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UNA DEMOCRACIA ACOSADA / 1

Alan García ha devuelto la confianza a Perú frente al terrorismo y la crisis

El futuro del proyecto del nuevo caudillo, condicionado por Sendero Luminoso y el Ejército

Antonio Caño

ENVIADO ESPECIALEl Perú del presidente Alan García no es más rico ni más estable que el de anteriores Gobiernos, pero sí ha recobrado un sentido de dignidad nacional y fe en el futuro. Los principales problemas, terrorismo y crisis económica, se han agudizado incluso con el paso del tiempo, pero la actual Administración ha devuelto al país la convicción de que el destino le pertenece y que Perú es hoy una nación dispuesta a intentar el doble salto mortal de la recuperación económica y la consolidación democrática.

Con un peculiarísimo estilo de gobierno, presidencialista y paternalista, Alan García, de 36 años de edad, trabaja convencido de que es el protagonista del momento más decisivo que haya conocido nunca la historia de Perú. En su horizonte se perciben dos alternativas: convertirse en uno de los grandes caudillos latinoamericanos o ser derrocado por un golpe de Estado. Es una fuerza de la naturaleza, un líder nato, con la combinación exacta de populismo y autoritarismo para ser querido y respetado por la mayoría de su pueblo -recientes encuestas le daban un índice de aceptación cercano al 90%-, a pesar ole que hasta ahora no se hayan realizado verdaderas reformas estructurales.Es curioso y sorprendente que mucha gente de la calle a la que se pregunta sobre la gestión de los 10 primeros meses de gobierno de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) destaque los mínimos resultados positivos obtenidos frente a los gravísimos problemas que amenazan a una de las naciones más complejas de América Latina y en la que, en cierta medida, está en juego el futuro democrático del continente.

Alan García -en Perú se le conoce simplemente como Alan- no cuenta con más armas que la esperanza recuperada. Presionado por sus acreedores, enfrentado a EE UU y los organismos monetarios internacionales, aislado por los demás Gobiernos latinoamericanos, que recelan de su política sobre la deuda externa y Centroamérica, empobrecido por la caída de los precios de las materias primas, acosado por el terrorismo, con una policía corrupta e ineficaz y un Ejército politizado y amenazante y con el cáncer del creciente narcotráfico, García intenta demostrar que la democracia es posible en Latinoamérica.

Alan García ha pedido paciencia a un pueblo que, por el momento, le escucha y obedece, consciente de que su joven dirigente simboliza, probablemente, la última posibilidad de cambio en un país con un índice de mortandad infantil del 250 por 1.000 en algunas regiones, una esperanza media de vida de 45 años en los departamentos andinos, y donde cerca del 70% de la población de la capital, Lima, vive en casas sin servicios sanitarios, agua ni electricidad.

¿De qué plazo dispone Alan García? A eso deberán contestar, fundamentalmente, el Ejército y Sendero Luminoso. La crisis económica, con ser gravísima, no parece que pueda a corto plazo poner en peligro al Gobierno.

Sendero Luminoso es, seis años después de su primera acción -el robo de unas urnas en Ayacucho, el 18 de mayo de 1980-, una organización más profesional, más extendida por distintas zonas del país, incluida Lima, y capaz de practicar un terrorismo muy selectivo, que causa mayor daño a la cúpula militar al tiempo. que evita el desprestigio de los senderistas entre la población. La muerte el mes pasado del contralmirante Carlos Ponce Canessa -el primer alto oficial de las fuerzas armadas asesinado por Sendero-, en una emboscada en pleno centro de Lima, es el salto cualitativo que ha alarmado a las autoridades y ha desatado los rumores de golpe de Estado. Sendero eligió un oficial respetado y querido por sus compañeros, al que se había apartado de responsabilidades directas en la represión del terrorismo por sus posiciones contra la guerra sucia, y un arma, la Marina, que es la que más jirones está dejando en la lucha antiterrorista.

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Ponce, a plena luz del día, ha dejado además en evidencia la inutilidad del toque de queda decretado por el presidente el pasado mes de febrero, medida de la que Sendero Luminoso se había reído ya anteriormente de la forma más grosera, al hacer estallar un coche bomba junto a la Embajada de Estados Unidos cinco minutos después de las cinco de la mañana, hora en que concluye la prohibición de circular por las calles.Una ciudad acuartelada

El toque de queda, al que acompaña la declaración de zona de emergencia en el departamento de Lima, sólo ha servido, a juicio de varios especialistas en terrorismo, para dar al Ejército un mayor papel en el control de la vida política del país y para que, al menos, siete personas inocentes fueran víctimas mortales del exceso de celo de los soldados, que a partir de la una de la mañana, y durante cuatro horas, convierten esta ciudad en un cuartel, con tanques cruzados en las calles, disparos al aire y controles en los que son humillados embajadores y diputados.

Mientras dure la situación de emergencia están prohibidas las manifestaciones callejeras, y las autoridades militares deben expedir permiso para las reuniones de los partidos políticos, que ha sido concedido en el caso del derechista Acción Popular y negado en el caso del izquierdista Partido Socialista Revolucionario.

Si el objetivo final de Sendero Luminoso es desestabilizar el sistema, el peligro de la democracia vigilada que hoy se cierne sobre Perú puede ser una estación intermedia. La política de manos libres de que ha disfrutado el Ejército en los tres últimos años en Ayacucho ha debilitado indiscutiblemente á Sendero Luminoso en esa región y le ha impedido establecer zonas liberadas, pero no ha evitado que los terroristas abran nuevos focos en Lima, Puno, Cuzco y la sierra de la Libertad. El precio de esta dudosa eficacia ha sido más de 7.000 muertos en tres años cuando, según los datos oficiales, desde la aparición de Sendero hasta la instauración del estado de emergencia y la consiguiente entrega del mando a las fuerzas armadas, el número de muertos en el país fue de 300. Esta espectacular diferencia se explica porque, mientras hasta 1983 habían muerto 48 civiles, en los tres años del estado de emergencia son ya 2.800; mientras que en los tres primeros años murieron 200 personas consideradas terroristas, en los tres últimos estas muertes ascendieron a más de 3.000; en los seis años de existencia del terrorismo han muerto alrededor de 250 soldados o miembros de la policía y de la Guardia civil.

Modelo argentino

Estas cifras responden a la aplicación por parte del Ejército del modelo argentino para combatir el terrorismo.

Hay organizaciones de derechos humanos y observadores independientes que aseguran que nueve de cada diez senderistas muertos no son tales y, aunque muchas bajas civiles se deben atribuir a Sendero, numerosos testimonios dan cuenta de secuestros y desapariciones ejecutados por hombres uniformados.

Los civiles muertos son encontrados generalmente en fosas comunes o lugares remotos, y las notas oficiales en las que se informa de su hallazgo jamás incluyen el nombre o el sexo de las víctimas, que en la mayoría de los casos no son reclamadas.

Pese a estos métodos, el número de atentados aumenta y Sendero Luminoso se ha permitido el lujo de celebrar su aniversario colocando bombas en 15 cines de Lima. Se ha consolidado además un nuevo grupo, el Movimiento. Revolucionario Tupac Amaru (MRTA), que en abril se responsabilizó del 50% de los atentados cometidos en la capital.

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