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La arquitectura de la segunda mitad del siglo XX

La Semana Cultural de la Escuela de Arquitectura de Barcelona, dedicada a la Tercera Generación -debe entenderse los arquitectos que realizaron gran parte de su trabajo en las décadas de los cincuenta y sesenta- ha permitido conocer un poco más tanto las corrientes internacionales de aquellas décadas, en especial la experiencia del Team X, como aspectos de la obra de algunos arquitectos más próximos a nosotros, tales como José Antonio Coderch o Antoni Bonet Castellana.La aceptación de la diversidad de tendencias, la adopción de un método empírico y antiburocrático, las discusiones basadas en el análisis de proyectos, serían algunas de las características del Team X, grupo que empezó a formarse en 1953, dentro del IX CIAM (Congreso Internacional de Arquitectura Moderna), celebrado en Aix-en-Provence.

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El Team X surgió en parte como continuación y en parte como escisión de la ortodoxia de los CIAM, pero nunca jugó un papel comparable al de los Congresos, sino que constituyó más bien un grupo internacional reducido, que se reunía ocasionalmente y que cursaba invitaciones a arquitectos de interés. Indudablemente, la masificación, burocratización, estancamiento y ausencia de perspectivas para los jóvenes que se manifestaban en los últimos CIAM provocaron en parte la desaparición de éstos y la fortuna del grupo llamado Team X .

Una de las ideas que se han esbozado a lo largo de las conferencias es cierto predominio del carácter nórdico dentro de la configuración del Team X. Al liderazgo inicial de los británicos Alison y Peter Smithson y el holandés Aldo Van Eyck, se unió el peso de Bakema (también holandés), Ralf Erskine (sueco) y Woods (norte americano), por encima de la presencia de José Antonio Coderch (español), Kandilis (griego) y Pancho Guedes (portugués). Este predominio septentrional provocó, ya en la primera reunión de Oterloo (1959), la deserción de los italianos Rogers, Gardella y Magistretti, criticados durante sus intervenciones.

Una obra coherente

En este sentido, la figura de Ernesto Nathan Rogers define un total contrapunto respecto de la ortodoxia del Team X, siendo precisamente la actitud intelectual, moral y política de Rogers la que promovió las ideas de arquitectos discípulos suyos -tales como Rossi, Aymonino, Tafuri y Grassi, colaboradores suyos en la revista Casabella-Continuità- aquéllos que abrieron las brechas ideológicas más cruciales en la arquitectura europea.

La otra personalidad singular estaría constituida por Louis Kahn, nacido en Estonia y nacionalizado norteamericano, que fue invitado a alguna de las reuniones del Team X. Kahn, que realizó una importante obra dedicada a edificios públicos, llegó a definir un lenguaje formal fuertemente caracterizado por el predominio de la geometría, el soporte de la composición académica y la vocación de intemporalidad. Por su formación, aun en relación al legado compositivo de la arquitectura académica del siglo XIX, Louis Kahn dispuso de un back ground que le sirvió de soporte para realizar una obra coherente, lejos de los desequilibrios manifiestos entre planteamiento y obra realizada que se dieron en algunos " miembros del Team X como los Smithson y Van Eyck.

De hecho, la responsabilidad que recayó sobre los arquitectos de la Tercera Generación fue enorme: construir -y reconstruir realmente- las grandes ciudades europeas, sin prácticamente otra referencia que los criterios establecidos por sus maestros pocas décadas antes y tras una fuerte ruptura con la tradición. Por tanto, en este proceso era inevitable una fuerte tendencia hacia el realismo, el contextualismo o el regionalismo: es decir, se tenían que plantear proyectos de revisión confrontando los principios del movimiento moderno con los diferentes contextos.

Aquí radica uno de los principales atractivos de esta arquitectura reciente; ha sido una aproximación arquitectónica que introduce los primeros pasos hacia la integración del conocimiento histórico -sobre todo en Kahn, y Rogers-; hacia el respeto por el legado de la ciudad -Rogers y, en cierta medidados Smithson-; hacia la búsqueda de estructuras vernáculas -recuérdense las experiencias antropológicas de Aldo Van, Eyck y Utzon- o, finalmente, hacia la defensa de los valores formales autónomos (cabe citar obras como la capilla de Ronchamp o la ópera de Sidney). Todo ello sin renunciar a la preocupación social de la arquitectura como herencia del movimiento moderno.

Dimensión social

En este sentido, una de las conclusiones de la Semana Cultural de la Escuela de Arquitectura ha de coincidir con la que planteó Federico Correa en su intervención recordando las reuniones del Team X: para la Arquitectura es básica su dimensión social. Podríamos añadir que, si bien es altamente valioso que la Arquitectura haya recuperado en estas últimas décadas el diálogo con su propia historia, la forma de su relación con la ciudad, la consciencia de su esencialidad ligada a la forma y la voluntad de ser expresiva mediante el lenguaje, también lo es que si desprecia su dimensión social, es decir, su responsabilídad de responder a las aspiraciones y necesidades de la colectividad, volverá a caer en el error de dejar de lado una de sus dimensiones esenciales.

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