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El preacuerdo, conseguido por España en Luxemburgo, bien recibido por los 'diez'

Andrés Ortega

Tras aceptar España en Luxemburgo lo inaceptable, pero también inevitable, la cumbre europea de Fontainebleau -mediando su éxito- podría pronunciarse formalmente el próximo martes sobre la fecha del 1 de enero de 1986 para el ingreso español en la CEE, señalaron ayer fuentes comunitarias. En todo caso, añadieron estas fuentes, la cumbre ya estará capacitada para declarar que las negociaciones de adhesión concluirán en 1984.

España, la Comisión Europea y la Presidencia de la CEE (francesa saliente e irlandesa entrante) "acordaron" el marco general de la transición para la integración de la agricultura. Hasta que España no hubiera dado este paso, la CEE no estaba dispuesta a hacer concesiones reales. El futuro hablará. Manuel Marín y su homólogo francés Roland Dumas decidieron el pasado viernes en Madrid jugarse el todo por el todo el lunes en Luxemburgo, saltándose los procedimientos comunitarios y la Comisión. En todo caso, el acuerdo informal y condicional fue ayer muy bien acogido por los embajadores de los diez, reunidos en sesión plenaria en Bruselas, considerando que las negociaciones de adhesión se han desbloqueado y se entra en el tramo final.Dadas las condiciones políticas planteadas por Francia, el paso dado era inevitable para acelerar la negociación. Ya Marín lo había dejado entrever tres meses atrás. El juicio de valor no puede ser puramente económico, pues bajo la presidencia francesa se ha impulsado la negociación. Y lo ocurrido en Luxemburgo -última reunión, y había que aprovecharla, bajo presidencia francesa tiene probablemente relación con el aparente cambio de actitud francés en materia antiterrorista y con la OTAN.

Principio de reciprocidad

España aceptó el sistema de dos etapas -llámesele ahora "fase de la verificación de la convergencia"- para la integración de sus frutas y hortalizas a lo largo de 10 años. La CEE hizo dos pequeñas aperturas en sus principios: durante la primera etapa de cuatro años, este sector español tendrá acceso a las subvenciones de la CEE para mantener los precios y se aplicará desde la adhesión la "preferencia comunitaria" en materia comercial. Principios válidos -políticamente hablando- para evitar la apariencia de trato de país tercero tras la adhesión, pero cuyos efectos económicos son mínimos en la práctica. España los ha aceptado, pero, según Morán, "se reserva puntualizaciones de ciertos detalles técnicos".

A cambio, España ha logrado que se acepte el principio de la reciprocidad para proteger sus "productos sensibles" (carne, lácteos, cereales y azúcar) frente a la competencia comunitaria. Pero España pide un sistema de contingentes y la CEE lo rechaza. Al final es posible incluso que estos productos sensibles entren también en un sistema de dos fases -única manera de lograr contingentes-, como propuso la Comisión Europea en un primer momento, fórmula de la que España hizo mangas y capirotes para suprimir, y con verdaderas subvenciones comunitarias, desde el primer día.

En materia de vino y aceite de oliva, el texto resultante de las ocho horas de negociación contenía una mención de la comisión sobre "disciplinas necesarias diferenciadas" y que "a problemas diferentes caben soluciones distintas en la CEE". La vía queda abierta para un sistema puramente español. Morán insistió en la necesidad de un sistema "comunitario y no discriminatorio".

Naturalmente, todo esto va dentro de la aceptación -¿qué quedará realmente?- de unos principios de "equilibrio, progresividad y reciprocidad" en los capítulos y la globalidad de la negociación. La pesca será lo más difícil. En cuestión de desarme arancelario recíproco para la industria, la CEE no ha aceptado aún las tesis españolas de un ritmo más lento en los primeros años. Y España ya ha señalado su disposición -¿contingentes arancelarios?- para solucionar el problema de sus aranceles más elevados.

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