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La dictadura argentina empieza a caer en el olvido

Son muy pocos los ciudadanos que recuerdan la fecha de hoy, una década después del inicio de la tragedia

Las jornadas de repudio a la injusticia organizadas por las Madres de la Plaza de Mayo, que culminarán hoy con una marcha desde el Congreso hasta la Casa Rosada, sede del Gobierno, son la única señal pública de que la sociedad argentina no ha olvidado la tragedia desatada a partir del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, del que hoy se cumplen 10 años. Otras organizaciones, como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, de la que fue cofundador el propio presidente de la nación, Raúl Alfonsín, se han limitado a pronunciarse a través de anuncios que se publicaron en las ediciones de los periódicos el fin de semana.

Más extraña aún resulta la parálisis que inmoviliza a los partidos políticos. En particular a los dos mayoritarios: el radicalismo, en el Gobierno, y el peronismo, en la primera oposición.El durísimo enfrentamiento que mantienen arribos partidos desde hace más de 10 días en el Pleno de la Cámara de Diputados que debate la estrategia, oficial sobre el pago de la deuda externa es la imagen de una cruel paradoja: la democracia, el sistema de libertades, se arriesga en cada palabra para ganar un pleito perdido de antemano por el país, y por el que se ha juzgado sólo a unos pocos responsables.

Envueltos en sus contradicciones internas y en la batalla campal por el poder, los partidos políticos no han tenido tiempo de programar siquiera un rninuto de silencio en memoria de los 30.000 desaparecidos, la tierra arrasada, los 48 mil millones de dólares de deuda externa, la fuga de divisas, la censura generalizada y los miles de argentinos exiliados, torturados, echados al mar y, fusilados hasta en el célebre obelisco que identifica la postal de Buenos Aires.

Campaña junto al obelisco

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Alrededor de ese obelisco, las Madres de la Plaza de Mayo han colocado, durante tres días con sus noches, las mesas en las que recogen adhesiones y venden libros, ilustraciones, poemas, y, lo que es más importante, se encargan de avivar la memoria de los transeúntes. Los altavoces instalados en el lugar recuerdan los discursos de la dictadura, sus crímenes y hasta sus anuncios publicitarios, en los que recomendaban "tiempo y esfuerzo" a los jóvenes argentinos.

En la tarea les acompañan grupos de militantes de la izquierda. En las pancartas se recuerda que hoy se cumplen 10 años del comienzo de "la mayor injusticia de que ha sido víctima el pueblo argentino". Los carteles pegados por las Madres de la Plaza de Mayo en las calles de Buenos Aires -que citan la frase de una canción de moda: "Quién dijo que todo está perdido"- convocan a las jornadas con grandes letras rojas sobre dos fotos en blanco y negro que recuerdan la peor época de la represión, e insisten en que "la lucha continúa".

Por otra parte, cuando el 2 de abril se cumpla el cuarto aniversario del desembarco de las tropas argentinas en las islas Malvinas -operación comando que desembocó luego en la guerra entre Argentina y el Reino Unido, que concluyó con la rendición de las fuerzas argentinas el 14 de junio de 1982- una sentencia soplará también las velas de la memoria. Para entonces se espera el fallo del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, que inició un juicio a los responsables militares de la guerra.

La condena en firme -estimada en unos 15, años para el comandante en jefe de la Armada en aquel momento, almirante Anaya; otros 12 años para el de las fuerzas de Tierra, general Galtieri; sólo seis para el conductor de la Aviación, el brigadier Lami Dozo- cerrará el expediente declarando responsables frente a la historia al trío que ocupó la máxima jerarquía.

Portavoces del olvido

Jueces y sentencias son portavoces de una sociedad empeñada en el olvido. Ya el año pasado, cuan do se cumplió el tercer aniversario del inicio de la guerra, los ex combatientes cantaban una sugestiva consigna: "Qué pasó, qué pasó que el Gobierno de Malvinas se olvidó".

De Malvinas, hace cuatro años Hace 10, en una premonitoria noche helada, tropas del Ejército se cuestraban el helicóptero en el que se retiraba de la casa de Gobierno, la presidenta constitucional, María Estela Martínez, viuda de Perón, quien reside ahora, semiolvidada, en Madrid.

Se ponía en marcha así un nuevo golpe de Estado. Pero este, a diferencia de los anteriores, se proponía instaurar un régimen nunca antes visto. Poco después, una voz seca, autoritaria, anunciaba a los argentinos por radio y televisión que las fuerzas armadas se habían hecho cargo del poder para iniciar lo que ellos llamaron "proceso de reconstrucción nacional". Era la voz del general Jorge Rafael Videla.

El 24 de marzo de 1976. Será que aquí se olvida porque no hay memoria que alcance para recordar tanto horror.

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