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Estados Unidos y Nicaragua / y 2

Tras el análisis de la importancia estratégica de Nicaragua en el control de Centroamérica, el autor analiza en este segundo artículo las posibilidades concretas de acción del Gobierno de Estados Unidos. Aunque el triunfo de su presidente se debió a sus proyectos de una política dura, la proximidad de las elecciones generales y la fuerza del Partido Demócrata, entre otras razones, permiten descartar una intervención directa de Estados Unidos en Nicaragua, si bien es más que probable que se refuercen otras indirectas, como la agitación de la CIA, las presiones económicas o el reforzamiento de la guerra ideológica.

La posibilidad de una agresión militar directa por parte de Estados Unidos con respecto a Nicaragua no aparece, por el momento, como una opción inmediata. El temor a la repetición de un nuevo Vietnam es un factor que aún pesa en la opinión pública norteamericana.El Partido Demócrata -muy fuerte en el Congreso- se opone a todo tipo de intervención directa, y en este sentido ha limitado considerablemente las posibilidades de acción del Gobierno actual. Sin embargo, es conveniente recordar que desde la revolución iraní, y en especial como consecuencia de la humillante prisión de los diplomáticos norteamericanos en Teherán en 1979-1980, se comenzó a producir un cambio en la opinión pública estadounidense. Se señala que uno de los principales elementos que precipitaron la estrepitosa derrota electoral de Carter frente a Reagan fue precisamente la sensación de impotencia que ofreció la Casa Blanca frente al cautiverio de los diplomáticos en Irán.

Ronald Reagan triunfó preconizando una política de mayor dureza frente a la URSS, un aumento en los gastos militares y medidas destinadas a lograr que Estados Unidos recuperara su prestigio internacional como superpotencia. Aquellos candidatos que, como Carter y antes Kennedy, aparecían preconizando medidas pacifistas fueron derrotados. Y todo parece indicar que la opinión pública norteamericana apoya en estos momentos la política exterior de Reagan; sus dificultades están en el campo económico, no en su visión de las relaciones internacionales. La llegada de los republicanos al Gobierno implicó un aumento considerable en los gastos de defensa y en el presupuesto de la CIA, con el fin de incrementar el potencial de seguridad frente a la URSS.

En estos momentos parece haber un empate de poder en lo relativo a las medidas a tomar en Centroamérica. Hay un consenso en la necesidad de ayudar económicamente a la región para impedir el establecimiento de regímenes prosoviéticos, pero hay una fuerte oposición demócrata a la utilización directa de tropas norteamericanas en combates, ya sea en Guatemala o El Salvador o en una invasión a Nicaragua. Por otra parte, los demócratas presionan para lograr una liberalización política y el respeto a los derechos humanos en los países ya señalados.

El próximo año habrá elecciones presidenciales en Estados Unidos, y todo parece indicar que el tema centroamericano tendrá gran importancia en el debate electoral. En estos momentos, la popularidad de Reagan ha descendido considerablemente, y dentro de las filas demócratas es Walter Mondale -el que fuera vicepresidente de Carter- quien cuenta con las mejores posibilidades de alzarse con la candidatura. Y con él, en caso de triunfar, se presenta la eventualidad de que Estados Unidos asuma una posición menos beligerante en Centroamérica. Posibilidad con la cual están jugando los sandinistas; de ahí su interés en ganar tiempo.

Por otra parte, todo parece indicar que la economía norteamericana está saliendo de la recesión, y con ello, las perspectivas electorales del candidato republicano deberían mejorar. En este caso es posible que los demócrátas traten de colocar el tema centroamericano como el gran debate en las elecciones, como ocurriera con Vietnam en la década de los sesenta o con Irán en 1980.

Las opciones de Reagan

Cerrada por el momento la posibilidad de una intervención directa de tropas de combate norteamericanas y eliminada también la alternativa de una pasividad que condujera al establecimiento de Gobiernos prosoviéticos en Centroamérica -situación que conduciría al. desplazamiento de Reagan, dentro del Partido Republicano, por un candidato más conservador-, el Gobierno norteamericano está elaborando una estrategia de desestabilización del sandinismo. La desestabilización consiste en la utilización de medidas de tipo financiero o político destinadas a crear una situación de dificultades a un Gobierno adverso con la intención final de que las condiciones internas conduzcan a su derrocamiento por un golpe militar o insurrección doméstica, o a un cambio de su política de confrontación. Es una estrategia de tipo indirecto y es la alternativa a la intervención militar por parte de una superpotencia. En esta materia, pues, hay diferencias entre Estados Unidos y la URSS en lo relativo a manejar las disidencias políticas en sus áreas de influencia. Tradicionalmente, la URSS ha preferido la intervención de sus tropas, y no tiene mayor experiencia en las técnicas de desestabilización, mientras que Estados Unidos ha desarrollado un sofisticado mecanismo en esta materia debido a, la resistencia de su opinión pública, ante las medidas de intervención militar directa.

