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Reportaje:

Mongolia defiende la presencia de tropas soviéticas

Pilar Bonet

Mongolia, a medio camino entre Pekín y Moscú, defiende la presencia de tropas soviéticas en su territorio como garantía de independencia ante las tendencias hegemonistas que atribuyen a los chinos, a los que considera la amenaza más directa para la seguridad del Estado mongol. En la Mongolia interior, en China, viven hoy casi tantos habitantes como en la República Popular de Mongolia. Pero el contacto entre ambas comunidades está bloqueado. La corresponsal de EL PAIS en Moscú visitó recientemente Mongolia.

Mongolia inauguró en 1962 un monumento a Gengis Jan en Deliunboldog, el lugar natal del guerrero que dejó un imperio que abarcaba desde Pekín hasta más allá de los Urales. China se sumó entonces a los festejos conmemorativos del 800º aniversario del nacimiento de Gengis Jan. En la URSS, sin embargo, las festividades dedicadas a Gengis Jan no encontraron buena acogida. El órgano del partido comunista, Pravda, atacó virulentamente el culto a la personalidad de Gengis Jan y amonestó a los organizadores de los festejos por no ver la penetración del guerrero en Occidente como una tragedia histórica, sino como una acción que contribuyó al intercambio cultural mutuo entre el Este y Occidente.Hoy, la República Popular de Mongolia no parece haberse reconciliado del todo con aquel personaje histórico y legendario, al que concede el mérito de haber unificado el país pero acusa de haber llevado una campaña de expansión territorial a costa de la explotación del pueblo. A diferencia de Iván el Terrible o Pedro I, Gengis Jan no ha sido integrado en la creación artístíca del país, que pone el énfasis en temas modernos influida por el mundo cultural soviético.

Tras la conferencia de Yalta, la República China reconoció la existencia del Estado mongol, aunque la Mongolia interior se quedó en territorio chino como administración autónoma. Ambos países, cuya frontera común es de 4.673 kilómetros, establecieron relaciones diplomáticas en 1946, y en 1949, con el triunfo de la revolución en China, las perspectivas para una relación amistosa se hicieron optimistas. China y Mongolia firmaron un acuerdo de cooperación económico-cultural en 1952 y un tratado de ayuda mutua en 1960. Después, las relaciones se deterioraron y el maoísmo fue atacaido desde Ulan Bator por sus ambiciones expansionistas, su chovinismo y sus dogmas antimarxistas. Hoy día, Mongolia no está segura de que la dirección política china "sea sincera en relación a Ulan Bator. Ello hace que seamos lo más prudentes que es posible ante los dirigentes de Pekín", según señala el portavoz del Ministerio del Exterior. Para Jasbazarin Bejbat, en Pekín existen todavía manifestaciones expansionistas de cara a Mongolia. "Nos acordamos muy bien de que Mao decía que Mongolia exterior debía formar parte de China".

Presencia militar soviética

Cuatro divisiones soviéticas están estacionadas en suelo mongol y el avión que cubre el trayecto Moscú-Ulan Bator con escala en Irkutsk lleva oficiales soviéticos de uniforme. Pero, en la ciudad de Ulan Bator, esta corresponsal no pudo detectar la presencia de ningún soviético en uniforme militar. En la capital había, sin embargo, gran número de soldados mongoles, grupos de los cuales se entrenaban corriendo al atardecer por la ciudad.

La posibilidad de que las tropas soviéticas se retiren una de las tres condiciones de Pekín para la normalización con Moscú- es algo que se descarta en Ulan Bator. "No creemos que el momento sea oportuno para retirar esas tropas, porque su presencia no se explica sólo en relación a China, sino como un elemento más del equilibrio militarestratégico mundial", dice Jasbazarin Bejbat, jefe de sección en el Ministerio del Exterior de Mongolia.

Durante su estancia en la capital de la URSS el pasado mes octubre, el máximo dirigente mongol, Zhambyn Batinunj, dejó claro que la salida de Mongolia de los contingentes de tropas soviéticas que se encuentran temporalmente en territorio mongol por petición del Gobierno de este país no es ni debe ser objeto de discusión en las conversaciones entre la URSS y China, ni un obstáculo para la normalización de las relaciones entre ambos países.

Las relaciones entre China y Mongolia han mejorado algo en los últimos años. El comercio, que bajó bruscamente, ha aumentado, aunque los mongoles se quejan de que los chinos hacen pagar las transacciones en francos suizos.

El verano pasado, Mongolia y China firmaron un documento sobre control común de fronteras, y este mes de diciembre, grupos de niños mongoles se paraban frente a la Embajada china en Ulan Bator (un enorme edificio en forma de pagoda) para contemplar las fotos del gran desfile conmemorativo del 35º aniversario de la revolución, que se celebró en Pekín. Las instantáneas, en colores y cuidadosamente encuadradas, mostraban carros de combate, cohetes, fuegos artificiales y distintas imágenes del número uno chino, Deng Xiaoping.

Con todo, hay de cuando en cuando incidentes que enrarecen el ambiente, y la población china en Mongolia es considerada como "un instrumento potencial de la política de Pekín", en palabras de un representante oficial mongol en 1983.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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