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A siete meses de las elecciones generales / 2

Bancarrota y hambre en Argentina, el país al que llamaban 'el granero del mundo'

Los comicios de octubre 1973, hace ya diez años, y la elección por tercera vez de Juan Domingo Perón a la presidencia de la República, fueron las últimas elecciones libres en Argentina. La historia que sigue es más actual y conocida. Perón, en el Gobierno, se desprendió de los montoneros, pero su muerte, el 1 de julio de 1974 y su sustitución en la jefatura de¡ Estado por su esposa María Estela Martínez de Perón, Isabelita agudiza los enfrentamientos internos y las contradicciones ideológicas. La crisis, incentivada por la oligarquía y una calculada campaña de desprestigio, sumadas a la violencia política, abren el camino a un nuevo golpe de Estado que tendrá lugar dos años después, el 24 de marzo, cuando las fuerzas armadas derrocan a la presidenta.Con los militares otra vez en el poder y con la excusa de la guerra sucia, se planificó y se llevó a cabo una lenta, pero implacable, destrucción del aparato productivo del país y de toda forma de oposición sindical y política.

Hablar hoy del granero del mundo, de las riquezas potenciales o de los recursos naturales es repetir frases hechas que no tienen ya ningún sentido. Este país está destrozado y a la deriva. El anuncio de la fecha de elecciones es apenas un mensaje más, lanzado dentro de una botella al agitado mar civil. La corrupción alcanza a todos los niveles del Estado, incluido el poder judicial y las cúpulas de las fuerzas armadas.

Un fenómeno natural como el de las inundaciones que azotan cíclicamente a las provincias del litoral noreste se convierte ahora en una catástrofe irreparable, con 200.000 evacuados, a los que no se puede atender por falta de recursos. El hambre es un drama concreto que se introduce y toma forma en el centro de la capital del país. Sólo parece ajeno el barrio norte de Buenos Aires, reducto de la oligarquía, que, por el contrario, mantiene un ritmo de vida comparable al de cualquier ciudad centroeuropea.

Estallan los conflictos laborales, hay ocupación de fábricas, ollas populares para tratar de alimentar a una población desnutrida, un absentismo escolar que llega al 65% en algunas provincias y un paro estimado en dos millones de desocupados cuando la población total del país no llega a los 30 millones de habitantes. La válvula política de escape abierta para descargar la tensión no alcanza a satisfacer las necesidades inmediatas. Faltan aún siete meses para . las elecciones y nadie puede asegurar qué va a pasar aquí antes de octubre.

Los cambios de los últimos años, de los últimos meses y hasta de los últimos días hacen tan compleja la situación que no puede ser comprendida ni siquiera por la mayoría de los casi dos millones de argentinos que se fueron del país después del golpe de Estado de 1976. Nadie puede medir, por ejemplo, el efecto que causan, día ras día, las revelaciones sobre los excesos de la represión, una información que fue debidamente soslayada años atrás.

Situación de incomprensión desde el exilio

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La derrota militar argentina en la guerra de las Malvinas contra Gran Bretaña y los cientos de soldados muertos, de los que no se ha podido recuperar los cuerpos ni se sabe exactamente cuántos fueron, sumados a los 30.000 "desaparecidos" en la llamada guerra sucia, agregan una cuota de sangre y de terror nunca conocida hasta ahora.

El problema de los detenidos desaparecidos, sobre el que se anunció el 30 de marzo una ley de amnistía con la que el Gobierno militar pretendió lograr que no se habla más del tema; el conflicto limítrofe con Chile -en el que los militares tienen que aceptar la mediación papa¡, que le concede las islas en litigio a Chile, lo que significaría una nueva pérdida territorial-; las sentencias de los tribunales que investigan las denuncias de corrupción y las explicaciones sobre la decisión, la conducción militar y diplomática de la guerra, son cuestiones que van a volcar la presión alternativamente sobre los militares y sobre los dirigentes políticos si aquéllos no responden.

El cierre del período de afiliación ha acelerado la formación de nuevas agrupaciones políticas. La derecha y la izquierda no comunista, dispersas en diversas siglas de partidos conservadores y socialistas, terminarán por agruparse, seguramente en dos frentes electorales, con la aspiración de convertirse en la tercera fuerza, detrás de las dos primeras, los peronistas y los radicales.

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