'Truhanes' de Miguel Hermoso, una magnífica comedia española
Quedan por ver en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián dos películas norteamericanas. Otras dos se han proyectado ya. Ayer le tocó el turno a Tin Man, segundo engendro norteamericano producido y dirigido por John G. Thomas e interpretado por Timothy Bottons, Deanna Jurgens, John Philip Law y un casi irreconocible Troy Donahue. La película despista un poco. Comienza relativamente bien, crea algunas, aunque no muchas, esperanzas en el espectador, que al cabo de media hora comienza a no obtener satisfacción de ningún tipo en lo que le ofrece la pantalla. Peor aún, la acción se mete en giros fuera de lugar, que desorientan, aburren y confunden.A mitad de su metraje la película ya está irremisiblemente hundida y no se sabe bien si estamos ante la prometida historia sentimental, ante un alegato ternurista o ante un sucedáneo bastante vulgar de ciencia-ficción. Lo cierto es que se pierde por completo el hilo de interés y el tinglado se viene abajo estrepitosamente a partir de la escena más esperada, que es una secuencia erótica tan torpe que el efecto es el contrario al buscado. La buena clase interpretativa de Timothy Bottons no arregla nada, porque el actor se ve obligado a degradar su personaje, inicialmente bien compuesto, en situaciones totalmente inexpresivas y banales.
Si la de arena la dio el cine norteamericano, la de cal la dieron ayer un director y unos actores españoles, con una magnífica comedia titulada Truhanes. El director es Miguel Hermoso y éste es su primer largometraje, al que llega con la solvencia técnica que le proporciona el haber sido un director a destajo de spots publicitarios. Pero sólo con solvencia técnica no se hace una película tan divertida e inteligente, tan libre y rigurosa al mismo tiempo, como Truhanes, que es una de las mejores comedias que ha dado en mucho tiempo el cine español.
Si hace un par de días la alegría del verdadero cine la trajo a este festival de caras largas José Sacristán con su Soldados de plomo, ayer volvió otra vez de la mano de estos Truhanes de Miguel Hermoso, gente inolvidable entre los centenares de personajes ya olvidados para siempre que han desfilado por la pantalla del Victoria Eugenia los días pasados. Y es que en este filme no sólo hay un director de alto nivel profesional y muy inspirado, sino otras cosas también admirables.
Ante todo está el guión, escrito por Miguel Hermoso en sucesivas etapas de colaboración con Manolo Marinero, Luis Ariño y Mario Camus, que no es un guión perfecto, porque da lugar a algunos, muy pocos, tiempos muertos, pero que tiene unos diálogos antológicos, unas situaciones muy graciosas y, sobre todo, unos personajes que echan chispas de pura vida que tienen, es decir, unos personajes de esos que todo actor espera encarnar algún día para demostrar cuál es su auténtica talla.
De ahí le viene a Truhanes su mejor cualidad, que es la interpretación de todos cuantos intervienen en ella, y el reparto es largo: Arturo Fernández, Francisco Rabal, Lola Flores, Isabel Mestres, Vicky Lagos, Rafael Díaz, Alberto Fernández, Emilio Fornet, Fer.nando Bilbao, Elena Arnau, Silvia Gambino y hasta Juan Cueto, que es de otro oficio y parece de éste.
Con el mismo sabor de las mejores comedias italianas de la época dorada -recuerda a los inolvidables Rufufú, de Monicelli, y La escapada, de Dino Risi-, este Truhanes de Hermoso es, como esos dos filmes italianos citados, una historia de amistad entre dos hombres, el dúo de dos sinvergüenzas divertidísimos, ejecutado por un Arturo Fernández que acopla su habitual personaje a una historia distinta de - las que suele hacer, y un Francisco Rabal arrollador, en estado de gracia y en plan de maestro. Nada hay más difícil que la sencillez, en fin. Soldados de plomo y Truhanes, películas aparentemente menores, son por ello las dos únicas cosas mayores que han ocurrido hasta ahora en esta 31ª edición del Festival de San Sebastián.
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