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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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El problema de los euromisiles: ¿es real la amenaza?

La enorme amenaza nuclear que ya existe sobre toda Europa apenas si crecerá con la instalación de nuevos misiles norteamericanos y soviéticos en el Oeste y en el Este, opina el autor de este artículo, quién apoya la idea de abordar el problema de los euromisiles dentro de un contexto más amplio con la participación de las restantes potencias nucleares, lo que facilitaría la adopción de medidas de limitación a la carrera armarnentista sobre el Viejo Continente.

Más de 38 años después de la segunda guerra mundial Europa sigue siendo un continente fuerte mente militarizado. Es además, una arena de confrontación directa entre la OTAN y el Pacto de Varsovia y el posible detonador de una conflagración nuclear mundial. Nuevos despliegues de armas nucleares en Europa, o apuntadas contra ella, deteriorarán todavía más la situación internacional y agravarán el sentido de inseguridad que aflige a los europeos, pero, en realidad, la enorme amenaza que ya existe aumentará poco.Capacidad militar

El nuevo misil soviético de alcance intermedio SS-20, si bien posee especificaciones técnicas superiores a los obsoletos SS-4 o SS-5 que reemplaza, no provee ninguna capacidad militar nueva. Durante muchos años, las fuerzas estratégicas centrales de la Unión Soviética (SS-11 y SS-19), que son capaces de alcanzar el territorio norteamericano, han estado también apuntadas contra objetivos ubicados en Europa occidental, y es probable que todavía lo estén. A este respecto, los SS-20 y otros misiles balísticos de menor alcance resultan superfluos, sea que estén estacionados en el territorio de la URSS o de sus aliados.

Igualmente, la respuesta de la OTAN a este armamento soviético, como está planteada, no puede ser particularmente amenazante para la Unión Soviética. En efecto, todos los futuros objetivos de los euromisiles norteamericanos pueden ser batidos con una fracción de las fuerzas estratégicas centrales de EE UU, que son capaces de alcanzar cualquier parte de la Unión Soviética, mientras que el misil norteamericano de alcance intermedio Pershing 2, portador de una sola ojiva (en contraste coh el SS-20, que porta tres), ni siquiera será capaz, en razón de su alc , ance limitado, de llegar a Moscú o al comando estratégico soviético.

Puede, eso sí, alcanzar objetivos en territorio soviético,o Europa del Este en menos tiempo que los misiles intercontinentales norteamericanos, pero no más rápidamente que los misiles soviéticos basados en tierra puedan alcanzar sus objetivos en Europa occidental, o aquellos basados en el mar puedan alcanzar objetivos en Estados Unidos. Los misiles de crucero norteamericano, por ser de velocidad subsónica, son todavía mucho menos inquietantes.

Resulta obvia la redundancia militar de los misiles en disputa, ya que su misión primaria es de índole política.

Para la Unión Soviética, el propósito perseguido parece ser el de demostrar su capacidad de alcanzar Europa occidental, no solamente con misiles intercontinentales, sino también con modernas armas de teatro, designadas especi.almente para tal propósito. El mensaje para los europeos occidentales es que el uso de las armas de teatro, por parte de la Unión Soviética, no implicaría necesariamente un contraataque nuclear norteamericano hacia objetivos en territorio soviético, debido al temor de la consecuente represalia soviética al territorio de Estados Unidos.

Esto debería provocar una disensión entre los miembros europeos de la OTAN, entre sí y entre éstos y Estados Unidos, y así facilitar la sumisión de Europa occidental a los intereses soviéticos. Ésta es la razón por la que la Unión Soviética está determinada a retener sus misiles SS-20, cualquiera que sea su cantidad.

Dividendos políticos

Por su parte, para la OTAN el propósito parece ser el de neutralízar los dividendos políticos que la Unión Soviética pueda obtener de sus armas euroestratégicas. Además, los euromisiles norteamericanos, especialmente el Pershing 2, de muy alta precisión, son destinados a reforzar la posición estratégica de Estados Unidos con respecto a la URSS, constituyendo una amenaza más directa contra las fuerzas soviéticas y aumentando así (aunque en forma muy marginal) la capacidad norteamericana de primer golpe. Ésta es la razón por la que Estados Unidos está determinado a desplegar sus nuevos misiles.

Ejercicio propagandístico

Debido a estos motivos diametralmente opuestos, las conversaciones norteamericano-soviéticas sobre las fuerzas nucleares de alcance intermedio han tenido pocas probabilidades de éxito. Desde el comienzo, ambos lados han estado empefiados más en un ejercicio propagandístico que en una negociación seria. Todos los argumentos respecto a los números de misiles han sido más para impresionar a la opinión pública que a la contraparte. Sin embargo, la cuestión básica no ha sido tratada: si Europa debe o no continuar siendo objeto de chantaje nuclear. En efecto, y por muy paradójico que resulte, las armas destinadas a defenderla pueden terminar destruyéndola.

Si la cuestión de la limitación de los euromisiles fuese discutida con seriedad sería aconsejable considerarla conjuntamente con la limitación de los misiles intercontinentales, ya que ambos pertenecen a la categoría de armas estratégicas. Si se les considerage en forma separada, existe el riesgo de dar lugar a lagunas legales que permitan circundar los acuerdos que finalmente se adopten. Por ejemplo, si el SS-20 portara una sola ojiva en vez de tres podría probablemente alcanzar Estados Unidos, convirtiéndose en un misil intercontinental en vez de ser meramente europeo. Por otra parte, al misil Pershing 2 podría fácilmente aumentársele su alcance como para que pueda amenazar Moscú.

Abordar el problema de los euromisiles dentro de un contexto más amplio en vez de continuar con soluciones fragmentarias podría facilitar la adopción de un conjunto de medidas de limitación que no necesitan ser idénticas para cada superpotencia. No existe razón militar alguna que exija un estricto equilibrio de las fuerzas nucleares intermedias dentro de un equilibrio nuclear total. El abordar las cuestiones del armamento nuclear en forma comprehensiva podría también facilitar la participación de las restantes potencias nucleares en la mesa de negociaciones.

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