OK, vale
El doblaje en cine está tan implantado en España que ha llegado a imponer palabras de su creación
Para explicarle a un extranjero hasta qué punto está implantado el doblaje en España bastaría con decirle que en este país se proyectó en castellano My fair lady (Mi bella dama), la película inspirada en la obra Pigmalion, de George Bernard Shaw, que como saben quienes la han visto trata sobre el aprendizaje del inglés culto por una florista. Es un asunto, el del doblaje, que suele levantar pasiones en España, donde ha llegado a imponer un lenguaje. El vale, según la traductora Esther Benítez, proviene de la necesidad de encontrar un vocablo castellano equivalente al frecuente okay, y los españoles conocieron el significado de bemoles -que existía pero nadie usaba- a causa de una idea pacata de la traducción.
Sus defensores argumentan que es un servicio para la inmensa mayoría de espectadores que sólo hablan castellano, y, además -dicen-, la técnica alcanzada en España es impecable. Para sus detractores puede ser una censura y, en cualquier caso, se trata de una manipulación que traiciona el trabajo de los artistas.El franquismo dio razón a los críticos. Además de la siempre citada manipulación de Mogambo, donde el doblador-censor convirtió a una pareja de amantes en hermanos, otras menos conocidas son la que se perpetró en Pierrot el loco, de Jean Luc Godard, en cuyo comienzo una voz inexistente en el original advertía del carácter único de ese loco subversivo, o el olvido de mencionar que el personaje de Orson Welles en La dama de Shanghai había combatido en las Brigadas Internacionales durante la guerra de España. Por si alguien dudara del carácter político del doblaje, no sólo moralizante, baste recordar que la la revista Primer plano, portavoz del régimen en esta materia, reservaba para el cine, como objetivo "trascendental y apremiante", el "conservar la pureza del idioma castellano en todos los ámbitos el imperio hispánico."
Lo de la pureza es discutible, pero es posible que esta política haya contribuido a un fenómeno conocido por todos: el español parece tener especiales dificultades para los idiomas, quizá porque no ha podido, como en otros países, familiarizarse con otras lenguas a través del cine.
Que los españoles partidarios el doblaje son mayoría lo demuestran los hechos. Según el empresario cinematográfico Alfredo Matas, la película en versión original con subtítulos tiene en España muchas cartas para fracasar. Y si algunos locales de versión original ganan dinero es porque convocan a unos espectadores con una mentalidad de arte y ensayo.
'Sacrilegio'
Matas, que considera el doblaje como "un sacrilegio, pues le quitan al actor la mitad de su actuación", se muestra pesimista sobre la posibilidad de que la versión original arraigue en España, pese a una ley del cine que favorece la importación de estas películas, y como única salida propone el ejemplo francés, entre otros, donde se exhiben los filmes en las dos versiones.
La antipatía del público español por las versiones originales se extendería al propio castellano pronunciado con un acento que no sea de la península. Argentinos y mexicanos tienden a no aceptar las películas con acento castellano y en España ocurre algo parecido, aunque palabras como macho -observa el director José Luis Borau-, se han impuesto por el cine mexicano. Borau considera el de los acentos "un falso problema". "Es mentira porque en los años 30 las películas españolas recorrían toda Suramérica con éxito completo."
Con la normalización lingüista en España, la Generalitat se propuso la difusión prioritaria de películas dobladas al catalán, pero de los cerca de 500 títulos anuales sólo son traducidas dos o tres cin
tas, y únicamente 7 u 8 son producciones en este idioma. El canal de televisión autonómico TV3 emite en catalán y programa películas y series entre las que destaca Dallas.El 'papa' Alexander Pope Uno de los fallos frecuentes en el doblaje es, con toda evidencia, que el traductor del guión no ha visto la película, según piensa la traductora Esther Benítez. En Reds, el héroe, sabedor de que a Diane Keaton le gustan las azucenas, le lleva un ramo. Pero como el traductor había leído white lilys, que es como se llaman en inglés las azucenas, tradujo por la vía rápida: filas blancas. No hace mucho proyectaron en televisión una película de Agatha Christie en la que se hacía mención de Alexander Pope. En la versión castellana terminó convertido en... "el papa Alejandro". La traducción es en todo caso insoslayable, pues sería impensable la proyección de películas sólo en versión original. Para José Luis López Muñoz, traductor de Faulkner y Scott Fitgerald, y en cierta ocasión de un guión de Passolini, el subtítulo "no traduce todo lo que se dice, pero lo que se dice sigue estando ahí". El actor Roberto Llamas considera que la aversión a los subtítulos es una forma de semianalfabetismo, pues revela escasa práctica en la lectura. Llamas ha trabajado en doblajes aunque no crea en ellos. No es el caso de Claudio Rodríguez, ahora un poco retirado pero experimentado actor y director de doblaje, y orgulloso de ello. En su opinión, la técnica española alcanzó en su día un altísimo nivel de calidad, que se ha perdido, reconoce, aunque en ciertas películas, como Fanny y Alexander, de Bergman, se realizara a su juicio OK, vale
un "trabajo perfecto". La pérdida del rigor se debe a la escasa exigencia del comprador, léase distribuidor, y en última instancia del público. En ello coincide María Massip, que responsabiliza de esa pérdida de calidad a un incremento considerable del trabajo -es un sector en expansión- y a la avalancha del vídeo. En éste sí que no se exige casi nada.El trabajo de doblaje se mide en takes. El take sirve para pagar al actor, que trabaja a destajo a partir de un mínimo de unas 2.800 pesetas por lo que llaman bajada de bandera, y para dividir las secuencias: abarca unas cinco líneas de guión. Hace 20 años, un actor de doblaje realizaba unos 40 takes, que preparaba, en una jornada de trabajo. Hoy se puede completar el trabajo con una película media -unos 220 takes- en una jornada doble. Esto es, en 13 horas, con el consiguiente riesgo para la calidad.
Logros perdidos
La inercia del doblaje ha privado al espectador español de auténticos logros en la voz y el sonido. Meryl Streep preparó durante seis meses el acento de inmigrante polaca a Estados Unidos, que centró su interpretación en La elección de Sophie (Sophie's choice), en busca de un sonido específico que, obviamente, no pudo igualar su traductora.
Los espectadores españoles se quedaron sin apreciar el inglés excepcional de Rex Harrison en Mi bella dama, donde también se traducían las canciones, al igual que en Mary Poppins, West Side Story y Cantando bajo la lluvia.Ejemplos recientes de este tipo de pérdidas han sido la proyección en TVE, el 22 de diciembre, de Capitanes intrépidos, en la que no se pudo apreciar la célebre interpretación por Spencer Tracy de un marinero portugués, lo que le valió un óscar, y La sombra del actor, en la que Albert Finney y Tom Courtenay jugaban, de forma memorable, con los matices de diversas interpretaciones. Pero esa escuela británica de actuación, contenida pese a las apariencias como recordaba Laurence Oliver no hace mucho en TVE, es difícilmente trasladable a un estudio en el que esforzados y no tan esforzados actores intentan reproducir a destajo ideas, matices y sonidos inspirándose en los gestos y movimientos labiales de unos personajes que observan la mayor parte de las veces en pantallas de televisión.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.