Los ovetenses prefieren la música de Mozart
E. F. Los asturianos parecen dar la razón a Stendhal cuando afirmaba: "Rossini siempre divierte; Mozart encanta siempre". Así, el lleno rebosante del teatro Campoamor y el entusiasmo del público para Las bodas de Fígaro superaron a los de El señor Bruschino, de Rossini.
Por otra parte, y dejando de lado que estemos ante una de las más altas creaciones del teatro musical de todos los tiempos, Las bodas resulta familiar a los oídos del público ovetense, bien sea el tradicional amante de la ópera como el nuevo que anima y promueve el festival internacional que se desarrolla en aquella ciudad en estos días.
Formación estable
Las ventajas de una formación estable y el atractivo de un espíritu de cámara se evidenciaron sobremanera a lo largo de un texto escénico y musical tan complejo y lleno de dificultades como el de la obra de Beaumarchais, al que Mozart, desde la música más que el abate Da Ponte desde el libreto, valoró genialmente en el carácter de los personajes principales y secundarios y en el ritmo ágil de creación de enredo que domina la obra.
XI Festival de Música y Danza de Asturias
Las bodas de Fígaro, de Mozart. Opera de Cámara de Varsovia. Teatro Campoamor. Oviedo, 4 de mayo.
Las bodas de Fígaro perduran después de 200 años de vida y se aplaudirán siempre por la belleza de una música que absorbe en sustantividad el conjunto de valores teatrales.
Desde la sorpresiva obertura hasta el final, pasando por recitativos, arias, dúos y conjuntos, y sin olvidar el delicioso Fandango del tercer acto, recibimos la impresión de estar ante algo distinto, ante un acontecimiento que se renueva cada vez que Las bodas se representan con fidelidad a la letra y al espíritu.
Una batuta segura y ágil como la del polaco Tomasz Bugaj dio pulso a los cuatro actos, y una formación orquestal reducida, pero de gran calidad profesional, mantuvo en alto la labor de los cantantes y resaltó las novedades mozartianas en el dominio de la coloración instrumental.
Cantantes y actores, en equilibrado tanto por ciento, los componentes de la Compañía Nacional de Cámara de Varsovia encarnaron y expresaron el conocido cuadro de personajes: la delicada Susana, de Ana Machowiak; la lírica y enamoradiza Condesa, de Eva Ignatowiez; el Cherubino, mejor vivido que entonado por Sofía Witkowska; la relativamente noble Figura de conde de Almaviva, totalmente ennoblecido por el tenor Tadeusz Piszek; el Fígaro flexible e incisivo de Jopzek Franknstein, barítono de brillante voz.
Tradición operística polaca
Todo el resto de los personajes, así como el pequeño coro, se mantuvieron dentro del bien hacer de este grupo, de gran tradición en la vida operística de Polonia.
A ellos habría que añadir los nombres de Jitka Stokalska, por sus sencillos y excelentes escenarios, y de Lucía Kossakowska, directora escénica.
Las dos óperas, tanto la de Rossini como la de Mozart, han constituido el más brillante comienzo de un festival al que esperan muchas jornadas de especial valor: la versión escénica de Acis y Galatea, de Haendel, o El Mesías que, al parecer, interpreta de memoria el conjunto de solistas Coros y Orquestas del Japón.
Babelia
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