Algunas reflexiones en torno al nuevo programa del PCUS
Hace algunos días, en la URSS se dio a conocer el anteproyecto de nueva redacción del programa del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). También se hicieron públicos los anteproyectos de las directrices básicas del desarrollo económico y social del país en el próximo quinquenio y en el período que queda hasta el año 2000, así como de los cambios a introducir en los estatutos del partido. Tras un amplio debate nacional y la presentación de enmiendas, los tres textos serán sometidos al 27º Congreso del PCUS en febrero de 1986.Siendo de gran trascendencia política, el contenido de estos documentos invita a una profunda reflexión. En ellos se recogen las metas programáticas y la estrategia a seguir por un largo período de tiempo. Esta estrategia se funda sobre todo en un deseo de acelerar el desarrollo socio-económico del país para asegurar una vida socialmente dinámica, rica, material y espiritualmente, de los soviéticos. Se trata concretamente de crear en los próximos 15 años un potencial económico aproximadamente igual al que fue acumulado durante todos los años anteriores de la existencia de la URSS. Ello supone un aumento casi de un ciento por ciento en la renta nacional y en la producción industrial. En el ámbito político se busca fundamentalmente el desarrollo ulterior de la democracia socialista con miras a la realización cada vez más plena de la autogestión del pueblo. En síntesis, según las palabras de Mijail Gorbachov, secretario general del Comité Central del PCUS, se trata de alcanzar un "estado cualitativamente nuevo de la sociedad soviética".
El nuevo programa del PCUS es un exponente íntegro de nuestra concepción en materia de política internacional. Al proclamarse abiertamente sus objetivos, esta política es perfectamente pronosticable. Sus pilares básicos siguen inamovibles a lo largo de toda la historia de la URSS. Al mismo tiempo considera la inmensa diversidad del mundo actual para ser capaz de reaccionar con flexibilidad a los cambios que se operan en la escena internacional.
Voluntad de paz
De una lectura del proyecto del programa se desprende claramente que en el fondo de sus planteamientos existe una profunda voluntad de paz. Una sociedad que se consagra a un esfuerzo constructivo de tal envergadura no puede pensar en una guerra.
Sin embargo, nuestra concepción internacional rebasa ampliamente los condicionamientos internos. Parte de que el propio desarrollo mundial, según señaló M. S. Gorbachov, "ha llegado a un cierto límite que no se puede superar sin tomar decisiones altamente responsables para poner coto a la carrera armamentista y parar el deslizamiento hacia la guerra. Estas decisiones no pueden posponerse sin arriesgarse a perder el control sobre los peligrosos procesos que amenazan con acabar con la propia existencia de la humanidad".
Ciertamente, la Unión Soviética dispone de medios necesarios para garantizar su seguridad. También sabrá hacerlo en el futuro en la medida en que sea preciso. No obstante, concebimos esta seguridad, igual que la de los demás países, no en el camino de una sucesiva carrera armamentista, sino en el que conduce al relajamiento de tensiones, al desarme, la paz y la cooperación internacionales.
Está claro que la creación de medios de destrucción cada vez más sofisticados no es capaz de resolver problemas que se plantean ante la comunidad internacional. En un mundo complejo e interdependiente hay que elevarse por encima de las discrepancias ideológicas, que no deben trasladarse a las relaciones entre los Estados. Para asegurar la supervivencia de la humanidad hay que aprender a vivir juntos, a dominar el difícil arte de contar con los intereses de los demás. Esto es precisamente lo que se llama coexistencia pacífica.
La vocación de paz inherente a la naturaleza propia de nuestro Estado y refrendada en su Constitución, se traduce en acciones concretas. Desde el final de la II Guerra Mundial, la URSS ha presentado más de 100 propuestas cuyo denominador común ha sido la búsqueda de una paz duradera y la limitación de la carrera de armamentos sobre la base de una paridad estratégica, en unos niveles cada vez más bajos. La mayoría de estas propuestas sigue en pie, incluida la del desarme general y completo bajo estricto control internacional. Al contemplarlo como su meta histórica, la Unión Soviética se ha empeñado en avanzar hacia ella, bregando por limitar y estrechar el margen de los preparativos bélicos, especialmente vinculados con las armas de exterminio masivo: nucleares, espacíales, quimicas, etcétera.
