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Luto en el Kremlin

La OTAN duda de que la muerte de Andropov produzca cambios en las relaciones Este-Oeste

Andrés Ortega

Tras la muerte del líder soviético Yuri Andropov, los medios consultados por EL PAIS en la OTAN no esperan que haya movimiento en el frente de las relaciones Este-Oeste hasta que un nuevo líder se haya afianzado en Moscú y hasta pasadas las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Se pasa, pues, de la nueva guerra fría a la guerra congelada. Medios de la OTAN piensan que los soviéticos no volverán a la mesa de negociaciones sobre los euromisiles.

Las mismas fuentes aseguran que se prepara una época de transición, ya prevista en razón de la enfermedad de Andropov, y dominada por el inmovilismo, salvo que se dispare alguna crisis incontrolada o que responda a una lucha por el poder en el Kremlin. Estos medios tienen en la mente el caso de Líbano, y expresan su preocupación ante la falta de un interlocutor válido en la URSS.Como en el caso del fallecimiento de su antecesor, Leonid Breznev, no hubo ayer reunión especial del Consejo de la OTAN ni se hizo público comunicado alguno. En el comité político de la OTAN se había discutido el tema durante las últimas semanas, llegándose a la conclusión de que, en caso de muerte de Andropov, su sucesor al frente de la secretaría general del Partido Comunista de la Unión Soviética sería nombrado en muy breve plazo. "Ya se gobernaba por detrás de Andropov, y la maquinaria soviética funcionaba", según un diplomático en la OTAN "pero este sucesor necesitará tiempo para afianzarse y situar a gente de su confianza en los puestos claves". Por ello se piensa en la OTAN que la URSS no hará ningún gesto conciliador o dará pruebas de mayor flexibilidad por el momento hacia Occidente, pero tampoco hará gala, salvo imprevistos, de una mayor dureza.

En este inmovilismo interviene también, según fuentes europeas, EE UU, en un año electoral, con un presidente que quiere mostrarse como el hombre fuerte de Occidente, durante él cual no hará tampoco ningún gesto conciliador hacia Moscú.

En cierto modo, en la OTAN se considera que se alarga el período de la sucesión de Breznev, abierto antes de su muerte, tras una larga enfermedad. Predomina la tesis de la estabilidad del sistema soviético, dominado, a pesar del peso del líder, por un sistema de liderazgo colectivo.

El ejemplo de las negociaciones sobre los euromisiles es bien ilustrativo. Abiertas el 30 de noviembre de 1981, atravesaron con notoria continuidad el período de la muerte de Breznev, con propuestas y contrapropuestas que, siempre que venían de Moscú directamente y no de los negociadores en Ginebra, partían de una base: la negativa a legitimar, cualquier despliegue de euromisiles norteamericanos en Europa.

Cuando se produjo este despliegue, en noviembre de 1983, Moscú replicó cortando las negociaciones y desplegando nuevos misiles de corto alcance en la República Democrática Alemana y en Checoslovaquia. Independientemente del poder en el Kremlin, prosiguió el despliegue de los SS-20 -principalmente en la URSS asiática-, según lo que parece ser un programa que data de mediados de los años setenta y que nada ha desviado de su curso. Pero "ningún nuevo líder soviético puede permitirse el lujo de volver a abrir estas negociaciones en Ginebra", manifestó ayer una escéptica fuente en la OTAN, para la cual "no cabe otra cosa que esperar". Pero en cierto modo cunden esperanzas de que al final de este proceso se tendrá un interlocutor válido y bien instalado en Moscú, lo que no existía en los últimos meses.

Fue el ministro de Asuntos Exteriores francés, Claude Cheysson, el que dio la primera confirmación oficial occidental, incluso antes del anuncio hecho en Moscú. Cheysson interrumpió a media mañana de ayer la sesión de negociación para la renovación de la Convención de Lomé, que se desarrollaba en Bruselas con la presencia de más de 40 ministros de la CEE y del Tercer Mundo, e invitó a los presentes a guardar un minuto de silencio.

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