Ni la CGT ni las Madres de Mayo acudieron a la gran manifestación de Buenos Aires en apoyo al 'informe Sábato'
La abstención de la Confederación General del Trabajo (CGT), del peronismo metropolitano de Buenos Aires y de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo no impidió que a primera hora de la noche del jueves, frente a la Casa Rosada, se concentrara la mayor manifestación de las celebradas en esta ciudad desde la asunción del Gobierno democrático. Más de 70.000 personas colmaron la plaza de Mayo en repudio de la barbarie cometida durante la dictadura militar y en apoyo al informe Sábato sobre desaparición de ciudadanos, que fue recibido oficialmente por el presidente Raúl Alfonsín.
La concentración se llevó a cabo sin incidentes importantes (sólo pequeños risirases callejeros entre juventudes peronistas y radicales) pero en un clima de tensión. Por la mañana, el gigantesco obelisco situado en el cruce de avenida de Corrientes con Nueve de Julio apareció tapizado de pintadas tildando a Ernesto Sábato de embustero y reputando de locas a las Abuelas de Plaza de Mayo. "Los muertos no se usan" y "Fuera bolches imberbes (sic) de la plaza", eran otras de las leyendas.En la carretera que conduce al aeropuerto internacional de Ezeiza, en las paredes de los puentes de intersección se habían escrito consignas como "Ajusticiamiento a los militares represores", sospechosamente firmadas por el Partido Comunista y la Juventud Peronista.
El temor a una provocación por parte de los antiguos servicios de inteligencia política de las fuerzas armadas - motivó un inusual despligue de seguridad en las calles.
Los 12 autores
A la siete de la tarde el presidente Alfonsín entró al Salón Sur de la Casa Rosada, donde alrededor de una gran mesa de caoba lo esperaban en pie los integrantes de la Comisión Nacional por la Desaparición de Personas (Conadep), que preside Ernesto Sábato. Alfonsín dio una vuelta completa a la mesa, saludando a la mujer y a los 11 hombres cuyo valor moral complicará sin duda el resto de sus vidas: el laureado Ernesto Sábato; la periodista Magdalena Ruiz Guiñazú, conductora del más prestigioso informativo radiofónico porteño; Eduardo Rabossi, presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico; Ricardo Colombres, juez de la Corte Suprema de Justicia; Jaime de Nevares, abogado, salesiano y obispo de Neuquen; Gregorio Klimovsky, decano de la facultad porteña de Ciencias Exactas y Naturales; Carlos Gattinoni, obispo evangelista, presidente de la Federación Argentina de Iglesias Evangélicas; Marsal Thedore Meyer, gran rabino de la congregación israelita argentina; Hugo Píucill, diputado por la Unión Cívica Radical; Santiago Marcelino López, secretario del bloque parlamentario radical; Horacio Hugo Duarte, diputado radical, e Hilario Fernández Long, uno de los rectores de la Universidad de Buenos Aires.
Sentados a la mesa, con Alfonsín flanqueado por Ernesto Sábato y el ministro del Interior, Antonio Troccoli, y el edecán del presidente a sus espaldas, exageradamente firme y con rostro inescrutable, el presidente de la Conadep hizo entrega del informe con palabras durísimas: "Con tristeza, con dolor, hemos cumplido la misión que nos encomendó en su momento el presidente constitucional de la República. Esa labor fue ardua porque debimos recomponer un tenebroso rompecabezas después de muchos años de producidos los hechos, cuando se han borrado deliberadamente todos los rastros, se ha quemado toda la documentación y hasta se han demolido edificios".
"Los desaparecidos", continuó Sábato, "arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia cívil; las autoridades no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus celdas, la justicia los desconocía y los hábeas corpus sólo daban por contestación el silencio ( ... ). La represión fue demencialmente generalizada ( ... )".
Alfonsín admitió que dudaba que otro presidente argentino se hubiera enfrentado a un drama de las características de éste y afirmó que "ahora cabe actuar a la justicia a través del debido proceso y en el marco del Estado de derecho. El país necesitaba este ejemplo de ustedes, porque sobre la base de mentiras o de la oscuridad no podemos construir la unión nacional. Solamente sobre la base de la verdad y la justicia es que podemos encontrarnos en la reconciliación. Lo que ustedes han hecho constituye un aporte fundamental para que de aquí en adelante los argentinos sepamos cabalrnente cuál es el camino que jamás deberemos transitar en el futuro".
Afuera, en la plaza de Mayo, las masas se encuadraron disciplinadamente por partidos, bien frente a la Casa Rosada bien contra los frontispicios de la catedral, el Banco Central o el Ministerio de Acción Social. Los mareantes y sincopados estribillos de las manifestaciones argentinas volvieron a escucharse: "Alfonsín, vos sos el presidente, hacé que los milicos nos devuelvan nuestra gente". "Hay que movilizar, para que la justicia sea del pueblo, y no militar". "Siga, siga, siga el baile, al compás del tamboril, que queremos la cabeza de Luciano Benjamín" (ex comandante detenido del Tercer Cuerpo de Ejército y cabeza de los militares halcones).
Un camión estaba preparado para que Ernesto Sábato, desde su plataforma, desconvocara la manifestación entonando el himno nacional. Se obvió la idea y las multitudes se disolvieron solas y en paz. Magdalena Ruiz Guiñazú comentaba: "Asomarse al informe ha sido asomarse al infierno".
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