Chile, la alternativa populista
En materia de populismo, la sospecha del autor de este artículo es que, como alternativa, ya fue ensayada en Chile. La alternativa en cuestión, dice en tono de humor, ha consistido en la experiencia neoliberal del régimen de Pinochet y su cara folklórica y consumista, según el autor, terminada. Al menos, de momento.
Un amigo me dice que ahora viene en Chile la alternativa populista. ¿En qué diablos consistirá, me pregunto, la alternativa populista? Soy un escritor extraviado entre personas que utilizan términos incomprensibles, que ni siquiera figuran, en la mayoría de los casos, en el diccionario de la sacrosanta Academia, o que figuran en sus acepciones antiguas, obsoletas. ¿Figura, por ejemplo, la horrible palabra obsoleto? ¿Y las palabras spreadi libor, prime, broker's, que inundan nuestras páginas financieras y que sirven, al parecer, para tender un velo de misterio sobre realidades bastante más sencillas? Chile, en este período, adoptó el vocabulario de la banca anglosajona, pero todavía no termina de asimilarlo, y todo indica que se quedará sin haberlo asimilado nunca."Es que los economistas", dice mi amigo, "son maestros en el arte del ocultamiento".
"Aquí, señores, dentro de este sombrero de copa, hay una paloma". Los economistas, muy sonrientes, hacen unos pases de magia y desaparece la paloma. .
"La gracia", insiste mi amigo, persona testaruda, "consistiría en que vueIvan a resucitar a la paloma". "¡Paciencia!", responden los economistas, cuyo sentido del humor es digno de anotarse.
Alternativa ensayada
Puedo hablar con más propiedad de superrealismo, de vanguardismo, de futurismo, de estructuralismo, de cubismo. Pienso, sin embargo, que rio está mal, de cuando en cuando, aplicar a una disciplina la mirada del lego. En materia de populismo, mi sospecha personal es que la, alternativa ya fue ensayada en Chile, con métodos bastante originales. Nuestro régimen nunca estuvo ajeno aí esa vieja tentación, a pesar de algunas apariencias. Cuando llegué de regreso al país, a finales de 1978, me asombró observar a obreros y a m ujeres humildes que compraban dólares en la ventanilla de un banco. Los dólares, antes, estaban reservados para la clase rica. Ahora, la libertad cambiaria parecía derramar sus bienes para todo el mundo.
Salí de ese banco y escuché, en el tráfago de la calle Ahumada, a unos campesinos modestos, con aspecto de huasos de Colchagua, que discutían sobre tasas de interés y decían que la financiera tal pagaba un punto más que la financiera cual, o que las cuotas de cierto fondo mutuo engordaban mucho más rápido que las vaéas de sus hijuelas. Los seguí hasta un bar y vi que en lugar de pedir la tradicional caña de vino tinto, escogían entre diferentes marcas de whisky.
En la noche, en esos días de mi regreso a la angosta faja de tierra, me reuní con escritores y artistas de mi generación, gente que en los años cincuenta y tantos consumía vino de lija y se alimentaba de pan Con pebre, hasta altas horas de la madrugada, en el café Don Bosco. Ahora bebieron whisky en abundancia, olvidados de los vinos de antaño, los ásperos vinos de Pablo de Rokha y Rosámel del Valle. Hablaron un poco de literatura, sin omitir, desde luego, el tema de las captaciones y las colocaciones financieras, y partieron a sus casas temprano, con gran prisa, porque se pre cipitaba el toque de queda, en pequeñas máquinas japonesas. En mi tiempo, andaban en la imperial de los tranvías, discutiendo sobre la influencia de Vicente Huidobro en el grupo de La Mandrágora, o colocados cómo racimos de las písaderas de destartalados buses.
También comprobé, a mi regreso, que los grandes financieros, que en el pasado permanecían en cerrados en sus fortalezas recónditas, salían a ofrecer subvenciones para el club deportivo Colo Colo o brindaban con champaña, en compañía de los jugadores, para celebrar los triunfos de Cobreloa. Los espacios culturales de la televisión, ocupados en la prehistoria republicana por la exquisita y decadente minoría, estaban copados ahora por los Huasos Quincheros con sus guitarras lloronas y por el teatro de José Vilar. Nada de dodecafonía: rumbosas cuecas y acentos de vodevil madrileño adaptados a los oídos criollos.
Terminó el banquete
Con el recuerdo fresco de estas cosas, que presencié con asombro hace poco tiempo, y con la ingenuidad del que nunca ha estudiado en la facultad de Economía de Chicago, le comenté a mi amigo: "Creo que la alternativa populista, de la que hoy hablan algunos como si fuera una tabla de salvación, ya se aplicó en el país en gran escala, con todos los elementos que ofrecía el flamante modelo neocapitalista. La importación libre significaba televisores en colores y Toyotas para todo el mundo. Por lo menos, para grandes masas. Se suponía que los ex cluidos del festín iban a empezar a beneficiarse pronto con las sobras. Era un populismo sustentado en el monetarismo.
Parecía la gran panacea moderna. Hasta que descubrimos que la fórmula resultaba demasiado cara. Cuestión de captaciones diriciles y colocaciones desmedidas. De este modo, terminó el banquete, vino la sobremesa, y los camareros, transformados, por arte de birlibirloque, en banqueros internacionales, nos acaban de pasar la cuenta. Pero sólo quedan las migajas, y nosotros, perplejos, nos damos vuelta los bolsillos". "Dedícate, mejor", interrumpe, irritado, mi amigo, "a hablar de estructuralismo. ¡Pastelero, a tus pasteles!"
es escritor chileno, autor, entre otros libros, de Persona non grata.
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