Tragicomedia de Rojas y Unibral
Umbral va a decir esta tarde que quizá el amor no sea otra cosa que "el encanallamiento en otra persona", y que la virginal Melibea se da a ese "sublirne encanallamiento" cuando habla con audacia de su propio cuerpo. Y veremos, todo él el cuerpo de Melibea, prestado por la joven actriz Marta Méndez, vestida sólo de luz; como el de Ca lixto en el del actor Fernando Navas. Alternativamente, como si e pincel -la teatralidad, los pone la asesoría de José Luis Alonso de Santos- no les dejara tocarse nunca, como un castigo erótico del Dante. Umbral, ya se sabe, es refi nado. Para este acto tiene un new look que vestirá todo el verano: una amplia chaqueta negra rayada, pantalón negro de doble pinza, camisa rosa, corbata gris.Este refinamiento del amor por separado lo ha descubierto en el texto de Rojas: está hecho sobre monólogos más que con diálogos. De los que Umbral va derivando ideas en un extraordinario análisis; del lenguaje del maestro judío. Por ejemplo, la herida del amor de la que Calixto dice que "se le ha resfriado", y Umbral va explicando que "una herida enfriada se pone tensa, dura, se queda sin riego y duele más", y encuentra en la. ex, presión la originalidad absoluta al salvar el tópico -el amor como herida- y dar continuidad al discurso, y que Rojas nos hace sentir de nuevo "craquelando la heri,da mediante el hielo de la propia indiferencia".
Lo que Umbral va a ir diciendo esta tarde (anticipado ya en ensayo sigiloso, a salvo los desniados y la palabra de la curiosidad de quienes pasean por las exposiciones y acuden a los otros actos,) es un inteligente, sólido análisis del texto, más que de las situaciones o de la trama de lo que escribió Fernando de Rojas "nace todo el castellano moderno, hasta hoy"; sobre todo del último parlamento, de Melibea, del que brotan frases deslumbrantes de poder literario. Va encontrando Francisco Umbral las anticipaciones de Rojas: un más allá que luego se establecerá en Quevedo, en Larra, en Neruda...
Y en Umbral. Hay otro placer más allá del que él percibe: la suntuosidad, el desposorio, el sublime encanaliamiento de los textos de Rojas, dichos (cada uno en su luz) por los bellos actores, con los de Umbral. Cuando la crítica, o la glosa, de un escritor la hace otro escritor hay un placer multiplicado para el voyeur que escucha, si se puede decir este disparate aparente de ver con el oído cómplice, con las "orejas aparejadas", come, dice Rojas y destaca Umbral. El erotismo de la palabra por sí misma; el erotismo de la tragicomedia de Umbral y Rojas, que se desposan -cada uno en su luz- esta tarde.
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