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Tribuna:Reacciones ante la muerte del autor de 'El cero y el infinito'
Tribuna
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Una lección de defensa de la propia vida

Fernando Savater

Arthur Koestler, un hombre vital y defensor acérrimo de la vida, con una de las biografías másfienas de peripecias, azares y destino de nuestro siglo, se ha suicidado. Este combatiente de primera línea contra la pena de muerte era partidario de la aplicación voluntaria de la eutanasia. No faltará quien vea en ello una contradicción.Abundan ahora los entusiastas zoológicos del existir, para quienes el aborto y la guillotina son intercambiables, y que entre intérrumpir el embarazo a las tres semanas de la gestación o matar a un hijo de un hachazo sólo ven una diferencia cuantitativa.

El programa de estos zoófilos es nítido: que ni una simiente se malogre, que ni un anciano -quiera o no- deje de ser convenientemente entubado en frankesteiniana prolongación de su agonía. Ya se encargarán el hambre, la miseria y las guerras de mantener el conveniente equilibrio biológico...

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La escritura invisible, la muerte dulce

Pero Koestler no amaba la vida sin más, la de la zoología, sino la vida humana; es decir, la vida dotada de sentido. La propia vida es la vida que uno se apropia, la que cada cual hace suya: lo que en la vida nos viene impuesto, el puro latido fisiológico, eso no es lo respetable, sino, por el contrario, lo elegido, lo que hago conmigo y de mí.

Justicia sin crueldad

Defender realmente la vida humana es defender la libertad de elección que la dota de sentido y la rescata del ciego pulsar orgánico. Koestler amó su vida como movimiento hacia la belleza, la independencia crítica y la justicia sin crueldad, no como reacción química.

Pues amar la vida es también no degradarla con la prolongación dolorosa y sin objeto, cuando ya la función que uno inventó para ella ha sido cumplida o se revela definitivamente imposible.

El secreto de esa opción final por el silencio es también una lección de defensa de la vida. Montaigne dejó dicho, con precisa arrogancia estoica: "Nadie es desgraciado durante mucho tiempo sin su consentimiento". Arthur Koestler, que imaginó la vida como posibilidad y espíritu, no quiso verla humillada más tiempo en un estertor irremediable.

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