"Hay momentos en los que quisiera desaparecer"
Durante el último mes y medio, coincidiendo con una fuerte ofensiva del Ejército sandinista, Edén Pastora viajó por EE UU, Panamá y algún otro país centroamericano buscando "desesperadamente" ayuda económica que le permitiera evitar el fin del grupo guerrillero Alianza Revolucionaria Democrática (ARDE), que dirige. En este período, el Comandante Cero, como se le conoció durante su lucha contra Somoza, inició también la preparación de su autobiografía, que con el título Mi vida por Nicaragua iba a publicar una editorial española. Edén Pastora esbozó para el autor de este artículo, que iba a redactar su autobiografía, recuerdos de su vida guerrillera, acompañados de anécdotas y comentarios sobre los acontecimientos más recientes.
"Te aseguro que hay momentos en los que quisiera desaparecer, olvidarme de todo esto, volver a pescar tiburones. Estoy cansado, cansado de tanta incomprensión, de la falta de apoyo". A finales del pasado mes de junio, Edén Pastora, el Comandante Cero, el jefe militar de ARDE confiesa su cansancio en una calurosa tarde, sentado en la terraza de una casa en el sur de Miami.Pastora había viajado a Estados Unidos, con un visado de cortesía del Departamento de Estado, con objeto de obtener ayuda económica para su causa en uno de sus peores momentos desde que, hace cuatro años, inició su lucha contra sus antiguos compañeros, hoy en el poder en Managua.
Edén Pastora atraviesa, según su propia confesión, uno de los momentos más desesperanzadores desde que en 1959 inició su carrera de guerrillero, incorporándose a la lucha antisomocista.
Como una ironía del destino, el Comandante Cero comenzó su campaña en petición de socorro instalado en la casa de un antiguo general somocista, exiliado en el sur de la Florida, y convertido a las ideas de su antiguo enemigo. En esa casa le llegan las noticias del descalabro militar de sus tropas, durante el mes de junio, y recibe indicaciones poco optimistas de sus contactos norteamericanos sobre la posibilidad de que reciba parte de la ayuda humanitaria que el Gobierno de Estados Unidos quiere destinar a los contra nicaragüenses.
"No se fían de mí", afirma, "porque soy independiente, porque no quiero que Nicaragua caiga en manos de los antiguos somocistas porque estoy luchando por el verdadero sandinismo", decía Pastora hace tan sólo tres semanas para reconocer inmediatamente que su situación se estaba volviendo insoportable: "Tengo 15.000 campesinos que han huido de Nicaragua, y no tengo para darles de comer ni de vestir. Necesitamos no sólo ayuda militar, sino también mantas, medicamentos, alimentos..."
Decepción en Washington
La realidad se imponía y Pastora viajó el 14 de junio a Washington para recibir allí la noticia de que nadie, o casi nadie, estaba dispuesto a prestarle ayuda si seguía empeñado en hacer la guerra por su cuenta y se negaba, como hasta entonces, a unirse a los restantes grupos guerrilleros. Regresó desesperanzado a Miami, y en un momento de la conversación con el periodista metió las manos en los bolsillos y, sacando un fajo de dólares, apenas 6.000 u 8.000, dijo: "Mira, esto es lo que he conseguido. Yo, que necesito un millón de dólares mensuales para combatir contra Managua. Los campesinos siguen llegando a nuestros campamentos y piden armas, pero yo no tengo ni armas ni comida, y les digo que no vengan más, que esperen..., pero siguen viniendo... ¿Qué puedo hacer?".
Durante las seis últimas semanas, Edén Pastora permaneció mucho tiempo en EE UU, entrevistándose con seguidores, con posibles financiadores de su guerrilla. Viajó también a Panamá, y desde allí, clandestinamente, en avioneta, voló hacia sus campamentos en el sur de Nicaragua, muy cerca de la frontera con Costa Rica.
