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Los senderistas caídos en la represion de los motines limeños se habian negado a negociar

Antonio Caño

Los militantes del Sendero Luminoso caídos durante el asalto militar de las prisiones de El Frontón y Lurigancho, que dejó 300 muertos, se negaron a cualquier tipo de negociación, tanto con las autoridades como con los miembros de la comisión de paz, según versiones coincidentes del Gobierno y de fuentes independientes. El primer vicepresidente peruano, Luis Alberto Sánchez, aseguró que el Gobierno intentó repetidamente, por medio de la comisión de paz, de abogados y jueces, negociar con los amotinados, pero nunca encontró respuesta. Sánchez atribuyó este hecho a "la obcecación casi religiosa de un fanatismo nuevo".

"No estoy haciendo el recuento de una victoria", dijo Luis Alberto Sánchez en una conferencia de prensa, "sino de un acto muy doloroso". "Ha sido fatal pero inevitable", agregó.Miembros de la comisión de paz han manifestado que tampoco encontraron facilidades por parte de los militares para ejercer su labor de mediadores con los amotinados. En El Frontón la comisión no pudo hablar directamente con los presos por falta de altavoces y tuvo que ser un abogado, que estaba relacionado. con los senderistas por haber actuado en algunas causas seguidas contra ellos, quien entrase a negociar.

El abogado sólo obtuvo, según una fuente segura, la negativa de los presos a dialogar con cualquier persona o institución, incluida la comisión de paz. Los presos no presentaron siquiera una lista de reivindicaciones. Algo similar ocurrió en Lurigancho. Solamente en la prisión de mujeres de Santa Bárbara, las reclusas transmitieron un pliego de demandas, entre las que figuraban la revocación de las órdenes de traslado de algunos presos y de la limitación de las visitas.

En declaraciones anteriores, los de El Frontón y Lurigancho habían advertido que nunca aceptarían ser trasladados a un penal de mayor seguridad y que para sacarlos de las cárceles limeñas tendrían que hacerlo en cajones de madera.

Lenta reconstrucción

Los hechos ocurridos en los penales se van reconstruyendo muy lentamente. Los tres centros asaltados por el Ejército han sido declarados territorio militar. Cuadrillas de especialistas buscan todavía cadáveres entre los escombros de El Frontón y sigue sin darse hasta el momento una cifra oficial de muertos.

Abogados de los senderistas y miembros de la comisión de paz, afirman que en la prisión de Lurigancho no quedó vivo ninguno de los reclusos que ocupaban el Pabellón Industrial, destinado exclusivamente para los presos de Sendero Luminoso.

Allí murió, según noticias sin confirmación oficial, el número dos de la organización armada, Antonio Díaz Martínez, de un disparo en un ojo.

La muerte de Díaz Martínez, cuya pérdida ha sido considerada como importante por los especialistas en el fenómeno terrorista peruano, fue confirmada por los médicos forenses que realizaron la autopsia de los cadáveres en la misma prisión.

Díaz Martínez, al que se consideraba ideólogo de Sendero Luminoso, fue uno de los creadores de la organización, junto al actual máximo dirigente, Abimael Guzmán, conocido como camarada Gonzalo, y Julio César Mezzich.

Como la mayor parte de los dirigentes senderistas, Díaz Martínez fue profesor de la universidad de Huamanga, en Ayacucho. Su detención se produjo hace dos años en Huaraz, cuando conducía un vehículo cargado de dinamita en compañía de otra dirigente de la organización.

Díaz Martínez era el jefe de los presos de Sendero Luminoso en Lurigancho, desde donde, según distintas fuentes, se han organizado parte de las acciones de la organización.

El Pabellón Industrial de esa prisión era un auténtico cuartel general del grupo, como lo han descrito personas que acudieron alguna vez a la prisión. Ni los funcionarios de la cárcel, ni la policía, tenían acceso al pabellón, que gobernaban y vigilaban los propios senderistas armados.

Para encontrarse con Antonio Díaz Martínez era preciso superar, primero, la barrera de seguridad establecida por los terroristas, que conducían al visitante al dormitorio del dirigente, un verdadero despacho, adornado con banderas rojas, propaganda de Sendero, hoces y martillos.

Cuevas y muros

Luis Alberto Sánchez reconoció ayer que las propias autoridades habían entregado a los reclusos del penal de El Frontón cemento para hacer campos de deportes y mejorar sus habitaciones, pero que sirvió en realidad para construir cuevas y levantar muros defensivos.

La presión de las fuerzas armadas para que se pusiese fin a esta situación había aumentado a raíz del asesinato el pasado mes de abril del vicealmirante Ponce Canessa, en un atentado cometido en Lima. Los abogados de los presos aseguran que los oficiales de la Armada aprovecharon su intervención en El Frontón para cometer un acto de venganza por esa muerte.

Varios partidos integrados en la coalición Izquierda Unida han condenado duramente los métodos empleados por el Ejército para sofocar el motín.

Algunos dirigentes políticos han considerado que se podría haber utilizado gases lacrimógenos o paralizantes para reducir a los presos y ven en la intervención militar un deseo cumplido de aniquilamiento por parte de las Fuerzas Armadas.

Nadie se atreve todavía a pronosticar sobre las repercusiones internas que esta tragedia tendrá, pero el propio primer vicepresidente peruano, Luis Alberto Sánchez, reconoció ayer que los sucesos van a ser para el Gobierno de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) "un obstáculo inesperado y muy difícil de salvar".

Una de las consecuencias más temidas es la reacción de Sendero por medio de una nueva oleada de atentados. De momento, el 172 congreso de la Internacional Socialista, que se celebra desde el viernes en Lima, se desarrolla con la permanente amenaza de las acciones terroristas.

La explosión ayer de un coche bomba se ha sumado a los tres estallidos registrados el viernes en puntos próximos, al hotel donde se celebra la reunión, y a la muerte de una mujer que, según la policía, manipulaba una granada.

El coche bomba hizo expolosión en el barrio residencial de san Isidro y, si bien no produjo víctimas, sí causó cuantiosos daños materiales. El local del banco quedó completamente destruido.

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