El mundo que descubrió el joven Darwin
Las islas Galápagos no son un archipiélago más del Pacífico. Para todos los amantes de la historia natural, tienen, además de su intrínseca belleza, un significado especial: fue allí donde asomó con cierta claridad el pensamiento evolucionista de Charles Darwin Las observaciones que el joven Darwin realizó en las Galápagos y en otros puntos de su largo periplo a bordo del Beagle le llevaron a los pocos años a formular la teoría del cambio progresivo de las formas vivas, la teoría de la evolución de las especies por medio de la selección natural. A partir de ese momento el estudio del mundo vivo cobra una nueva dimensión temporal y se convierte verdaderamente en historia natural.Cuando Darwin visitó el archipiélago, en septiembre de 1835 éste poseía un grado de naturalidad envidiable. Hacía sólo seis años que se había establecido una colonia de modo permanente. Antes había servido de refugio ocasional de piratas y balleneros, los cuales acudían allí a proveerse de agua potable y de deliciosa carne de tortuga, enormemente abundante en las 10 islas del archipiélago. Tan poco exploradas estaban las islas que Darwin cuenta con admiración que las aves no se asustaban de la presencia humana y eran tan mansas que podían ser capturadas a mano con la única ayuda de un sombrero.
Sin embargo, fue la enorme variedad de formas biológicas de las islas lo que más sorprendió al naturalista. Escribe en su diario: "Considerando el pequeño tamaño de las islas, nos sentimos atónitos ante el número de seres aborígenes... Existen diferencias incluso entre los seres que habitan distintas islas, aunque todos muestren una marcada relación con los americanos, a pesar de estar separados del continente por una lengua de océano de 500 a 600 millas". En particular le llamaron la atención las tortugas, las aves y las plantas superiores, aunque pocas cosas le pasaban inadvertidas. De las tortugas señala que el vicegobernador, Lawson, le hizo notar el hecho de que las distintas islas poseían todas tortugas diferentes, y que se podía determinar por la concha la isla a la que pertenecía un ejemplar concreto.
Darwin, que acababa de llegar al archipiélago tras una larga estancia con el Beagle en Suramérica, no había previsto hallar esa variedad de formas, hasta el punto que había mezclado parcialmente las colecciones de dos islas, pensando que todas las Galápagos poseían una fauna y flora semejantes. Cuál no sería su sorpresa al comprobar, por ejemplo, que casi la mitad de las leguminosas de cada isla eran especies exclusivas de esa isla, o que 23 de las 26 aves terrestres del archipiélago no se hallaban en ninguna otra parte del mundo.
Es seguramente a partir de su visita a las Galápagos cuando las ideas evolucionistas (o transformistas, como se decía entonces) de Darwin se consolidan. Aunque tardó tres años más en leer el libro de Malthus, Sobre la población, y encajar todas las piezas de su teoría sobre la selección natural (y 21 años más en publicarla), es al contacto de la fauna fósil suramericana y de las diferencias geográficas en la distribución de especies en las islas Galápagos cuando, por así decirlo, empieza a ver claro el cambio gradual de las especies.
Posteriormente buscaría el mecanismo del cambio. Por ejemplo, en su diario de las Galápagos, señala el joven (28 años) naturalista, hablando de los pinzones (Geospiza) de las diferentes islas, que "uno se pregunta si, dada la gradación de estructura entre los distintos pájaros, una sola especie no ha sido tomada y modificada para distintos fines".
¿Cómo era posible, siguiendo la teoría creacionista, que unas islas volcánicas de relativamente reciente aparición estuvieran pobladas por seres diferentes del resto del mundo y, a la vez, tan parecidos entre sí? Si, como entonces se sostenía, las especies se desarrollaban exclusivamente en función del clima, la altitud o la naturaleza del suelo, ¿cómo era que existía una afinidad tan marcada con la flora y fauna americana?
La explicación tenía que estar en la evolución de las especies, en una diversificación posterior de la fauna y flora de cada isla, facilitada por su aislamiento geográfico entre ellas y con el continente.
En ese maravilloso laboratorio viviente, y empleando palabras del propio Darwin, "tanto en el espacio como en el tiempo nos sentimos transportados a la proximidad del gran hecho -el misterio de los misterios- de la primera aparición de nuevos seres sobre la Tierra".
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