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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Arbitrismo y endeudamiento internacional

UNA DE las más espectaculares consecuencias del encarecimiento sufrido por los precios del petróleo a comienzos de la pasada década fue la masiva transferencia de medios de pagos hacia los países exportadores de crudos, los cuales, a su vez, los prestaron, a través de los circuitos de refinanciación de la banca mundial, a lo largo y a lo ancho del planeta. Esos años de crisis fueron, paradójicamente, tiempos de prosperidad y de bonanza para los bancos e instituciones financieras, que vieron crecer sus carteras de créditos, otorgados especialmente a muchos países productores de materias primas, y los beneficios de sus cuentas de resultados. México, Venezuela, Ecuador, Argentina o Brasil fueron aceptados como excelentes clientes a pesar de que su endeuda miento exterior crecía a un ritmo tal que debería haber preocupado incluso a los banqueros mas arriesgados. En 1982, sin embargo, la situación se invirtió de forma tan brusca como dramática. Mientras las deudas acumuladas por esos países llegaban a cifras exorbitantes, los tipos de interés resultaban ya demasiado elevados para que los deudores pudieran hacer frente a sus responsabilidades. Se planteó entonces la necesidad de romper ese círculo vicioso que amenazaba con socavar el sistema financiero internacional como resultado de la forzada insolvencia de un conjunto de naciones que debían cientos de miles de millones de dólares a sus acreedores. Entre las soluciones propuestas para hacer frente a la deuda externa contraída por los países latinoamericanos, y para resolver las dificultades de la banca privada acreedora, no han faltado sugerencias cuya aparente sencillez resulta engañosa. Entre esas recetas figura la idea de traspasar la deuda externa de las naciones en práctica suspensión de pagos a la generalidad de los contribuyentes, forzando a que el Fondo Monetario Internacional y los Estados que lo integran se hicieran cargo de su enorme importe mediante algún mecanismo de descuento, refinanciación o garantías.

Ocurre, sin embargo, que este tipo de fórmulas, aunque obviamente beneficiosas para la banca privada, resultan injustamente onerosas para los erarios públicos. No es extraño, por esa razón, que los sectores más profesionalizados de la banca internacional nunca se hayan atrevido a sugerir esa propuesta. Porque la solución de descargar sobre el Fondo Monetario Internacional, y a su través sobre los contribuyentes, el peso de la deuda exterior latinoamericana no es tanto un original descubrimiento financiero como una antigua teoría arbitrista. Los rumores de que el Gobierno español está estudiando esa receta para convertirse en su valedor (harto poco relevante, por lo demás, dada nuestra condición de país deudor neto) en los foros internacionales no pueden ser tomados en serio, ya que esa actitud mostraría dosis excesivas de ingenuidad e inexperiencia. La solución de los gravísimos problemas financieros de Latinoamérica no pueden ser resueltos mediante la cómoda formula de traspasar la titularidad de los créditos a los Estados y de resolver así, de manera total y definitiva, los apuros de la banca internacional acreedora. Los canales autonómicos de TV

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