Polémica de Mazurski, recuperación de Aranda
De película polémica se habla en San Sebastián en torno a Un ruso en Nueva York, la última de Paul Mazurski, que ha sido presentada en la sección oficial del festival. Ello no ha desmerecido la proyección de Fanny Pelopaja, la primera película española de dicha sección, que recupera a Vicente Aranda como cineasta seducido por las relaciones amorosas conflictivas, casi morbosas. El público le ha saludado con respeto valorando su buen hacer negativo, su pulcritud, su capacidad de sugestión.
Es frente a la película de Mazurski donde se han encontrado las opiniones. Cuantos valoran su aspecto de comedia, o, mejor dicho, su referencia al género que tantas buenas películas ha producido, la aplauden con agrado, celebrando, como es costumbre en los festivales, esa supuesta invitación al relajo de las caras películas norteamericanas. Por el contrario, otros muchos espectadores han considerado que la propuesta de la película cae en lo zafio y en lo trillado: volver a contar la historia de un soviético -músico de un circo en este caso- que solicita asilo político en EE UU aprovechando su paso por Nueva York y que a continuación declara sin cesar que se encuentra en un país fantástico donde todo es posible parece insólito en un cineasta como Mazurski que ha filmado obras más sutiles (Próxima parada: Greenwich Village, Una mujer descasada) y, en cualquier caso, preocupante por su significación en el actual panorama de guerra fría.Aunque Mazurski no haya reconocido ante este corresponsal parentesco alguno con Amanecer rojo o Gorky Park -otras recientes películas antisoviéticas filmadas en EE UU-, Un ruso en Nueva York tiene un tufo similar a éstas, es decir, el que puede desprenderse de aquella insólita improvisación radiofónica de Ronald Reagan. Mazurski, que en las primeras secuencias de la película recorre con su cámara la vida particular del protagonista (su dependencia de las colas para cualquier compra, su imposibilidad de tocar el saxofón en las calles de Moscú) y luego muestra a una familia negra norteamericana con los mismos rasgos de la soviética, no ha colaborado, pese a sus declaraciones, a que se conozcan mejor esos pueblos.
Chistes mandos
Sus chistes son manidos y padecen además de una estructura narrativa, no exenta de pobreza. Da la impresión de que los guionistas acabaron su proyecto en la primera media hora y se vieron luego obligados a alargar con triquiñuelas tan exigua historia. Lo malo es que sin imaginación -algún personaje se marcha para luego volver; la novia del soviético le quiere, no le quiere y luego le vuelve a querer- su debilidad se hace evidente y el filme sólo aplica algunos gags de éxito seguro entre desmemoriados.Fanny Pelopaja, que ninguna relación puede tener con la anterior, es, pese a su limitado vuelo, una película con capacidad para la sorpresa: la rara venganza de esa delincuente rubia -un hombre en la novela de Andreu Martín, Prótesis, en la que la película se inspira- tiene elementos que confunden el odio con el amor. Sentimiento recíproco del policía que la desdentó y que ahora, por capturarla, es capaz de hundirse él mismo en miserias que detesta, buscándose ambos para amarse o destruirse. Tiene Aranda tal delicadeza con las imágenes que interesa en sus películas cualquier secuencia. Quizá Fanny Pelopaja esté falta de negrura, de suciedad, de cierto sudor, pero ofrece a cambio un sugestivo aspecto de la pasión, de algún amor fou perdido en la imaginación del autor. En cualquier caso, esta visión del mundo policial es más rica que la que planteó hace unos días en el marco del festival el director alemán occidental Peter Fleischinann en Frevel, visión del tormento de un agente enamorado de la mujer que mató a su hijo.
El festival se ha visto impulsado con estas proyecciones, a las que hay que añadir Fandy o Fandy, del checoslovaco Karel Kachina, una comedia a veces delirante sobre el primer trabajo de un adolescente, su primer amor, su primer fracaso. El fragmento de una vida sobre la que el humor y la ternura no ocultan una visión algo ácida sobre el destino del hombre que crece a bofetadas. Con un excelente grupo de actores, el autor logra que las situaciones que narra adquieran una verosimilitud que su carácter ligeramente irreal podría hacer imposible.
Recta final
Es de prever que en la recta final que el festival comienza hoy se desprenda del tono mustio con que ha vivido su primera parte. La llegada de nuevos invitados favorece el aspecto de fiesta que la Prensa local echa de menos en sus comentarios de cada día. Los rumores sobre la posibilidad de que Robert de Niro aparezca en La Concha junto al actor Harry Dean Stanton -protagonista de París-Texas, de Wim. Wenders, que clausurará el festival el domingo- alimentan esa esperanza de resurrección. En cualquier caso, otras figuras han prometido su asistencia. Si el nivel cinematográfico, ya mejorado, progresa en tal línea esta muestra cinematográfica superará el bache a que parecía condenada.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.