La construcción de un mundo sin armas nucleares y espaciales constituye el eje principal de las últimas propuestas soviéticas anunciadas por M. S. Gorbachov durante su reciente visita a París. Es evidente que un acuerdo sobre la prohibición de crear, ensayar y desplegar sistemas de armas espaciales de choque.haría posible una amplia cooperación internacional en la exploración pacífica del espacio, algo que ya ha sido propuesto por la URS S en las Naciones Unidas. De tal manera, en vez de la guerra de las galaxias, se pondría en práctica un programa de la paz de las galaxias, que redundaría en beneficio de toda la humanidad.
Tampoco es posible contemplar una perspectiva del desarme sin una limitación de las armas convencionales, que cada vez se aproximan más, por sus efectos, a las armas de exterminio masivo. El nuevo programa del PCUS aboga por el cese de la creación de nuevos tipos de estas armas, la reducción de las fuerzas armadas de los países, en primer lugar de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, y la disminución de los gastos militares. Importa también congelar y reducir las tropas y armamentos en las zonas más explosivas del planeta.
En resumen, tal y como se plantea solemnemente en este documento, no hay ningún arma que la URSS no esté dispuesta a limitar o prohibir sobre una base de la reciprocidad y bajo control eficiente. Llegamos a proponer también el destierro total del uso de la fuerza de las relaciones internacionales.
En la actual situación internacional corresponde un papel especial a Europa. Debido a la verdadera saturación de armamentos, está expuesta quizá como ningún otro continente a los riesgos de un conflicto armado. Por otra parte, también es en Europa donde más se siente la interdependencia del destino de los pueblos, pese a las diferentes vías políticas y sociales que éstos han escogido. Los soviéticos jamás hemos renunciado a la tarea de superar la división de Europa en dos bloques militares opuestos. Se mantiene en pie la propuesta de la URSS y de sus aliados sobre la disolución simultánea de la OTAN y del Tratado de Varsovia, o la liquidación de sus respectivas organizaciones militares, como el primer paso.
No obstante, aun en las condiciones actuales, se puede crear un modus vivendi para aminorar la confrontación. Existe una posibilidad de reducir las fuerzas armadas convencionales de la OTAN y del Tratado de Varsovia en Europa central, empezando por la reducción de tropas soviéticas y norteamericanas. También es viable la creación en Europa de zonas libres de armas nucleares y químicas. Creemos firmemente que los países desnuclearizados tienen derecho a unas garantías sólidas de que las armas nucleares jamás se apliquen contra ellos.
Cooperación internacional
Ante las realidades del mundo actual importa contemplar la paz no sólo como una mera ausencia de guerra, sino como una amplia cooperación internacional. Pese a la situación llena de tensiones y riesgos, los europeos hemos sabido acumular en las últimas décadas un caudal importante de experiencia en materia de distensión vista como una etapa lógica y necesaria para avanzar hacia un sistema de seguridad más global y fiable. Tal es precisamente el sentido del proceso de Helsinki, al que cada país europeo, así como EE UU y Canadá, aportó una cuota de su experiencia nacional. Hay que cuidar este patrimonio común y multiplicarlo mediante los esfuerzos conjuntos. Concierne en particular a la Conferencia de Estocolmo, donde empiezan a vislumbrarse los contornos de futuros acuerdos. Abarcan una serie de medidas para dar un contenido más sustancial y concreto al principio de la no utilización de la fuerza y crear confianza en el terreno militar. La URSS apoya la adopción de estas medidas, incluido el intercambio de planes anuales de unas determinadas actividades militares.
El clima político de Europa depende en gran medida de cómo se desarrolle en este continente el conjunto de relaciones Este-Oeste. Aquí también es necesario un enfoque innovador. El progreso industrial, científico y tecnológico, tal como se plantea hoy ante cada país, puede ser potenciado considerablemente aprovechando eficazmente la división internacional del trabajo. Y claro está que una atmósfera de mayor confianza y seguridad en Europa permitiría desplegar aún más ampliamente las relaciones eonómicas, mancomunar los esfuerzos de los países europeos en la protección del medio ambiente, asegurar un mayor flujo informativo, el intercambio cultural y los contactos humanos.
Basta lanzar una márada sin prejuicios a estas posturas soviéticas para comprobar que partimos de que sólo mediante un esfuerzo conjunto de todos los países interesados en mantener la paz, ésta puede ser estable y duradera. Ya es hora de revisar algunas ideas preconcebidas. En el siglo nuclear y cósmico en que nos ha tocado vivir, hace falta un enfoque distinto y valiente para no defraudar las enormes expectativas que los pueblos depositan en la política de sus Gobiernos para construir un futuro de paz.
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