La despoblación y la burocracia amenazan al centro histórico de la capital de Galicia
ÁNXEL VENCE Pensar en un museo es muy engañoso en el caso de Santiago de Compostela, ciudad donde el casco monumental -a la vez que el centro simbólico e institucional de la población y, en cierta medida, de Galicia- está densamente habitado y donde se practica intensamente el comercio. Sin embargo, el hecho de que Santiago de Compostela se haya convertido en la capital política y administrativa de la región supone la única amenaza seria para una ciudad histórica cuya área monumental apenas ha cambiado por las modificaciones impuestas por el urbanismo, ni ha sufrido apenas agresiones ambientales.
Las algas y líquenes de los muros de Santiago, que tanto fascinaron a Gabriel García Márquez en su primera visita a la ciudad, el pasado año, son, paradójicamente, uno de los raros factores que a largo plazo podrían alterar el más que aceptable grado de conservación física de los monumentos de la ciudad compostelana. Además de servir de pretexto a una nada jocosa Flora muraria de Santiago, editada por la universidad compostelana hace algún tiempo, la vegetación que cubre la catedral y los principales edificios históricos es un notable y singular ejemplo de contaminación biológica que, más allá de consideraciones de tipo estético, contribuye de manera significativa al deterioro de la zona monumental de la ciudad.
El granito
Poco tiene de extraño, en consecuencia, que sea un catedrático de Edafólogía, el profesor Francisco Guitián, quien haya realizado el estudio más completo sobre el estado de conservación del Santiago histórico. Para Guitián, que parte de la consideración general de que el deterioro del patrimonio artístico compostelano no resulta excesivo, el factor determinante es la extraordinaria durabilidad del granito, material prácticamente exclusivo en edificios y calzadas urbanas.
El departamento de Edafología de la universidad de Santiago de Compostela estudia actualmente el mecanismo por el que se produce el ascenso capilar del agua de la lluvia hasta una altura aproximada de dos metros en todos los edificios del área monumental.
Esta acumulación de humedad, favorecida por un clima que se ha terminado por convertir en un símbolo de la ciudad, y en el que no son infrecuentes las precipitaciones de hasta 100 litros diarios por metro cuadrado, es el segundo factor de degradación de la piedra, que se manifiesta en descamaciones, formación de ampollas y caída de placas de granito. La lluvia ácida, principal elemento de agresión ambiental que soportan los monumentos en Europa, no afecta, sin embargo, a Santiago, "salvo", explica Guitián, "cuando, excepcionalmente, la dirección de los vientos arrastra hasta la ciudad partículas contaminantes de las industrias". Esto es considerado un privilegio de la situación relativamente no industrializada de la ciudad. En Europa, la lluvia ácida se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los movimientos ecologistas.
El relativo buen estado de conservación de la ciudad monumental parece estar también en relación directa con su característica de que todavía se utiliza como ciudad residencial, en lo que se diferencia considerablemente de lo que constituye la norma general en otros núcleos históricos. Ni siquiera el impacto del desarrollismo, que en la década de los sesenta hizo nacer una nueva ciudad extramuros con vocación fuertemente residencial y comercial, ha cambiado el hecho de que el caso histórico sigue siendo el centro; en él viven, según indica el último censo, 6.830 personas de diferentes estratos sociales.
La ciudad histórica, que conserva la estructura vial diseñada en el siglo XIII -aunque el patrimonio edificado corresponda en su casi totalidad a los siglos XVIII y XIX-, coincidió hasta pasada la segunda mitad de este siglo con la ciudad habitada, lo que, a juicio del asesor urbanístico del Ayuntamiento santiagués, Ánxel Viñas, "dio lugar a que se fueran consolidando en ella usos prestigiosos de todo orden". De hecho, la plaza del Obradoiro, núcleo vertebral de la ciudad vieja, es toda una representación simbólica de la concentración del poder, al reunir en un mismo espacio la sede de la presidencia de la Xunta, el rectorado de la universidad, la catedral, la sede episcopal y el Ayuntamiento. A este factor de conservación hay que unir el mantenimiento de la zona como área de uso residencial. Tan sólo un 25% de las viviendas de la ciudad histórica está deshabitado, y habría que restar aún los numerosos edificios ocasionalmente rehabilitados.
La capitalidad, una amenaza
La instalación de la sede física de las instituciones autonómicas en Santiago ha contribuido a acentuar la tendencia a la rehabilitación de edificios singulares, propiciada antes por la universidad, el Colegio de Arquitectos de Galicia y otras instituciones. Viñas estima, sin embargo, que el proceso de conversión de usos residenciales en administrativos o de servicios, favorecido por la nueva condición administrativa de la ciudad, es justamente la principal amenaza que afecta a la conservación del casco histórico como un entorno urbanístico vivo y no museológico.
"Los riesgos", explica Viñas, "son evidentes, ya que la alteración de las modalidades actuales de uso, por vía de terciarización, podría acabar por expulsar a la población del casco y eliminar sus usos residenciales. Toda nuestra política urbanística se orienta hacia una promoción de usos que evite esa sustitución. Lo que ocurre es que tanto el plan general de ordenación como el plan especial del casco se encuentran aún en fase muy temprana, pero ésa es nuestra intención de principio".
La conversión del casco histórico en una suerte de centro administrativo despoblado es, a juicio de la directora general del Patrimonio Artístico de la Xunta, Raquel Casal, la más seria agresión que podría sufrir a corto plazo la ciudad monumental de Santiago.
Para Casal, el "éxodo" de los actuales habitantes hacia las zonas de ensanche destruiría la fisonomía histórica de la ciudad, que, por otra parte, sufre el deterioro producido por la casi absoluta inexistencia de inversiones durante los últimos años. "Esta situación", asegura, "hizo que la Administración autonómica heredara un patrimonio, quizá el más rico del Estado español, en una situación crítica". Las medidas más urgentes habrían de englobarse, a juicio de la responsable del patrimonio artístico, dentro de un plan especial de protección y defensa que, por otra parte, el Ayuntamiento tiene ya en proyecto.
Patrimonio de la humanidad
Xunta y autoridades, coinciden también en la necesidad de obtener la declaración de patrimonio de la humanidad para el conjunto histórico-artístico santiagués, y, de hecho, ambas administraciones han colaborado en el expediente que el alcalde de la ciudad, Xerardo Estévez, entregó al secretario general de la Unesco. La difícil situación económica por la que atraviesa el organismo internacional, tras el anuncio de retirada de Estados Unidos, podría demorar indefinidamente la aceptación de la propuesta, que se considera imprescindible para iniciar una política coherente de rehabilitación.
Hasta ahora, la actuación de las distintas administraciones públicas se ha limitado a intervenciones como la conversión parcial en zona peatonal -a completar durante el próximo año- del casco histórico, o la promoción de usos residenciales y comerciales mediante bonificaciones fiscales a los habitantes de la ciudad vieja.
"Queremos", resume Xerardo Estévez, alcalde y arquitecto urbanista, "recuperar el casco histórico como un lugar de encuentro, y abordar una política de conservación progresiva frente a la concepción integrista que ha regido hasta ahora. Requerirá un esfuerzo de imaginación, pero estamos en ello".
Babelia
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