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Amenaza de extinción para varias especies animales

Un edén en peligro

El fuego, puede acabar con la impresionante riqueza ecológica de las islas Galápagos

"Las tortugas son muy pesadas, de 150 a 300 kilos; su lentitud para desplazarse las haría presa fácil del fuego". Es la opinión generalizada de los científicos sobre la posibilidad de salvación de las gigantescas tortugas, de hasta metro y medio de alto, llamadas galápagos, que pueden verse afectadas por el incendio iniciado el 28 de febrero último en la isla Isabela, la más grande del archipiélago de Galápagos, uno de los paraísos ecológicos que aún perviven.

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El fuego ha arrasado en poco más de un mes 30.000 hectáreas y tiene un frente oscilante entre 30 y 45 kilómetros, pero sin alcanzar grandes llamaradas, pues únicamente está consumiendo arbusto, alimento favorito de las tortugas, levantando grandes columnas de humo, siendo inútiles hasta ahora todos los esfuerzos de 300 hombres por sofocarlo.El incendio se está aproximando a la zona del volcán Sierra Negra, cuyo cráter de 10 kilómetros de díámetro está considerado el segundo mayor del inundo. En las cercanías vive una colonia de unos 500 galápagos, lo que ha hecho temer por la vida de estos animales; aunque a ciencia cierta nadie sabe si ya han sufrido algún daño, porque ninguna persona ha podido llegar a las galapagueras, lugares donde desovan las tortugas, debido a la ausencia de caminos y lo intrincado del terreno.

Pero, además de tortugas, Isabela es lugar de residencia de otras raras especies, como los flamencos rosados, los pingüinos enanos -típicos de regiones polares, pero perfectamente habituados al clima subtropical de la zona-, cormoranes no voladores e iguanas marinas. Las opiniones de los investigadores de la estación Charles Darwin, organismo científico que realiza estudios en las islas, señalan que estos animales no han sufrido mayores daños desmintiendo así primeras versiones que hablaban de una migra ción masiva. Los afectados ha brán sido algunas lagartijas de lava y pájaros comunes.

Paraíso turístico

El archipiélago, atravesado por la línea ecuatorial en el océano Pacífico, está situado a poco más de 1.000 kilómetros de la costa de Ecuador. Integrado por 13 islas grandes -de las que sólo cuatro están habitadas por el hombre-, 17 islotes y numerosas rocas emergentes del mar, es propiedad de Ecuador desde 1832.

Fue descubierto por el obispo español Tomás de Berlanga en 1535. Precisamente este año se conmemoran los 450 años del hecho, que por triste broma del destino se celebran con un gigantesco incendio que amenaza flora y fauna únicas en el mundo.

Durante los siglos XVII y XVIII, las islas se convirtieron en refugio de piratas y balleneros, que dieron caza indiscriminada a las tortugas por su excelente carne, lo que llevó a la desaparicion de cinco de las 15 especies que se sabe poblaban el archipiélago.

Las 10 especies que sobrevivieron a la cacería integran hoy una colonia de alrededor de 10.000 galápagos desparramados por todas las islas. Además se pueden encontrar focas, pingüinos, iguanas terrestres y marinas, flamencos, cormoranes no voladores -ave que ha perdido sus alas por no tener necesidad de surcar los cielos para huir de sus enemigos o buscar alimento; no tiene enemigos y la comida la encuentra en tierra-, lobos marinos, fragatas, albatros, piqueros de patas azules. Asimismo, volcanes, formaciones de lava y una original oficina de correos, consistente en un barril instalado sobre un basamento rocoso en una bahía, llamada Post Office. Esta particular estafeta fue utilizada incluso hasta este siglo. Los navegantes dejaban sus cartas en el barril, que eran trasladadas a su destino por algún barco que fuera en esa dirección.

Declaradas "patrimonio cultural de la humanidad" por la organización de las Naciones Unidas para la ciencia y la cultura (Unesco), los poco más de 6.000 habitantes de las islas centran sus actividades en torno a la agricultura, ganadería, pesca y turismo, siendo de todas maneras escasa la actividad económica, limitándose al nivel de autoconsumo. Los visitantes son la principal fuente de ingresos del archipiélago; no obstante, está limitado el número de turistas que pueden llegar anualmente a Galápagos en un tope de 25.000, cifra que todavía no se ha logrado nunca; en los últimos años se llegó a 18.000.

Esperando la lluvia

Desde Puerto Villamil, principal localidad de Isabela, con 400 habitantes, se divisan grandes columnas de humo que avanzan hacia el pueblo; pero entre los colonos reina la tranquilidad, ya que, a modo de escudo protector, hay una lengua de lava petrificada entre el fuego y las casas que impedirá, por falta de material combustible, la llegada de las llamas, afirman miembros de la defensa civil de Ecuador.

El inicio del siniestro, una vez que se descartaron las hipótesis que le atribuían un origen volcánico, se debió a una hoguera mal apagada por un colono, cuyos rescoldos se propagaron rápidamente debido a la sequedad del suelo. Galápagos soporta una pertinaz sequía desde hace ocho meses y fuertes vientos reinantes. La aridez del terreno ha ocasionado dos incendios más en las islas de Santa Cruz y San Cristóbal, pero pudieron ser apagados en los últimos días.

Hay además otro elemento que contribuye a la rápida propagación del fuego, así como a la dificultad de sofocarlo: el suelo. Las Galápagos son de origen volcánico reciente y la tierra, por ello, tiene abundante materia orgánica, altamente combustible. Una extensa área de color verde oscuro se ha convertido ahora en una mancha negruzca. No obstante, se espera que esta vegetación se regenere en dos años.

Las labores que se realizan en Isabela aspiran de momento a controlar únicamente las llamas, ya que, dadas las circunstancias y medios con que se cuenta, el fuego sólo podrá ser extinguido por la lluvia. Tractores, orugas, palas y palos, aparte de escasas bombas de agua portátiles, no parecen suficiente contingente para apagar el incendio. La ayuda internacional que está llegando a las islas, proveniente principalmente de Estados Unidos, no alcanza las dimensiones necesarias para extinguir el incendio.

En Isabela se insiste en que sólo atacando desde el aire se podrá apagar el fuego, ya sea con hidroaviones o con la lluvia. Pero los aparatos aéreos no llegan y los informes meteorológicos indican que no hay nada que haga pensar en una lluvia.

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