El viaje del presidente a Latinoamérica
FELIPE GONZÁLEZ emprende hoy su primer viaje a Latinoamérica como presidente del Gobierno. República Dominicana, Colombia, Venezuela, Panamá y México constituyen las etapas del itinerario, significativamente antepuesto en el calendario a la proyectada visita a Washington del presidente del Gobierno. Pero antes de que el Congreso le invistiera como jefe del Poder Ejecutivo, Felipe González, en su calidad de secretario general del PSOE y de vicepresidente de la Internacional Socialista, había cruzado numerosas veces el Atlántico para llevar a cabo misiones políticas de diverso tipo, desde gestiones orientadas a excarcelar a dirigentes detenidos por la dictadura de Pinochet hasta tentativas de mediación en el conflicto centroamericano, pasando por un trabajo de documentación y de información sobre el terreno de algunos problemas cruciales de nuestra política exterior. El presidente del Gobierno, así pues, dispone de un conocimiento de primera mano sobre el continente, mantiene relaciones amistosas con líderes y hombres públicos de esos países y tiene una amplia experiencia de los complejos y delicados problemas de las diversas áreas del continente. Sin duda, este bagaje le será de enorme utilidad durante su viaje.Tras el viaje del Rey a Brasil y Uruguay, cuyo éxito apenas quedó empañado por el lamentable incidente de la génesis del discurso de don Juan Carlos ante el Parlamento brasileño y por las toscas manipulaciones de la Prensa reaccionaria española para agigantarlo, el presidente del Gobierno prosigue, en el nivel de responsabilidades que le corresponde, la ambiciosa y obligada tarea de vincular los proyectos internacionales de la España democrática con un fortalecimiento de nuestras relaciones con los países latinoamericanos y con un horizonte histórico en el que figura como aspiración -lejana y difícil, pero no necesariamente utópica,- la creación de una comunidad iberoamericana de naciones. Durante su estancia en Colombia, Felipe González acompañará al Príncipe de Asturias, que representará a don Juan Carlos en los actos que se celebrarán en Cartagena de Indias para conmemorar el bicentenario de Simón Bolívar. La articulación institucional entre la Corona y la soberanía popular encontrará, así pues, una excelente oportunidad para mostrar, fuera de nuestras fronteras, algo que los españoles conocen ya sobradamente por experiencia propia: la inexistencia de conflictos, pese al esfuerzo de algunos cortesanos nostálgicos para crearlos artificialmente mediante hipócritas aspavientos, entre la institución-monárquica y un Gobierno socialista designado libremente en las urnas.
Latinoamérica ha sido especialmente castigada por la crisis mundial en estos últimos años. La caída del comercio mundial ha perjudicado sus exportaciones tradicionales y ha deteriorado su relación real de intercambio con los países industrializados. México y Venezuela, que figuran en el itinerario de Felipe González, han sido víctimas, tras la euforia petrolera de la década de los setenta, de la reducción de los precios de los crudos. Presionadas por los incrementos demográficos, la mayoría de las repúbicas latinoamericanas están viendo disminuir su renta por habitante, al no conseguir que su producción aumente al mismo ritmo que su población. El endeudamiento exterior de algunos Estados y la fabulosa factura de los intereses de los préstamos internacionales han llevado a la bancarrota a sus haciendas públicas. Sometida la región entera a los juegos geoestratégicos de las grandes potencias, la alternancia en el poder, característica de los sistemas pluralistas de las naciones desarrolladas, ha sido sustituida, en buena parte de esas repúblicas, por el desesperante ciclo del ascenso y caída de las dictaduras y de las tentativas de consolidar regímenes de vocación democrática. La violencia es la, secuela inevitable de aquellos sistemas que obturan todos los canales para la protesta, la discrepancia y la defensa de los intereses. Las dificultades para establecer sistemas de gobierno basados en las libertades y la representación popular no provienen tan sólo del subdesarrollo y la pobreza, como el ejemplo del Cono Sur muestra. La fractura del tejido social, la marginación de grandes sectores de la población, los hábitos de interferencia o invasión de las Fuerzas Armadas en la vida política y la capacidad desestabilizadora de poderosos centros de decisión que controlan la economía de muchos países son también factores decisivos a la hora de trazar el círculo de hierro de las dictaduras. La intervención directa de la política exterior estadounidense en Centroamérica y el Caribe fue iniciada en tiempos del primer Roosevelt, mucho antes de que la Unión Soviética existiera como potencia, de que Cuba estuviera gobernada por Fidel Castro y de que los sandinistas derrotaran a Somoza. La participación mediada o indirecta de los intereses norteamericanos en el resto del continente ha contribuido también a la inviabilidad de los sistemas democráticos en otras zonas regionales.
Estos rasgos generalizadores no pueden, por descontado, sustituir el análisis singular de cada uno de esos países. Pero los evidentes peligros de una visión globalizadora de América Latina no son los únicos imaginables, ya que existe el riesgo simétricamente opuesto de una contemplación individualizada de los árboles que impidiera ver el bosque. En cualquier caso, y una vez señalados los abusos de una generalización abstracta que olvidara las grandes diferencias regionales y nacionales dentro del continente, resulta justificada la búsqueda de los rasgos comunes de aquellos territorios que se extienden desde Río Grande hasta Tierra de Fuego y que formarían parte de esa comunidad histórica de naciones iberoamericanas que la nueva democracia española trata de promover. Ese es también el ámbito geográfico y cultural que aspira a cubrir la edición internacional de EL PAÍS, publicación semanal cuyo primer número aparece hoy y que se propone ofrecer un resumen de las informaciones y una selección de los editoriales y artículos de opinión de los siete días anteriores. Porque, además de los indicadores económicos y sociales, de la inestabilidad institucional y de las amenazas geopolíticas, esos países tienen en común un pasado histórico compartido, una cultura que trasciende las fronteras y un idioma que une a los pueblos.
El gran desafío, por supuesto, es hallar los caminos y los instrumentos que hagan operativo un proyecto histórico domiciliado hasta ahora en las nubes retóricas del hispanismo oficial. En estos últimos años ha sido la cultura, mucho más que la política o el comercio, un factor integrador de la comunidad de lengua española. Resulta cada vez mas visible que los grandes escritores latinoamericanos se han incorporado a la cultura española como ciudadanos de pleno derecho. Sobran los nombres, pero los mexicanos Octavio Paz, Juan Rulfo y Carlos Fuentes, el venezolano Uslar Pietri, el colombiano García Márquez, el peruano Vargas Llosa, los uruguayos Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti, el paraguayo Roa Bastos y los argentinos Jorge Luis Borges, Julio Cortázar o Ernesto Sábato pueden servir de apresurado ejemplo para una lista mucho mas amplia, que habría que hacer extensiva a la pintura, al pensamiento y a las restantes manifestaciones de la cultura, de creadores cuya labor convierte parcialmente en realidad y hace operativo ese vasto proyecto. Esfuerzos como el emprendido por EL PÍIS con su edición semanal se inscriben en esa misma tarea de acompañar a las grandes palabras con hechos. Ahora bien, es indiscutible que corresponderá a los hombres de Estado, de los dos lados del océano, sentar las bases realmente operativas de una empresa que sólo puede progresar lentamente pero que tiene que empezar a ser construida desde ahora mismo. Confiemos que el viaje de Felipe González se inscriba en ese camino de futuro que el Rey comenzó a abrir con sus anteriores visitas al continente.
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