En los ratos libres hizo memoria y comenzó a reconstruir su vida, iniciada hace 48 años en Ciudad Darío (Nicaragua), para escribir su autobiografia: Mi vida por Nicaragua. "Voy a contar lo que de verdad ha pasado todos estos años", dice, y se lanza a hablar de sus antiguos compañeros, como el ahora presidente, Daniel Ortega, "que va lleno de medallas y dorados en el uniforme, como si fuera un mariscal de campo ruso", o Alfonso Robelo, antiguo aliado en ARDE, del que se ríe a carcajadas, afirmando que "no sabe lo que es el barro de la selva en sus zapatos".
Pastora tiene dificultades para ceñirse a los hechos concretos, y a veces se pierde entre lo real y lo imaginario, entre lo que fue y lo que pudo haber sido. Prefiere casi siempre la anécdota y se levanta de una mecedora para imitar cómo camina Humberto Ortega, ministro de Defensa, o cuáles son los gestos de Jaime Weelock, uno de los nueve comandantes sandinistas. "Se han dado a la buena vida", afirma. "Antes de que yo los abandonara andaban ya en grandes carros y me invitaban a fiestas con mucho trago y jovencitas..., y hasta algún jovencito". Sus enemigos dicen de él, sin embargo, que abandonó el régimen sandinista porque sólo lo habían nombrado viceministro del Interior, por afán de notoriedad, porque aspiraba a ser el presidente de la República después de Somoza, pero él lo niega vehementemente y jura que sigue siendo sandinista, "auténtico, no como ellos".
"Voy a expulsarlos"
"Si yo consigo expulsarlos del poder, y lo voy a conseguir", dijo hace sólo dos semanas, "cuando se instaure el nuevo régimen, al día siguiente me voy a mi casa, no quiero ni gobernar ni luchar más. Me voy a pescar tiburones, que es lo que hacía antes".
Sin embargo, no puede evitar ajustarse el uniforme guerrillero, o incluso arreglarse un poco el pelo cuando las cámaras de televisión de los reporteros le rondan, y lo han hecho con frecuencia desde que su rostro y su nombre se hicieron mundialmente conocidos, al dirigir el asalto al Palacio Nacional de Managua, en 1978, donde retuvo como rehenes a los diputados somocistas para conseguir la liberación de un grupo de guerrilleros sandinistas.
Aquel salto a la fama le persigue aún, bien a su pesar, según dice, y a veces se le presenta de nuevo de forma curiosa: Pastora cree, por ejemplo, ver la irónica mano del diablo en la ocupación del Congreso de los Diputados en 1981 por Antonio Tejero. Una ocupación, dice, "calcadita de la nuestra, tanto que yo creo que Tejero estudió muy de cerca nuestro operativo para preparar el suyo".
Por si fuera poco, Pastora vivió de cerca el 23F español: "Llegué a Madrid", revela en sus memorias apenas iniciadas, Ia tarde del 23 de febrero para entrevistarme con Felipe González y otros dirigentes socialistas y explicarles por qué abandoné la Junta Sandinista y me iba a las montañas. Cuando el taxi llegaba a Cibeles le pregunté al chófer qué estaba pasando con aquel montón de policías en las calles. Cuando me contó lo que pasaba lo hice volver al aeropuerto y cogí el primer avión que pude".
Los amigos de Edén Pastora le han causado, dice, no pocos disgustos, casi siempre por "razones de Estado", y así recordaba recientemente su amistad con Fidel Castro y con Omar Torrijos, dos líderes a los que dice admirar mucho. "En mis memorias voy a contar muchas cosas nuevas sobre ellos", declara, "y muchas cosas sobre la CIA y los nueve comandantes, porque ya es hora de empezar a contar la verdad sobre Centroamérica, sobre Nicaragua".
El Comandante Cero está seguro de que cuando comience a contar la verdad "se va a levantar tremendo escándalo, pero yo quiero contarlas, porque a mí me pueden matar en cualquier momento, ya lo han intentado, y lo único que va a quedar, de lo único que quiero que estén orgullosos mis hijos, es de mi testimonio, de lo que ha sido una vida dedicada exclusivamente, desinteresadamente, a Nicaragua".
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