En este sentido, cabe suponer el desarrollo de las siguientes medidas por parte del Gobierno norteamericano:

1. Utilización de la CIA. La CIA ha tenido un aumento en su presupuesto -superior incluso al de las fuerzas armadas-, con el fin de que recupere su antiguo nivel de operatividad. La CIA, después de Vietnam y de Watergate, fue muy criticada, en especial por sus operaciones sucias, y fue sometida a diversas reestructuraciones y disminuciones de presupuesto.

Eliminada la posibilidad de una intervención directa por medio de los marines, sería la CIA la encargada de llevar el peso de la operación Nicaragua. Y para ello cuenta con bastante experiencia. En la década de los sesenta condujo una guerra particular en Laos. Varios de los métodos empleados en Indochina están apareciendo en Centroamérica. Entre ellos, la utilización de minorías étnicas para combatir por las armas al Gobierno central. En el caso de Vietnam fueron algunas tribus de montañeses las que combatieron contra los comunistas; en Nicaragua se está entrenando a los misquitos contra los sandinistas.

Es obvio que una de las mejores soluciones para una política de desestabilización sería la victoria militar de los grupos antisandinistas en Nicaragua. Existe el recuerdo de un intento similar que fracasó -el caso de la invasión de bahía Cochinos por cubanos anticastristas-, pero en esta ocasión hay que señalar que Nicaragua no es una isla, como Cuba, y que puede ser infiltrada regularmente desde las dos fronteras. Por lo demás, es la aplicación de las técnicas de los movimientos guerrilleros de liberación nacional, como el Vietcong en Vietnam y los intentos actuales en El Salvador.

2. Reforzamiento de la guerra de propaganda. Hasta este momento, los sandinistas estaban ganando la guerra de propaganda presentándose como los dirigentes de una pequeña nación amenazada por una superpotencia. Es indudable que las manifestaciones contra el Papa constituyeron, en este sentido, un notable error táctico. Es previsible, en todo caso, que por parte de los instrumentos de propaganda norteamericanos comience a subrayarse el carácter dictatorial del régimen sandinista, los conflictos con los cristianos, la falta de respeto a los derechos de la oposición, los problemas con las minorías indígenas y el carácter procastrista del Gobierno.

En estas materias es previsible también un decidido intento de demostrar que la guerrilla salvadoreña está armada y sostenida por Nicaragua.

3. Presión económica. En este sentido, el Gobierno de Reagan está solicitando que se establezcan limitaciones y, eventualmente, la eliminación de las compras norteamericanas de diversos productos nicaragüenses, como el algodón. Las dificultades de la URSS -ya comprometida con los países de Europa oriental y Cuba, todos ellos con serios problemas económicos- limitan seriamente las posibilidades de una ayuda financiera importante hacia Nicaragua. Es bastante sintomática la ausencia de mayores medidas concretas de ayuda de Moscú a Managua como consecuencia de la entrevista Ortega-Andropov.

Como puede desprenderse del panorama reseñado, el Gobierno sandinista se encuentra ante serias dificultades. Queda por ver, sin embargo, si la presión norteamericana logrará sus objetivos desestabilizadores o si, por el contrario, todo redundará en una mayor radicalización del conflicto centroamericano.

La gran importancia geopolítica de Nicaragua hace presumir que será muy difícil que la Casa Blanca se contente con el mantenimiento de la situación actual. Y las próximas elecciones presidenciales norteamericanas constituyen un elemento de presión para la búsqueda de soluciones que vayan definiendo en forma rápida la situación de Nicaragua. De ahí que sea presumible una mayor intensidad y radicalidad de las medidas de acoso estadounidenses durante 1983.

Alberto Sepúlveda Almarza es profesor de Relaciones Internacionales y ex columnista de la revista Hoy, de Santiago de Chile.

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