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33º FESTIVAL INTERNACIONAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

El festival pedáneo

Al igual que el clima desapacible estimuló en su día la narrativa oral en tomo al fuego, los domingos de lluvia en Euskadi propician las tardes de cine en los pueblos.Rara es la localidad sin cinéfilos. Muchas gozan de cineclubes, locales para cinefórum, varias salas comerciales y cinematecas subterráneas, turbulentas, con asientos de aula parroquial y pantallas remendadas como vela de bergantín, donde se proyectan clásicos, novedades, reliquias y documentales.

Colectivos afanosos como el Mudo Drogot Cinematógrafo, de Ermua, y el Kultur Elkartea, de Deba, por sólo citar dos, se encargan de encauzar y organizar el festival pedáneo en sus villas respectivas.

A primera vista se podría pensar que la sección de Barrios y Pueblos como descentralización del festival vino determinada, en su día, por exigencia de la intelectualidad municipalista. Que ello influyó, no cabe duda.

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Pero afortunadamente los organizadores de la capital disponían además del precedente veneciano, que aquí parece marcar las pautas. (Anoche, el peluquero Bernar, por cuyos dedos han pasado las más fecundas cabelleras del mundo del cine, hablaba de organizar regatas de góndolas en la bahía).

La centrifugación de la Mostra hacia las barriadas ya se había llevado a la práctica en Venecia, en efecto, y ello sirvió de jurisprudencia para que en 1978 el festival viajara al cinturón donostiarra, y en 1979, a las distintas poblaciones guipuzcoanas.

El domingo, pues, los pueblos inauguraron el festival pedáneo. El ambiente, allí, constituye fiel reflejo, con la ausencia de José Sacristán, Omero Antoniutti o Charo López en las calles y bares, de lo que es la plaza donostiarra de Oquendo a las ocho de la tarde.

Pero donde realmente repercute es en la taquilla. Los locales ven doblada la asistencia gracias al cebo de unas películas de mayor calidad o de festival, recinto que las hace apetecibles.

Normalmente, las cintas del festival en pueblos se seleccionan entre producciones de ediciones anteriores. Salvo casos excepcionales, no se proyectan las que concurren al certamen de la capital. Barrios y Pueblos es, por tanto, una sección anacrónica.

Hay noticia, no obstante, de realizadores que se desplazaron a zonas periféricas para presentar su obra. En Deba recuerdan al equipo del filme yugoslavo Dorotejd, que arribó a dicha villa en tres taxis, y a Pierre Giusseppe Murgia, que en 1981 aterrizó en el cine Zubelzu con su Festa perduta, recién premiada con el Alfonso Sánchez de Nuevos Realizadores, bajo el brazo.

Estadísticas que nos mostraron los cineclubistas indican que las películas más taquilleras lo son fundamentalmente en municipios pequeños. Excentricidades como la de Murgia deberían prodigarse.

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