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Intensos esfuerzos de la conferencia del GATT para firmar un acuerdo final que guarde las apariencias

Cuatro largos días de negociaciones, con sus correspondientes largas noches, especialmente cuando no se duerme, amenazaban anoche con pasar a la historia como inútiles cuando los representantes de los 88 países firmantes del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) decidieron retrasar hasta hoy, un día más de lo previsto, la clausura de su 38ª sesión ministerial por falta de un acuerdo final. La eventualidad de un escarceo de guerra comercial entre Estados Unidos y la CEE, al menos durante algunos meses, mantenía abierta la posibilidad de que hoy se llegue a un compromiso para salvar las apariencias que, por lo menos, evite la certificación pública de fracaso.

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Después de intensas negociaciones a varias bandas entre los países firmantes del GATT, que incluso se prolongaron durante toda la noche del viernes al sábado, la conferencia ministerial no celebró sesión plenaria a lo largo de la cuarta jornada del encuentro, precisamente el día en que estaba previsto que acabara. A última hora, la presidencia de la reunión, en manos canadienses, anunciaba que la conferencia quedaba aplazada hasta mediodía del domingo, con el fin de conceder tiempo adicional a los negociaciones para preparar el texto consensuado de la declaración final.Esta declaración, resultado público de la reunión, era considerada fundamental por los asistentes al encuentro, ya que de su redacción dependen los principios generales sobre los que se van a basar las próximas negociaciones comerciales que se pretenden abrir, a nivel técnico dentro del sistema GATT, para reducir la creciente tendencia al proteccionismo en el comercio mundial.

Pesimismo inevitable

Pese a la extensión de la conferencia, las esperanzas de alcanzar un acuerdo global y amplio sobre los problemas planteados eran muy remotas, especialmente entre los delegados de la CEE. "Las cartas están prácticamente jugadas. Es el fin de las ilusiones", manifestó ayer, a última hora, un portavoz comunitario dando por supuesto la imposibilidad de que las partes enfrentadas -Estados Unidos y CEE, entre sí, y arribos bloques con el Tercer Mundo- llegaran a alcanzar dicho acuerdo.

Precisamente era el problema agrícola, que ha dividido a la CEE y Estados Unidos desde el comienzo de la conferencia el pasado miércoles, el que continuaba obstaculizando el acuerdo final. Es más, Ia CEE amenazaba con hacer una declaración separada y paralela sino se aceptaba su negativa que este capítulo no figura en eI documento final. Por su parte, Ia delegación norteamericana, cuya inclusión en la agenda de la reunión de los problemas agrícola y servicios había sido la espoleta de los enfrentamientos, había abrazado una nueva estrategia en las últimas horas y guardaba un silencio público sospechoso. En fuentes próximas a la delegación de Washington se afirmaba que el silencio obedecía a la necesidad de aprovechar el tiempo para negociar.

En otros medios, sin embargo, se apuntaba que el cambio de objetivos, de los norteamericanos, una vez certificado el fracaso de su estrategia inicial, obedecía al cambio de sustancia por forma y que su deseo ahora era marginar a la CEE, frente al Tercer Mundo, y responsabilizar así a la Comunidad Europea de un eventual fracaso técnico de la conferencia. En este sentido, fuentes europeas se quejaban de que William Brock, el agresivo representante de Washington, habría prometido a los países en desarrollo ciertas concesiones en el capítulo del servicios -a cuya inclusión en el sistema GATT se oponían tenazmente- a cambio de un cierre de filas con Estados Unidos en el frente agrícola, especialmente en el apartado más sensible de los subsidios a las exportaciones agrarias.

Nuevas iniciativas

En cualquier caso, los responsables de la CEE, que a lo largo de ayer se volvieron a reunir en sucesivos consejos de ministros, mantenían ayer como una cuestión de vital importancia para el futuro de la Comunidad la no inclusión del capítulo agrícola en la declaración final, especialmente del apartado de los subsidios a la exportación. "La CEE no hará nada que vaya en perjuicio de sus intereses vitales", declaró el día anterior el presidente del Consejo de Ministros, el danés Uff Ellemann Jensen, admitiendo que la negociación de la Política Agraria Común era impensable.

A este respecto, fuentes comunitarias daban por seguro que, ante la imposibilidad de un acuerdo, la CEE hará público al término de la conferencia una declaración paralela en la que, como ya sucedió en ya llamada ronda Kennedy de 1963, algunos de los países firmantes del original GATT expresaban sus reservas sobre el comunicado mayoritario. Esto, en opinión de algunos observadores, haría regresar el espíritu librecambista que gobierna el citado acuerdo comercial, a varias décadas atrás.

Precisamente, la conferencia ministerial de Ginebra, convocada como el tercer intento desde el acuerdo original de 1948 para sentar las bases futuras de una nueva cadena de desarmes arancelarios, perseguía de hecho el relanzamiento o la recuperación de aquel viejo espíritu y permitir así que, sin ampliar excesivamente el actual campo de actuación del acuerdo, se abrieran nuevas negociaciones sobre los problemas que hasta ahora han quedado al descubierto en el funcionamiento de los compromisos anteriores y que se han traducido en una fuerte disminución del comercio mundial durante los últimos años.

Pero la declaración final que los técnicos de la secretaría del GATT tenían anoche preparada, recogiendo las negociaciones mantenidas antes y durante la conferencia, abarcaba contradictoriamente, en su ultimo proyecto, todos y cada uno de los capítulos planteados originalmente, incluidos el agrícola y el de servicios. En ambos casos, el texto original -prácticamente el propuesto por la delegación norteamericana, aunque con algunas modificaciones importantes- había quedado aguado en su contenido y preveía exclusivamente el inicio de futuros estudios sobre cada uno de los problemas planteados. De ellos el más ambiguo era el de los servicios, donde se establecía un periodo de estudio de entre dos y cinco años (según las propuestas) para su consideración final por los 88 países firmantes del GATT.

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