviendo una crisis igual y opuesta al desencanto del socialismo real y las revoluciones a corto plazo. Está renaciendo una crítica a los mecanismos espontáneos del desarrollo, pero no en las formas clásicamente estatalistas, ni reformistas, ni comunistas.

En este sentido, tanto Reagan como Gorbachov se hallan ante una tendencia que no representan ni controlan. En medio de los hielos islandeses, ante todo se sentirán un poco menos súper y un poco más pequeños. De ello se desprenderá una lección de humildad y la constatación de que la política arrogante del dólar y del capitalismo salvaje en Europa ya no es rentable, así como que el ventenio de glaciación brezneviana significó la crisis de casi todos los partidos comunistas. Hay que esperar una distensión menos frágil en la que nosotros también tengamos algo más que una palabra que decir.

Traducción de Ángel Sánchez-Gijón.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_