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31º Festival de Cine de San Sebastián

Los problemas presupuestarios y de organización hacen reconsiderar a Luis Gasca su continuidad como director del certamen

Se estima que esta edición es decisiva para la supervivencia del festival

El Festival de Cine de San Sebastián parece estar a punto de hundirse, y todo el mundo parece ponerse a buen recaudo al grito de sálvese quien pueda. Luis Gasca, cuyo compromiso verbal para mantenerse en la dirección del Festival de Cine de San Sebastián finaliza estos días, ha anunciado a este periódico su intención de no renovar ese compromiso verbal que le liga al certamen, porque "quiero dedicarme a lo mío, que es escribir y disfrutar de mi familia". Posteriormente el alcalde de San Sebastián, Ramón Labayen, se reunió con Gasca, en lo que fue un intento de evitar que esa fuera una decisión más drástica. El alcalde convocó anoche a la Prensa para informar que el sábado se dará por cancelado el compromiso de Gasca, y luego se considerará si sigue o no.Sin embargo, los problemas de fondo subsisten. Pilar Olascoaga, secretaria general, 23 años en el festival, mujer de hierro y jefa de presupuestos y personal, dice que "el certamen es mi chulo y estoy dispuesta a defenderlo contra quien sea", repitiendo una frase que la ha hecho famosa y que hoy cobra todo su sentido.

El PNV, que contribuye con la mayoría de las subvenciones, es decir, que tiene el poder dentro del festival, carecería de repuestos para sustituir a Gasca. Entre tanto, la Dirección General de Cine, que ha hecho lo imposible para que la Federación Internacional de Asociaciones de Productores Cinematográficos (FIAPC) devuelva a San Sebastián la categoría perdida hace unos años, contempla con expectación el desarrollo de los acontecimientos, pero carece de atribuciones para impedir el desastre.

De los 80 millones que cuesta el festival, 20 los pone el Gobierno vasco, 20 más el Ayuntamiento de Donostia, de cuatro a cinco la Diputación, 12 el Ministerio de Cultura y el resto procede de la recaudación de taquilla. Además, el ayuntamiento, con mayoría peneuvista, absorbe durante tres años ocho millones de pesetas, hasta nivelar el déficit de 25 millones que sufre el festival. Esto quiere decir que la manifestación cinematográfica donostiarra se encuentra bajo el control del Partido Nacionalista Vasco. Fue precisamente el PNV el que puso, hace tres años, a Luis Gasca, escritor y especialista en comics y ciencia-ficción, al frente de la barca, un tanto vacilante, del certamen.

Sin carácter internacional

Desposeído de su Categoría internacional, el festival cuenta con graves dificultades para recuperarla: para ser aceptado por la FIAPC antes deben estar representados en esta federación los productores españoles, cosa que no ha sucedido hasta hace muy poco; éstos, a su vez, deben pagar a la FIAPC cuotas atrasadas por importe de cinco millones de pesetas, y, por último, las fechas en que se celebra el festival son las menos adecuadas para darle carácter de competición, ya que se encuentra situado inmediatamente después del de Venecia y antes del de Montreal, prácticamente sin películas inéditas que echarse a la pantalla.

La directora general de cine, Pilar Miró, en recientes reuniones mantenidas con la FIAPC y con los productores, ha conseguido que éstos vuelvan a tener un representante en la federación, cargo que ha recaído en Carlos Durán o, en su ausencia, en Luis Megino. También se le ha prometido una cierta elasticidad para el cobro de la deuda, y, muy posiblemente, que al Festival de San Sebastián recuperaría su clasificación perdida. Sin embargo, este último punto está condicionado al éxito y la repercusión internacional que el certamen tenga durante esta última edición. Condición también sine qua non para que el nilinisterio le conceda próximamente una subvención de 20 millones,, incluida en los Presupuestos Generales del 84, todavía sin aprobar.

De aquí se deduce la importancia de que el Festival de San Sebastián de este año sea o no un fracaso. No obstante, todo parece señalar que el festival va a la deriva, y podría decirse que ello se debe más a las luchas intestinas que se producen en su seno que a las condiciones objetivas, realmente difíciles, por otra parte.

Si Luis Gasca ha sido el hombre ideal al que se ha recurrido en los momentos de apuro, también es cierto que su presencia puede resultar incómoda en estos tiempos de austeridad que no sólo el certamen, sino también el País Vasco, viven. Nutrido de contactos internacionales, haciendo las cosas a su manera, sin un suficiente comité de selección en que delegar, y con diversos intereses personales, la presencia de Luis Gasca al frente del certamen tenía, por fuerza, que despertar suspicacias. Justo es decir, pese a todo, que a sus ideas más o menos locas se debe también lo que este festival tiene más de fantasía, de riesgo y de fiesta.

A su lado, Pilar Olascoaga. Una mujer que lo ha dado todo al festival desde hace 23 años, que tuvo su momento culminante a la sombra de Miguel de Echarri, y que se ha convertido poco a poco en la verdadera fuerza del certamen.

Nadie duda de que Pilar Olascoaga no quiere el poder, por lo menos en el sentido en que lo mantiene Luis Gasca. Pero quiere que su festival salga adelante tal como ella cree que debe ser. Políticamente, Pilar Olascoaga ha estado siempre al lado del poder dominante, aunque las simpatías más claras que se le conocen la han vinculado a la UCD de Suárez, sobre todo a través de la familia Oreja. Nadie duda tampoco, sin embargo, de que Olascoaga pactaría con quien fuera con tal de sacar adelante el certamen.

Hay un poder pequeño, visto desde fuera, que es un poder muy grande visto desde dentro del festival: tener toda la información, dominar todos los resortes. Eso, Luis Gasca -equivocado o no- nunca lo ha tenido.

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