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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Managua, a la defensiva

ESTADOS UNIDOS ha vetado con la puntualidad de un reloj la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que exhortaba a respetar la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya en la que se declaraban ¡legales sus acciones militares contra Nicaragua; es decir, el apoyo económico y técnico a la guerrilla antisandinista. El Gobierno de Managua no dudaba de ello, pero quería no sólo obligar a Washington a mostrar de nuevo al mundo cómo desoía los mandatos del tribunal, sino, primordialmente, enfrentar a los aliados occidentales de Estados Unidos con la necesidad de distanciarse en alguna medida de Washington.La resolución ha recibido el único voto en contra de Estados Unidos, en tanto que el Reino Unido y Francia se abstenían, y dos significados aliados de Washington, Australia y Dinamarca, votaban a favor de la misma. Francia escuda su voto en una interpretación restrictiva de la jurisdicción de La Haya; entiende el Gobierno de París que la competencia del tribunal no es mecánicamente obligatoria y, por tanto, el que moralmente sus dictados tengan un valor no significa que sus fallos sean de obligado cumplimiento. Habida cuenta de las excursiones de los agentes secretos franceses por las nucleares aguas del Pacífico, es de elemental prudencia buscarse una salida en estos casos. El Reino Unido, en cambio, acepta la validez de las decisiones de La Haya, aunque se da la circunstancia de que el único juez británico de¡ tribunal se opuso en su día al fallo condenatorio de la intervención norteamericana.

La abstención de las dos potencias occidentales no puede ser satisfactoria para Managua y prueba hasta qué punto el derecho internacional es una frágil convención. Más singular es el caso de los dos miembros del entramado de alianzas occidentales que votaron a favor de la resolución. Dinamarca tiene una larga tradición de observancia de las leyes del derecho internacional, lo que se ve favorecido por su carácter de potencia menor, librada de contenciosos que se pudieran volver contra Copenhague en una circunstancia como ésta. Más interesante aún es el caso de Australia, donde un Gobierno laborista encuentra crecientes dificultades en su relación con Estados Unidos. El problema de la presencia militar norteamericana en la isla-continente es uno de los grandes asuntos polémicos de la política australiana y au nique parece muy poco probable que el Gobierno de Bob Hawke quiera que la sangre llegue al río, no se descarta que utilice esa palanca en las negociaciones con Washington sobre el problema de las exportaciones agrícolas norteamericanas. En cualquier caso, la tendencia australiana a asiatizar su política exterior es un dato de vigor creciente dentro de la que entraría, al menos bajo el laborismo, un mayor modo de independencia en los mares australes.

Para Nicaragua, en definitiva, el resultado de su gestión ante la ONU responde a la necesidad de escenificar ante la opinión un proceso de Contadora permanente, más que nunca cuando parece ya terminal la enferme dad que aqueja a la gestión pacificadora de América La tina. Reina, por ello, una convicción en Managua de que la inmovilidad es la peor receta para encarar el problema de la actitud norteamericana; de que es preciso no perder jamás la iniciativa, tanto en el campo militar, tratando de rematar a la guerrilla sobre el propio terreno aunque ello implique la búsqueda del enemigo en sus santuarios hondureños, como en el diplomático haciendo que rebote el problema en todos los foros intemacionales. El protagonismo reciente de Nicaragua en el movimiento de los no alineados, cuya presidencia busca para la cumbre de jefes de Estado de 1990 -en un notable ejercicio de fe en el futuro- se explica por esa necesidad de levantar muros de papel, diques de resoluciones, fosos terreros de conciencia internacional en contra de una eventual acción directa de Estados Unidos. Mientras la presión siga siendo indirecta, Nicaragua quiere acumular diplomas que muestren hasta qué punto un cambio de estrategia norteamericana para peor sería inmensamente grave en la escena mundial. Pero, mientras tanto, el sandinismo, forzado por las circunstancias propias de este hostigamiento y los rigores económicos que toda guerra impone a la población, recorre un preocupante camino que va limitando los terrenos de la discrepancia doméstica y se enajena el apoyo de significativos segmentos sociales.

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