EE UU considera a Argentina la pieza clave para el cambio en las dictaduras del Cono Sur
La Administración conservadora del presidente norteamericano, Ronald Reagan, parece inclinarse hacia el apoyo de la recuperación de los sistemas democráticos en las actuales dictaduras del Cono Sur latinoamericano (Argentina, Chile y Uruguay en particular), a juzgar por el cambio de actitud expresado durante las últimas semanas en las declaraciones del Departamento de Estado en Washington.
El apoyo hacia unas democracias controladas, como las definen en Estados Unidos, sería el camino ideal para acabar con unos sistemas de dictaduras militares autoritarias. dando paso a unas democracias en las que no se colocarían en peligro los intereses de la seguridad nacional de aquellos países, ni tampoco la alianza incondicional con Estados Unidos. Las importantes deudas externas contraídas con bancos norteamericanos o instituciones financieras internacionales (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial o Banco Interamericano de Desarrollo, en las que Estados Unidos tiene prácticamente el poder de veto) son también argumentos de peso a la hora de valorar la influencia que tiene la Administración Reagan hacia la evolución de la situación en Latinoamérica.Estados Unidos apoya el programa de elecciones en Argentina, critica la represión en Chile, favorece el proceso de tímida democratización en Brasil y Bolivia, mientras se inquieta de las consecuencias del incremento de la guerrilla en Perú. Uruguay, por sus dimensiones y población, se valora como un país que deberá cambiar en función de cómo vayan las cosas en los países vecinos.
Aunque la Administración Reagan está obsesionada por la situación en Centroamérica (El Salvador y Nicaragua en particular), los últimos acontecimientos en Argentina y Chile, en especial, son objeto de una escalada de declaraciones públicas críticas hacia las dictaduras militares. Washington, como siempre, procura apostar a caballo ganador y, al revés de lo que ocurrió durante la última época del régimen constitucional de Salvador Allende, en cuya caída contribuyó Estados Unidos, hoy apunta hacia la recuperación de instituciones democráticas.
El caso de Argentina se califica como la pieza clave de lo que puede ocurrir. Cuando el nuevo embajador de Argentina en Estados Unidos, Lucio García del Solar, presentó cartas credenciales al presidente Reagan, éste transmitió un mensaje hacia el "apoyo a un proceso de democratización".
Desde 1977, en época del presidente demócrata Jimmy Carter, las relaciones entre Estados Unidos y Argentina están prácticamente paralizadas, sobre todo en el capítulo de la ayuda militar, al no haber recibido el régimen militar de Buenos Aires la certificación en el capítulo de respeto de derechos humanos por parte del Congreso de Estados Unidos.
Cuando, en primavera de 1982, las relaciones entre Washington y Buenos Aires parecían enfocadas hacia una distensión, llegó la guerra de las Malvinas, en la que la Administración Reagan al completo -excepto la influyente embajadora ante la ONU, Jeanne Kirkpatrick- se alineó al lado del Reino Unido para defender la cohesión de la Alianza Atlántica. La guerra de las Malvinas contribuyó en buena parte a la caída en desgracia del fogoso secretario de Estado norteamericano, el ex general Alexander Haig, y la llegada de George Shultz, que no pasa por ser un experto en asuntos latinoamericanos.
Los cambios en el interior de la Administración Reagan, siempre en relación con Latinoamérica, acabaron de cristalizar con el cese del subsecretario para Asuntos Interamericanos, Thomas Enders (que fue recientemente nombrado nuevo embajador de Estados Unidos en España). Su sustituto en tan importante puesto es el ex embajador en Brasilia Lanhgorne Motley, que pasa por ser un hombre más disciplinado con el Consejo Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, foro donde realmente se cuece (entre William Clark y Jeanne Kirkpatrick) la política de la Administración Reagan hacia Latinoamérica.
La situación en Chile
"Las actuales tensiones políticas deben superarse a través de un diálogo moderado a efectos de favorecer una transición hacia la democracia", afirmó esta semana en Washington el portavoz del Departamento de Estado, John Hughes, en comentario a las manifestaciones en Chile contra la dictadura del general Augusto Pinochet. Era la primera alusión, sin equívocos, a que el futuro de Chile pasa por una solución democrática.Hace unos meses las declaraciones del Departamento de Estado eran siempre bastante evasivas cuando se trataba de calibrar la situación en los países del Cono Sur latinoamericano. Hoy se superan las ambigüedades y el mensaje desde Washington es cada vez más claro para los demócratas, mientras dejan caer a sus ex protegidos militares. El vicepresidente, George Bush, ha dicho: "Los países de Latinoamérica deben evolucionar hacia la democracia". George Bush hizo la afirmación recientemente, en el acto de fin de curso del Colegio Interamericano de Defensa, donde concurren militares de todos los países de Latinoamérica -excepto, lógicamente, Cuba-, para aprender las técnicas que imparten los militares estadounidenses.
En definitiva, los argentinos caminan hacia las elecciones; las mismas suponen una desestabilización hacia la democracia, en el caso de los chilenos.
Los uruguayos están a la expectativa, y desde el protectorado del Tío Sam, a unos 12.000 kilómetros de distancia, la Administración conservadora del presidente Ronald Reagan parece dar el visto bueno a la luz de una realidad histórica que demuestra que ni las dictaduras militares represivas, ni las economías de los Chicago-boys del profesor Milton Friedman han servido para que vivan en paz y prosperidad los vecinos del sur de Estados Unidos.
Por otra parte, si Washington apoya una democratización en el Cono Sur latinoamericano puede que sean la mejor doctrina cara a soluciones políticas en Centroamérica.
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